"...hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros..." Octavio Paz. El Cántaro Roto.

CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.

miércoles, 24 de abril de 2013

Ya soy papá ¿ahora qué hago?

-->
Si partimos del principio de que la capacidad de amar y tejer vínculos profundos,  no es potestad reservada al sexo femenino, debemos dar al hombre el lugar que le corresponde como padre involucrado,  presente y activo en el cuidado de sus hijos. Papá ni es prescindible ni menos importante que mamá. Cada uno desde la función que es llamado a asumir, cumple un papel fundamental a lo largo de la crianza y especialmente durante el puerperio o posparto.

Por una parte, mientras que para sobrevivir, la cría necesita de una madre poderosamente conectada que sepa interpretar y satisfacer sus necesidades de inmediato, el papel del papá reciente -si está presente- es igualmente trascendental y consiste, a su vez, en asegurar y proteger la díada mamá-bebé. (Esto lo explicamos más detalladamente en el post anterior donde se mencionaba lo importante que es para una mujer puérpera y para su cría dedicarse por completo a atenderla, alimentarla, higienizarla, llevarla permanentemente en su regazo…) Y es justamente a través de la función de sostener a la madre, como el padre desarrollará el vínculo con su hijo. El papá tiene un pie fuera y otro dentro de la díada mamá-bebé. Es el intermediador, descarga a la madre de muchísimas responsabilidades ajenas al cuidado de su bebé. Parafraseando a la psicóloga española Violeta Alcocer, el papá abre su paraguas para resguardar la díada mamá-bebé durante la fusión del puerperio y entonces la madre le abre la puerta al padre para que este pase y desarrolle el vínculo con su hijo a través de ella, convirtiéndose así en una tríada padre-madre-hijo. Es necesario no confundir el acercamiento del padre a su hijo -como pasa a menudo- con sacarlo del pecho de la madre para darle un tetero.  Acercarse significa apoyar a la madre reciente para que se sienta lo más relajada, descansada y disponible a dar el pecho, cargar, consolar a su bebé… porque como dije en el post anterior, es el cuerpo de la madre, su olor, su calor, su mirada, su voz, su leche lo que una cría humana, primate, mamífera, realmente necesita de manera constante durante el período de fusión que no se reduce a cuarenta días,  sino que se extiende a lo largo de dos a tres años durante los cuales ambos nadan dentro de las mismas aguas emocionales.

Otro papel de papá tras el puerperio,  y que explica muy bien Laura Gutman en su libro “La maternidad y el encuentro con la propia sombra”, es el de la separación. Cuando los tiempos de maduración están dados para que la fusión comience a desprenderse, es decir, cuando el niño cobra más autonomía y se va convirtiendo en “yo soy” (alrededor de los dos a tres años) el papá separa al niño o niña de la fusión. ¿Y cómo lo hace?, diciendo por ejemplo: ahora es el tiempo para mamá y papá, vamos a salir a disfrutar de un tiempo solo para los dos, o ahora es el tiempo para papá e hijo-a, vamos a pasear, vamos a jugar, vamos a comer y dejamos que mamá se tome su propio tiempo. Esta función paterna, aclara la autora argentina, es muy importante porque de no haber quien separe, se corre el riesgo de que se prolongue la fusión hasta devenir en la apropiación por parte de la madre sobre la vida del hijo. Así mismo señala que en  casos donde el padre biológico no estuviera presente,  una figura masculina respetuosa y amorosa, como abuelo, tío, nueva pareja de la madre, podría asumirla. Con esto el padre, o la figura paterna, por un lado, logra  rescatar a su mujer, logra que la pareja vuelva a recuperar más espacios, y por el otro,  consolida el vínculo directo con su hijo o hija sin la intermediación de la madre.

