"...hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros..." Octavio Paz. El Cántaro Roto.

CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Hacernos conscientes nos hará libres





Las heridas que arrastramos desde la infancia, las heridas primarias de desamparo, de abandono, de abusos y malos tratos, las hemos reprimido,  las hemos desdibujado, nombrado de otra manera para exorcizarlas, las hemos  negado y sepultado en el sótano oculto del inconsciente.  Así nos educaron y desmontar la lealtad hacia nuestros criadores ahora, para hacernos conscientes, sería demasiado doloroso.

Pero aunque perdemos memoria factual acerca de lo que las causó,  todas esas heridas constituyen improntas alojadas en un lugar sin tiempo, y prestas a actualizarse con cualquier detonante. Ese detonante puede ser cualquier persona, grupo de personas, evento o conjunto de eventos que nada tienen que ver con lo que originalmente causó nuestras heridas emocionales primarias. 

Algunos seres humanos básicamente orientadas por el afán de poder, suelen aprovecharse de esta condición. ¿Y cómo lo hacen? Creando detonantes que actualicen nuestras heridas y provoquen la manifestación colectiva del odio y de la ira históricamente reprimida y acumulada desde la infancia que nunca estuvimos en condiciones de reconocer, nombrar ni mucho menos atribuir a quienes realmente la causaron ¿Y por qué lo hacen? porque el odio y la ira  es energía, es combustible que moviliza hacia la destrucción. Si esa energía se manipula hábilmente para que actúe como arma de guerra a favor de terminados intereses, les resulta muy provechosa.

Por eso digo: Revisemos bien. El origen de nuestro odio seguramente dista mucho de esa persona o de ese grupo de personas hacia quienes lo dirigimos.   Reflexionemos.  Al margen de lo que haya causado nuestras heridas, somos responsables de elegir el modo en que responderemos. Asumamos la responsabilidad sobre nuestras emociones y cómo gestionarlas. Asumamos la propia libertad de elegir si nos dejamos arrastrar y aplastar por la estampida del colectivo asustado, estresado y violento o decidimos optar por una forma digna, compasiva y respetuosa de tratarnos a nosotros mismos y a los demás, al margen de lo que suceda alrededor. Enfrentemos el compromiso con nuestra propia salud y bienestar, para encontrarnos en condiciones de ofrecer salud y bienestar a quienes nos necesitan, sobre todo y especialmente a los niños y niñas a nuestro cargo. Superemos nuestras heridas emocionales porque ellas nos hacen esclavos. El verdadero poder personal emerge cuando somos capaces de ser conscientes del origen de nuestras  emociones. Hacernos consciente, nos hará libres. 

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