"...hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros..." Octavio Paz. El Cántaro Roto.

CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Para una crianza consciente, formación y transformación



Para criar sin violencia debemos conocer la naturaleza de los distintos períodos evolutivos de los niños. La mayoría de las veces las interferencias en el vínculo con las criaturas a nuestro cargo se producen porque el adulto no tiene perspectivas realistas acerca de lo que puede o no esperar según corresponde a su etapa madurativa. Circula demasiada información falsa y tenemos muchas lagunas.



Si andamos demasiado desconectados y orientados por patrones o mandatos externos distantes de la realidad del mundo infantil (y esto pasa no sólo con criadores y educadores, sino también con profesionales sanitarios como pediatras, psicólogos, etc.) se hace necesario formarnos acerca de la real naturaleza y necesidades -sobre todo psicoafectivas- de los peques. Muy probablemente debamos salirnos del surco, elegir una orientación alternativa capaz de mostrar puntos de vista radicalmente opuestos a los habituales. Si queremos resultados distintos, hay que atreverse a hacer las cosas de un modo distinto, cambiar el paradigma de crianza. Busquemos información sobre crianza alternativa, (libros, contenido en redes sociales, revistas, talleres, charlas, seminarios, grupo de padres o escuela para padres) Que el año 2015 sea un año para incorporar nuevas herramientas y conocimientos que ayuden a mejorar nuestro desempeño como padres. 



Ser padres viene con la oportunidad de replantearnos el modo en que hemos encarado la vida, nuestro cuerpo, emociones, pensamientos, acciones y relaciones. El niño real que llega a nuestros regazo despierta al niño que fuimos. Atrevernos a mirar el modo en que realmente fuimos amados o desamparados durante nuestra propia niñez y cómo desde ese amor o desde ese desamparo estamos criando en el presente -con mayor o menor disponibilidad emocional hacia nuestros hijos- es condición indispensable para tomar decisiones conscientes que permitan establecer interacciones sin interferencias en el sano desarrollo de los niños a nuestro cargo.



La llegada de un hijo o hija, abre portales de transformación y crecimiento. Dependerá de nosotros aprovechar o dejar pasar la oportunidad. Con el hecho de la paternidad o la maternidad, el terreno queda abonado, todo se sincroniza para que salga el buscador que llevamos dentro y emprendamos el trabajo de expansión de la conciencia hasta ubicarnos en la perspectiva desde la cual estar mejor capacitados para acompañar a nuestros hijos e hijas de un modo respetuoso y empático. 

Comprometernos a enmendar los estragos transgeneracionales de abusos, malos tratos, violencia y desamparo, significa honrar y curar al niño o la niña que fuimos, pero sobre todo entraña saldar una deuda urgente con el niño y la niña presente a nuestro cargo y por añadidura con las generaciones futuras.


La maternidad y la paternidad son auspiciosas para darnos cuenta de que ya no somos niños vulnerables, indefensos ni dependientes. Ahora estamos en capacidad de encontrar recursos propios para criar a nuestros hijos con afecto, respeto y contención, y abrirles camino hacia una vida plena de sentido, amor, conciencia despierta, una vida en libertad. Busquemos la ayuda apropiada para emprender el trabajo de formación y de transformación personal. Ahora es el momento. ¿Les parece un buen propósito para el 2015?



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miércoles, 3 de diciembre de 2014

Cuando las opiniones, creencias y costumbres se convierten en interferencias

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Trata a los pequeños como te gustaría ser tratado por los grandes. Proverbio

Andamos tan ensimismados dentro de nuestro propio punto de vista que en lugar de observar y dejarnos guiar por los niños, a menudo nos perdemos en debates de opiniones sobre el modo correcto o incorrecto de criarlos. Que si está bien o no que duerma en solitario, que si está bien o no retirar los pañales a los 2 años o cuando el chiquitín lo deje por sí solo, que si está bien o no forzarlo a comer con horarios o dejar que coma a libre demanda, que si está bien o no mandarlo a la guardería o al rincón de pensar, que si está bien o mal que el niño juegue con muñecas, cocinitas y la niña con carritos o viceversa, que si a una bebé no le molesta o si le molesta “aprender” a llevar lazos, cintillos y adornos en la cabeza para complacer  mi deseo de lucir bonita...  Incesantemente desde un planeta paralelo, mirando al niño desde arriba o desde la distancia emocional, nos enfrascamos en defender nuestras opiniones y perdemos de vista que el asunto realmente importante no es la opinión  o el debate entre  adultos  sobre si está bien o está mal cualquier interacción con los niños a nuestro cargo.  Si realmente queremos actuar en beneficio del sano desarrollo de nuestros peques, la pregunta importante a formularnos es ¿qué siente el niño, cuál es su punto de vista? De lo que se trata es de sintonizar con la criatura,  y estar dispuestos a respetar su integridad como persona, comprender sus reales necesidades y deseos, procurando satisfacerlos. 

Otra interferencia muy común en la crianza se arraiga en la necesidad de mantenernos en la zona de confort sin disposición de preguntarnos porqué seguimos haciendo las cosas del mismo modo y cerrándonos al cambio. La psicopediatra y autora Rosa Jové en su libro "Todo es posible" nos recuerda que si no existieran personas capaces de cuestionar los idearios y condicionamientos sociales, aún estaríamos en la Edad Media. Jové relata la anécdota de una mujer que había hecho durante años la receta de rollo de carne asada exactamente como aprendió con su madre: adobaba, maceraba, amarraba y cortaba las dos puntas en ambos extremos del rollo de carne antes de meterla al horno. Un buen día se cuestionó las razones de cortar las puntas del rollo de carne y llamó a su mamá para indagar. Su madre le respondió que cortaba las puntas porque el molde donde iba la carne era muy pequeño y tenía que hacerlo así para que cupiera dentro... Vale la pena preguntarse cuántas de nuestras creencias, idearios y costumbres actuales siguen teniendo alguna utilidad o sentido, vale la pena atreverse a cuestionar lo naturalizado y hacer las cosas de un modo distinto al que lo hemos hecho siempre. La vida es cambio constante, busquemos nuevos referentes para educar a nuestros hijos y alumnos o corremos el riesgo de atascarnos en esquemas vencidos. Hay que atreverse a romper con la consistencia, a “pensar fuera de la caja”.






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