Algo que debería resultarnos mucho más sencillo y saltar a la vista simplemente con usar el sentido común, tiende a complicarse a partir del desconocimiento y de la falta de referentes. Además de que parimos,  o tal vez por esa razón entre otras, a las mujeres desde niñas nos entrenan para ser madres. Los varones, en cambio,  casi nunca son socializados para la paternidad  (que un niño juegue con muñecas hace levantar sospechas) y aunque los tiempos van cambiando, en general se les sigue preparando, en el mejor de los casos,  para engendrar y para proveer económicamente desde la distancia afectiva.  Por tanto, llegado el momento, es más difícil que el varón encuentre identidad en el hecho paterno. Sin referentes ni preparación, es frecuente que el nacimiento de un hijo sorprenda al hombre con mucha angustia e incertidumbre. Por otro lado los tiempos de nutrir a la pareja casi desaparecen para cubrir las demandas del hijo que nace.  Sin embargo la mujer acompaña y es acompañada por su cría, mientras que el varón, se queda solo. En algunos casos, según sea el aprendizaje o la madurez emocional, puede que el varón llegue a experimentar la fusión madre-bebé, desde los celos y el abandono por parte de su pareja. A todo esto se suma el hecho de que las mujeres puérperas así como no estamos disponibles para un extendido etcétera que nos saque de la sincronía con nuestro bebé, tampoco nos sentimos sexualmente disponibles para el varón,  lo cual no significa que lo hayamos dejado de amar. Toda esta situación muy pocas veces se entiende y atiende con madurez, provocando el naufragio de muchas parejas. En este sentido la llegada de un hijo se plantea como una prueba para la relación. En la medida en que no hemos tejido vínculos más allá del juego romántico y los encuentros sexuales, si no hemos construido la relación sobre las bases del compromiso, la incondicionalidad, la solidaridad, la comunicación profunda y honesta, llegado el nacimiento de un hijo, la pareja enfrenta más riesgos de quebrarse. De hecho es muy frecuente que suceda  durante  el puerperio. Saquemos  cuenta de los casos conocidos  (cuidado si propios)  donde el adulterio, la separación temporal o la ruptura definitiva ocurren durante los primeros meses o años tras la llegada de un hijo o hija.

La autora Laura Gutman, quien según mi criterio brinda una de las miradas más profundas y certeras acerca del puerperio,  por un lado explica que cuando un varón cumple con el papel de sostener, consentir y cuidar a la mujer puérpera, le está abriendo más posibilidades y disposición a su pareja para establecer vínculos y por lo tanto sentirse mejor y más disponible para él.  Por otra parte ante la situación de sensibilidad corporal y emocional que atraviesa una mujer puérpera, propone feminizar las relaciones sexuales. Es decir, que las conversaciones largas con masajes suaves,  los besos apasionados, los abrazos prolongados, se conviertan en la expresión sexual de la pareja, más allá  de la penetración o del sexo exclusivamente genital.

Si cada uno, papá y mamá,  entiende y atiende conscientemente la naturaleza propia del puerperio y el papel que es llamado a ejercer durante este período crucial de la sexualidad femenina y de la crianza, será mucho más factible atravesarlo satisfactoriamente y nuestros niños serán los beneficiados.

Enlaces relacionados:

Lo que no se dice sobre el posparto o puerperio

 

Twitter. @conocemimundo

 

jueves, 18 de abril de 2013

Lo que no se dice sobre el posparto o puerperio


A partir del nacimiento de un hijo, las mujeres ingresamos de pronto y sin aviso en un estado físico y psicológico potente, desconocido, perturbador. Un tramo crítico del camino de la crianza que a menudo atravesamos sin preparación ni conciencia de lo que implica en su profunda e inmensa dimensión y del que ni remotamente sospechamos en qué medida viene a transformarnos la propia vida y a determinar la vida de nuestros hijos e hijas.  Me refiero al puerperio.
El instinto materno, se despliega cuando nace nuestro hijo. En la medida en que los nacimientos sean menos intervenidos médicamente -es decir, según sean más respetados-  la oxitocina, la prolactina y otras hormonas responsables de orquestar el parto y la lactancia,  eclosionan también con el propósito de consolidar el vínculo mamá-bebé. Este complejo mecanismo diseñado por la sabia naturaleza, se encargará de que la madre enloquezca de amor por su cría y estreche potentes lazos que le impelen a interpretar y cubrir minuciosa, continua e inmediatamente sus necesidades así como protegerla de amenazas para garantizarle la sobrevivencia. Gracias a ello, hemos sobrevivido como especie. Mamá y bebé funden sus almas.  Aún cuando se separan físicamente después del parto o nacimiento, continúan fusionados emocional y psicológicamente constituyendo una díada que inicia a partir del nacimiento y que se extiende a lo largo de dos a tres años cuando la cría comienza a separarse en la medida que adquiere progresivamente autonomía y   desarrolla sus primeras nociones de individualidad.
Notarán  que hasta ahora describo un escenario completamente diferente al que nos han contado. Nos dicen que el puerperio o posparto -al que también llaman cuarentena- constituye básicamente un período de veda sexual tras el parto o nacimiento, para dar tiempo a que la mujer se “recupere” físicamente.  Y es que con frecuencia, en asuntos del alma femenina,  maternidad,  bebés y  crianza, la realidad resulta muy distante de lo que se aprende en la academia y por ende de lo que nos advierten los “especialistas”, pero también de lo que nos muestran las fotografías de portadas de revistas con bebés rozagantes y felices en los brazos de súper modelos con rostros “impecables” y cuerpos entrenados en gimnasios. En medio de esta construcción social  nos sorprende la realidad del puerperio desde una mirada errónea o estrecha, que conduce a negarlo y pasarlo de largo bajo la presión de retomar en poco tiempo las condiciones anteriores a la gestación, cosa por demás imposible, porque ninguna mujer tras el nacimiento de un hijo volverá a ser física, psicológica o emocionalmente la misma que era antes. Y aquí viene la pregunta a quema ropa: ¿serán la mayoría de los diagnósticos de depresión posparto uno de tantos despropósitos producto de la desnaturalización del puerperio?

Son muy pocos o más bien pocas, diría yo (la autora argentina Laura Gutman entre ellas) quienes advierten que el puerperio no termina a los cuarenta días tras el parto. Ningún obstetra avisa a la mujer puérpera que su alma se rompe tras la ruptura del cuerpo, que ante nuestra cría en brazos, aflora también la niña que fuimos y que se encuentra alojada en la sombra con todas sus memorias de desamparo. Rara vez alguien nos explica como lo hace la Gutman,  que, si el entorno respeta y permite que suceda el proceso natural,  toda la energía, la disponibilidad, el impulso de la madre reciente, su libido se dirigen a atender, proteger, sostener, alimentar al  bebé;  que la percepción se vislumbra a través de los sentidos del bebé, que los ruidos se escuchan más fuertes porque alteran al bebé, que todo tiempo, todo ritmo se acompasa con los del bebé y es por eso que la madre puérpera a menudo tiene la sensación de haber enloquecido… en resumen, que nos mudamos al planeta bebé  y el mundo cotidiano,  el mundo exterior,  se vuelve ajeno, distante,  difícil de digerir, se convierte en una carga muy difícil de sobrellevar que desborda, que satura a la mujer puérpera. 
Durante el puerperio, es imprescindible que las mujeres tengamos apoyo de personas empáticas y altruistas que intermedien entre nosotras y el ámbito fuera de la esfera de la fusión emocional con nuestra cría, el de los asuntos domésticos, el del pago de las cuentas, el trabajo en la oficina o cualquier actividad que entrañe distancia física y emocional con nuestro bebé, las ocupaciones y preocupaciones por proveer lo necesario para la subsistencia y el funcionamiento del hogar, la organización de las rutinas si hay hijos mayores que atender, las relaciones o asuntos familiares… Otra cosa que casi nadie registra es que las mujeres puérperas así como no estamos disponibles para un extendido etcétera que nos saque de la sincronía con nuestra cría, tampoco nos sentimos sexualmente disponibles para el varón,   lo cual no significa que lo hayamos dejado de amar. Esta situación pocas veces se entiende y atiende con madurez, provocando el naufragio de muchas parejas. Pero de este tema me ocuparé con detalles en el próximo post.
En conclusión, la mujer puérpera necesita y debe ser comprendida y sostenida fundamentalmente por su pareja o por la figura cada vez más protagónica de la doula, así como por toda una red que bien pueden entramar familiares, amigos, vecinos, la sociedad, las políticas públicas, las leyes… Pero un apoyo bien entendido no consiste en  saturar a la madre reciente con lo que debe o no debe hacer, ni reside en atender  al bebé por ella, sacarlo de su regazo o darle el biberón para “quitarle un peso”, ni se basa en crear más guarderías para que la madre pueda irse a trabajar lejos de su cría.  Una ayuda genuina supone descargarla de tareas, de ritmos, de tiempos, de sistemas ajenos a los que demanda la díada, para que la madre reciente se dedique enteramente a profundizar el vínculo y descubrir por sí misma con ayuda de su sabio instinto -ahora  a flor de piel- el modo de amar y cuidar a su bebé. Porque es el cuerpo de la madre, su olor, su calor, su mirada, su voz, su leche lo que una cría humana, primate, mamífera, realmente necesita de manera constante durante el período de fusión que no se reduce a cuarenta días,  sino que se extiende a lo largo de dos a tres años durante los cuales ambos nadan dentro de las mismas aguas emocionales. Realidad que la mayoría de los parientes, profesionales de salud y que la sociedad en general no reconoce y por tanto no nos cuenta ni mucho menos nos acompaña a atravesar.   

Enlaces relacionados 

Ya soy papá ¿ahora qué hago?


Twitter. @conocemimundo

lunes, 15 de abril de 2013

Dime qué tipo de crianza aplicas y te diré qué sistema de gobierno fortaleces

 
“Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”
Carl G. Jung
Dime qué tipo de crianza aplicas y te diré qué sistema de gobierno fortaleces. Esta frase que podría considerarse un sustrato de la pedagogía negra estudiada por la gran Alice Miller, la repito a menudo a través de todos los medios de difusión a mi alcance como también he hablado y escrito a menudo sobre esta autora y su libro “Por tu propio bien” en el cual analiza descarnadamente los principios de este sistema de crianza y educación, y el modo en que a partir de él se han diseñado métodos sistemáticos de tortura psicológica y física para reprimir la vitalidad infantil con el objeto de que los niños se conviertan en súbditos ciegamente obedientes de la autoridad adulta y sobre cómo a estos métodos los hemos llamado “educación”. 
 Nos demuestra Alice Miller cómo el maltrato y abuso infantil contenidos en los sistemas educativos basados en la pedagogía negra (aún vigentes y hegemónicos), se constituyen en la causa de las enfermedades psíquicas, y de toda clase de violencia subjetiva y social, además  de abonar el terreno para el sometimiento ulterior del individuo ante líderes autoritarios y violentos, tal y como sucedió con el fenómeno de las masas que siguieron ciegamente y votaron por Hitler en la Alemania Nazi.   
Resultó que recientemente me tocó caer en las fauces del monstruo burocrático e ineficiente del sistema de seguridad social venezolano. Así que durante horas de aciagas colas aproveché para releer este revelador y a la vez estremecedor libro "Por Tu Propio Bien", de  Alice Miller. Me reencontré con varios textos  que me llamaron especialmente la atención habida cuenta de los días que discurren en mi país, Venezuela, y decidí compartirlos en este post.  
Dice la Miller refiriéndose al fenómeno de las masas educadas o criadas bajo los esquemas de la pedagogía negra que terminaron por seguir ciegamente a Hitler, lo siguiente: 
“El entusiasmo por Hitler no sólo es comprensible por las promesas que había hecho (¿quién no hace promesas en vísperas de elecciones?), no sólo se explica por el contenido, sino por la forma en que fueron ofrecidas. Era precisamente la gesticulación teatral –ridícula para un extranjero-  lo que les resultaba tan familiar a esas masas y, por consiguiente, ejercía sobre ellas un poder de sugestión tan grande. Todo niño pequeño está sujeto a este tipo de sugestión cuando su querido, grande y admirado padre habla con él. Lo que éste diga carece de importancia: lo importante es en qué forma habla. Cuanto más se magnifique, tanto más será admirado, sobre todo por un niño educado según los principios de la pedagogía negra. Cuando el severo, distante e inaccesible padre condesciende por una vez a hablar con el niño, tiene lugar, sin duda,  una gran fiesta, y todos los sacrificios altruistas serán  insuficientes para merecer ese honor. Un niño bien educado jamás podrá darse cuenta de que aquel padre, aquel hombre enorme e imponente, podría según qué circunstancias, ser una persona sedienta de poder , nada honesta y, en el fondo, insegura. Y la cosa sigue: un niño así no podrá aprender nada de esas circunstancias, ya que su capacidad de aprendizaje está bloqueada por la obediencia tempranamente impuesta y la supresión de los propios sentimientos. “
Sigue Alice Miller con los crudamente esclarecedores análisis acerca del modo en que la crianza represiva y violenta, reproduce individuos perfectos para constituir las masas  ciegamente obedientes a los líderes autoritarios, incluso genocidas,  sin que sean capaces de registrar la gravedad implicada en tales barbaries.  
“Así pues, cuando aparece un hombre y comienza a hablar y a comportarse como el propio padre, hasta el individuo adulto olvidará sus derechos democráticos o no se dará cuenta de ellos, se someterá a aquel hombre, lo aclamará, se dejará manipular por él, depositará en él su confianza y, por último, se entregará a él sin reservas y no será consciente de su esclavitud, como no somos conscientes de todo cuanto signifique una prolongación de nuestra propia infancia.” 
Entre otros extractos del libro "Por Tu Propio Bien", de la gran Alice Miller referido a la secuela de los mecanismos de  sumisión total de los niños a la voluntad de los adultos,  que se basan en los principios de la pedagogía negra y se reflejan en el sometimiento ulterior a líderes políticos autoritarios, me encontré con estas citas que hace la autora a un miembro prominente del Partido Nazi:   
“La situación aquí descrita es realmente la de un niño pequeño frente a su padre autoritario. Göring admitía públicamente: ‘No soy yo quien vivo, sino Hitler quien vive en mí’ (…) Herman Göring decía: ‘Si el cristianismo católico está convencido de que el Papa es infalible en todo lo relacionado con la religión y la moral, nosotros, los nacionalistas, proclamamos con la misma convicción íntima que, también para nosotros, el Fürhrer es absolutamente infalible en todo lo relacionado con la política y las demás cosas vinculadas al interés social y nacional del pueblo… Es una bendición para  Alemania que en la persona de Hitler se haya consumado la fusión del más agudo pensador lógico y filósofo realmente profundo con un férreo hombre de acción, tenaz hasta el extremo.’  O bien: ‘Quien quiera que conozca las circunstancias en que vivimos… sabrá que cada uno de nosotros posee exactamente el grado de poder que el Führer desea otorgarle. Y sólo con el Führer y manteniéndonos detrás de él seremos realmente poderosos y tendremos en nuestra mano los grandes medios de poder del Estado. Pero actuar  contra su voluntad o simplemente sin que él lo desee, supondría perder en el acto todo nuestro poder. Una palabra del Führer, y aquel a quien el quiera eliminar perecerá. Su prestigio y su autoridad son ilimitados…’"
Viene al caso compartir también la siguiente reflexión recogida  de una conversación reciente  con el psicoanalista Antonio Pignatiello, en mi programa de radio sobre paternidades, sus lugares y relatos.  Palabras más, palabras menos, en un intento de explicar el modelo de padre que hemos interiorizado hegemónicamente surgió el modelo paternal construido dentro del esquema identitario ferozmente patriarcal, jerárquico, autoritario, el de la figura todo poderosa que habla y se impone, que ordena y todos obedecen, que básica y exclusivamente sirve para proveer bienestar económico, el de la figura ausente o lejana emocionalmente que, como dice la Miller, cuando por fin nos nombra o nos mira condescendiente hace de la vida una fiesta.
      
Nada más que agregar salvo que dejo abierto el espacio para hacernos preguntas.


Twitter. @conocemimundo






miércoles, 10 de abril de 2013

Paciencia para criar, ¿de dónde la sacamos? (Parte V)



Qué entendemos por paciencia, cuán importante es esta cualidad en el contexto de la crianza; por qué la perdemos de vista con tanta facilidad; qué podemos hacer para cultivarla y practicarla de un modo sostenible y genuino durante el enorme desafío que supone la crianza de los hijos... son preguntas que nos hemos planteado con el propósito de abrir el espacio de reflexión  a partir de  la ayuda de expertos, psicólogos, autores, educadores, padres y madres blogueros de Iberoamérica, todos amigos orientados por los principios de crianza consciente. Esta es la quinta y última entrega de una serie de entrevistas publicadas cada miércoles  en nuestro Blog y en Inspirulina. Aquí pueden ver la primera, la segunda, tercera y cuarta entrega.

Hoy les traigo las voces de dos queridos especialistas, (esposo y esposa) y directores de la reputada  Revista web española,  Mente Libre. Ellos son Ramón Soler, psicólogo  experto en Terapia Regresiva Reconstructiva, Hipnosis Clínica, Psicologia Pre y Perinatal, Psicología infantil y Psicología de la Mujer (embarazo, Parto, Puerperio). Escritor, Divulgador y Conferencista.  Elena Mayorga Licenciada en Filosofía y Letras. Escritora y Divulgadora especializada en Psicología de la Mujer (embarazo, parto, puerperio. Autora de literatura infantil, bloguera. Ambos respondieron el cuestionario en conjunto.

Como bien lo dijo la periodista y bloguera Ileana Medina Hernández en la segunda entrega de este trabajo sobre la paciencia en la crianza , “ No hay un encuentro con el Otro más poderoso y transformador que el encuentro con nuestros hijos.” Espero que estas serie de publicaciones constituya un aliciente a la vez que una herramienta para seguir ahondando en el camino de autoindagación y búsqueda a fin de lograr respuestas  desde nuestros lugares conscientes, durante la aventura de acompañar a los hijos en el proceso de crianza, formación y educación.

Aquí les dejo la última entrevista. Que la disfruten.
Ramón Soler

Ramón Soler y Elena Mayorga (en conjunto)

¿Qué es la paciencia?
En el diccionario existen muchas definiciones de paciencia, pero si te fijas, algunas tienen un matiz negativo y se refieren a la paciencia como la capacidad  para soportar, padecer, tolerar una pesada carga. Este matiz es el que muchas personas suelen aplicar, de forma equívoca, a la crianza de los niños. Piensan que son pacientes porque les aguantan, les toleran, padecen “lo que les hacen”. Sin embargo, esta acepción de paciencia es adultocentrista, condescendiente y unidireccional.
Para nosotros, en la crianza, la paciencia remite a la habilidad para mantenerse serenos cuando las circunstancias o las situaciones que estamos viviendo junto a nuestros hijos nos desbordan emocionalmente.

¿Qué importancia tiene en la crianza de los hijos?
Cultivar nuestra serenidad, mantenerse “templado” en los momentos de crisis es una virtud fundamental para la crianza. Ningún padre es perfecto y, a veces, nos resultará casi imposible no alterarnos y estallar (debido a nuestras propias emociones no resueltas), pero nuestros hijos necesitan que les acompañemos desde el respeto, que vean que no gritamos por todo, que no recurrimos a la violencia para solucionar nuestros problemas. Lo que reciban de nosotros les acompañará toda la vida y lo reproducirán con sus propios hijos. Dejemos un legado de empatía y de Amor, no de violencia y destrucción.

¿Por qué a los padres se nos hace tan difícil ser pacientes con nuestros hijos?
Existe un cúmulo de causas por las que los padres de hoy en día no logramos integrarnos en los ritmos pausados que necesitan nuestros hijos para desarrollarse y crecer de forma óptima. Nos centraremos en las dos principales, por no extendernos en demasía.
La primera, la llevamos integradas en nuestro yo, en nuestro ego, si no fueron pacientes y respetuosos con nosotros, si nos gritaron y pegaron, nos será difícil “contenernos” en los momentos de crisis y no gritar, pegar o zarandear.
Otra causa importante nos viene dada por nuestra cultura. En la sociedad del aquí y del ahora, de las prisas y la competitividad, no hay tiempo que perder y eso significa que esperar a que nuestro hijos realicen sus actividades y descubrimientos  siguiendo sus propios tiempos para muchos padres resulta, casi, insoportable.

¿Qué podemos hacer para que la paciencia nos acompañe de un modo genuino y sostenible durante las exigencias diarias que demanda la crianza de los hijos?
Tenemos que comprender que los niños miran y viven la vida de forma diferente a nosotros. Tenemos que superar nuestras propias carencias infantiles para acompañar a nuestros hijos de forma respetuosa, ofreciéndoles Amor, protección, comprensión y un apego seguro.
Elena Mayorga

¿Cómo se cultiva la paciencia?
La paciencia, la serenidad se cultiva desde el Amor, desde el respeto, desde la comprensión, desde la aceptación de nuestro papel de padres, de nuestra adultez, superando nuestras propias carencias y reconociendo cuáles son las verdaderas prioridades de nuestras vidas.

¿De dónde sacamos la paciencia cuando sentimos que ya no nos queda ni un poquito?
En momentos críticos, en los que nos vemos desbordados, tenemos que pararnos, frenar y aprender a focalizar el problema. ¿Qué está pasando? ¿Por qué estamos reaccionando así? ¿Cómo podemos evitar que la tensión aumente?

¿Cómo reconducir las respuestas violentas hacia nuestros peques cuando nos sentimos desbordados?
En primer lugar tenemos que intentar no sentirnos heridos en nuestro ego por lo que esté ocurriendo. Nuestros hijos no quieren molestarnos, fastidiarnos o manipularnos, simplemente, están viviendo una situación con los recursos emocionales que poseen, que a menos edad, más reducidos son.
Nosotros debemos actuar como adultos, serenarnos, buscar técnicas y trucos personales para evitar utilizar la violencia con nuestros hijos.
Sabemos que resulta complejo, pero es posible.

Lee las demás entregas de este especial con entrevistas y puntos de vista sobre la paciencia en la crianza,   en los enlaces siguientes:

Twitter. @conocemimundo

miércoles, 3 de abril de 2013

Paciencia para criar, ¿de dónde la sacamos? (Parte IV)


“Con una pequeña ayuda de mis amigos”,  llegamos a la cuarta entrega de esta serie de cuestionarios sobre la paciencia, que hemos compartido cada miércoles.  (Aquí pueden ver la primera parte, aquí la segunda y aquí la tercera) 

Ha sido inconmensurable el aporte de especialistas, docentes, psicólogos, mamás y papás blogueros de Iberoamérica, todos muy sensibilizados y comprometidos con el buen trato hacia nuestros pequeños. Estoy segura que seguirán encontrando  nuevos referentes para lograr el tan preciado y escaso atributo de la paciencia, indispensable para criar libre de violencia.

En esta oportunidad contamos con la sabia y sensible opinión de dos grandes y queridos amigos: Oscar Misle Terreno, uno de los gurúes de los derechos de niños, niñas y a adolescentes en Venezuela, docente, psicoterapeuta, fundador de Cecodap y coautor de  Lo que esconden los morrales”, libro con herramientas para el abordaje de la violencia escolar.  Louma Sader Bujana, libanesa, venezolana afincada Barcelona España, odontólogo, mamá bloguera (blog Amor Maternal), diseñadora y autora de “Reflexiones sobre Crianza Respetuosa”.


Disfruten y saquen todo el provecho a las entrevistas.


 
Oscar Misle Terrero
Hola amiga, aquí te envío mis respuestas:

¿Qué es la paciencia?
La paciencia no es pasividad, no es aguantarse, es ir adquiriendo la fortaleza que da el amor cuando logramos autocontrol y serenidad para atender las demandas de nuestros hijos e hijas en sus distintos momentos de desarrollo. Es un trabajo interno, permanente, para contactar lo que sentimos y cómo nos sentimos cuando nuestros hijos agotan nuestra paciencia y tenemos que decidir qué hacer con toda
esa ensalada de emociones.

¿Qué importancia tiene en la crianza de los hijos?
Sólo con la paciencia podremos actuar sin dejar que nuestra ansiedad, intolerancia, desesperación… nos hagan una mala jugada y terminemos por agredir  porque las cosas no son como deseamos ni en el momento que queremos. Con nuestra paciencia enseñamos a nuestros hijos e hijas a vivir esta virtud.

¿Por qué a los padres se nos hace tan difícil ser pacientes con nuestros hijos?
A veces somos muy intolerantes, desconocemos el desarrollo evolutivo de nuestros niños, tenemos muchas expectativas sobre cuándo y cómo deben hacer las cosas, y nos olvidamos que por su condición tienen ritmos, necesidades e intereses que nos cuestan comprender y aceptar, especialmente cuando estamos estresados.

¿Qué podemos hacer para que la paciencia nos acompañe de un modo genuino y sostenible durante las exigencias diarias que demanda la crianza de los hijos?
Identificar qué sentimos y cómo nos sentimos cuando nuestros hijos e hijas se comportan de una determinada forma. Reconocer qué comportamiento de nuestros hijos nos irritan y desesperan más, en qué momentos y ante qué circunstancias ocurren, para tomar el timón y no dejar que nuestras emociones se desborden. Si no nos podemos controlar es importante buscar apoyo profesional.

¿Cómo se cultiva la paciencia?
Es un trabajo diario, que requiere justo eso, paciencia. Es importante incorporar en nuestra vida momentos y espacios para relajarnos, recrearnos, escuchar música, leer… para que el estrés no nos lleve a una prisa incontrolada y comencemos a atropellar todo el que se nos ponga por delante, en especial nuestros hijos.

¿De dónde sacamos la paciencia cuando sentimos que ya no nos queda ni un poquito?
Sólo con la comprensión de nosotros mismos y de nuestros hijos podremos administrar nuestras reservas internas sin permitir que el agobio nos agote y nos enferme cuando llegamos al límite del “no puedo más”. En estos casos hay que solicitar apoyo al grupo familiar o algún profesional.

¿Cómo reconducir las respuestas violentas hacia nuestros peques cuando nos sentimos desbordados?
Cuando estamos desbordados, no somos capaces de autocontrolarnos y caemos en el riesgo de agredir a nuestros hijos. Debemos evitar actuar en el momento en que estemos muy molestos por un determinado comportamiento. Dependiendo de la edad lo podemos comunicar. Es necesario contactar qué sentimos y cómo nos sentimos para poner en práctica nuestros mecanismos de autocontrol y cuando nos sentimos más serenos, comunicarnos con nuestros hijos para identificar que pasó, por qué y para qué se portó de esa  manera.


Louma Sader Bujana

¿Qué es la paciencia?
La paciencia para mí es la capacidad de esperar y respetar los ritmos del otro permaneciendo nosotros en un estado de paz interior.

¿Qué importancia tiene en la crianza de los hijos?
Creo que la paciencia tiene una importancia crítica dentro de la crianza respetuosa. Si partimos de una filosofía de vida en la que respetamos a nuestros hijos, sus ritmos, necesidades físicas, emocionales, afectivas, psicológicas, espirituales, si somos respetuosos con aquello que nos rodea, nos damos cuenta de que a veces las necesidades y ritmos del otro no coinciden con los nuestros.
Si yo conozco el estado evolutivo en el que se encuentra mi hijo, si sé aquello de lo que es capaz ahora, aquello que necesita y lo que aún no puede dar o hacer, puedo ajustar mis expectativas y mi estado interior con el de mi hijo. Mientras más en sintonía estemos con nuestros hijos, más fluida será la crianza. A mi parecer es necesario ser pacientes, empáticos y tener expectativas realistas para ello.

¿Por qué a los padres se nos hace tan difícil ser pacientes con nuestros hijos?
Traemos un enorme bagaje social lleno de "deberías", de preconcepciones, de mentalidad cuadrada e industrial en la que queremos encajar al niño en nuestras expectativas, nuestro mundo, nuestros ritmos en lugar de conocerlo como ser único que es y adaptarnos a él, sus capacidades, necesidades y etapa evolutiva.

¿Qué podemos hacer para que la paciencia nos acompañe de un modo genuino y sostenible durante las exigencias diarias que demanda la crianza de los hijos?
Estamos tan desconectados del niño que fuimos, si lográramos recordarlo, sentirlo, volver a ponernos en su piel, rememorar aquello que nos gustaba cuando éramos niños, los tratos que nos molestaban, y aquello que nos hacía sentir a gusto, sería mucho más fácil tener la paciencia que necesitamos como padres.

¿Cómo se cultiva la paciencia?
Creo que es crítico vaciar regularmente el vaso de la paciencia de manera que no se derrame con un par de gotas, de manera que podamos enfrentar lo más serenamente posible los retos del día a día -sean inherentes a la crianza o no.
Para ello es imprescindible tener identificados nuestros gatillos -aquello que nos hace salirnos de nuestras casillas, que nos predispone a reaccionar negativamente; muchas veces son cosas que con un poco de organización y disciplina podemos incorporar en nuestra rutina diaria para sentirnos más a gusto. Si yo tengo estas cosas que son básicas para mí cubiertas -al menos en una mínima medida- y estoy conectada con la niña que fui y con mi hijo, seguro que tendré paciencia para vivir con serenidad y actuar respetuosamente ante las situaciones que se me presenten a diario.

¿De dónde sacamos la paciencia cuando sentimos que ya no nos queda ni un poquito?
Del amor, de la perspectiva -¿voy a enfadarme así "de grande" por una situación fácil de arreglar?, con pequeños trucos como fijar un gesto -mírale las manos a tu hijo y observa lo pequeñitas que son comparadas con las tuyas, recuerda que se está iniciando en la vida, que hay tantas cosas con las que experimenta porque aún no conoce, está aprendiendo apenas-, o una palabra o símbolo que nos haga volver al presente -cuando tengo un día gris me pinto una carita feliz en la mano, cada vez que la veo recuerdo sonreír y eso me mantiene de un humor ligero y positivo-. También podemos usar técnicas de respiración consciente -con mis maestros de yoga aprendí pranayama- es increíble cuánto puede ayudarnos a serenarnos y sacar nuevas fuerzas el simple hecho de respirar lenta, profunda y conscientemente.


Lee las demás entregas de este especial con entrevistas y puntos de vista sobre la paciencia en la crianza,   en los enlaces siguientes:



Twitter. @conocemimundo