"...hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros..." Octavio Paz. El Cántaro Roto.

CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.

martes, 9 de agosto de 2016

Confianza básica y autoprotección

En una civilización que mayoritariamente basa la educación sobre las premisas del adiestramiento y la obediencia, muchos padres y adultos ven una amenaza cuando deberían ver una bendición en la expresión del deseo, las necesidades, la disconformidad y la iniciativas de acción, exploración y movimiento de los niños, manifestada de manera pura y total desde la raíz de su ser.  Fruto de patrones insanos de crianza transgeneracionales, hemos perdido de vista la conexión que existe entre esta habilidad natural, instintiva de las criaturas y el despliegue y fortaleza de sus  capacidades de autoprotección y su iniciativa de acción en sintonía consciente  con sus necesidades.

La prevención de las distintas formas de abuso a las que puede exponerse un ser humano durante su niñez, adolescencia y por el resto de su vida, se establece en la primera infancia, cuando los adultos cuidadores nos hacemos sensibles y nos mantenemos disponibles para prodigar la respuesta segurizante inmediata que el bebé/niño necesita y que pide instintivamente a través de mecanismos naturales de autoprotección como el llanto y otras formas de expresión de disconformidad. Cuando permitimos que  las criaturas desarrollen y fortalezcan la capacidad innata de manifestar sus deseos, emociones, lo que les gusta o no, así como la confianza de recurrir a sus adultos significativos para pedir ayuda.  Cuando los adultos permitimos o facilitamos al niño la posibilidad de autorregular sus biorritmos de hambre y saciedad, descanso, movimiento y acción exploratoria... en sintonía con su propia brújula interior, sintiéndose protagonista de los logros progresivos de autonomía que adquiere en su desarrollo.

De allí la enorme importancia de responder siempre al llanto del niño, validar sus emociones, su molestia, su disconformidad ofreciendo contención, alivio y seguridad. De establecer un vínculo robusto de apego seguro que permita al adulto cuidador interpretar sus necesidades físicas y emocionales, exploratorias y cubrirlas o facilitarlas de inmediato respetando sus ritmos sin imponerlos desde afuera porque ello se traduciría en el alejamiento de su contacto consigo mismo. Es así como haremos sentir y saber al niño que cuenta con personas de confianza a quienes recurrir frente a potenciales situaciones de riesgo o amenaza de abuso en su vida presente y futura. Es así como permitiremos que el niño desarrolle el autoconocimiento de su cuerpo, sus emociones, sus necesidades y la  propia iniciativa para responsabilizarse de ellas.

Respetar, siempre que sea posible, los gustos, deseos, elecciones, decisiones de las criaturas, permitir, validar la expresión de sus emociones, reconocerlas, nombrarlas sin juzgar —sean agradables o desagradables— acompañar respetuosamente sus procesos de afirmación de la individualidad, sus propias ideas aunque lo hagan desde la inmadurez propia de la edad mediante berrinches, etc.; abrir espacios para que manifieste su disconformidad siempre y cuando no constituya daño para sí mismos o para otros, permitirles decir NO, respetar sus ritmos madurativos, son las vías naturales para la consolidación de la seguridad, la autoconfianza, la conexión con la propia sabiduría intuitiva, el control sobre su propio cuerpo, sus deseos, sus necesidades y emociones. Es así como progresivamente las criaturas se van  haciendo conscientes de su cuerpo, deseos, emociones y de los factores internos y externos que lo alteran o equilibran, al tiempo que establecen acciones desde la propia iniciativa para intervenirlas y modificarlas, desarrollando progresivamente la propia sensación de capacidad y eficacia. 
-->


Todo esto permite a las criaturas integrar el hecho de que mediante su propia acción ejercen un efecto positivo para modificar condiciones que les generan insatisfacción, estableciendo la confianza básica que es lo contrario a la indefensión aprendida. Y este es el cimiento  de la autoestima, de la seguridad y la fortaleza emocional que le protegerá de los abusos en su vida presente y futura.





sábado, 6 de agosto de 2016

Cuando las rabietas son muy intensas y frecuentes


Las tan temidas y censuradas rabietas, un tema tratado reiteradamente en este espacio, pero que ahora profundizaremos cuestionando otras aristas como la predisposición a diagnosticar a niños con rabietas frecuentes e intensas con determinados síndromes o patologías, o la creencia general de que los niños diagnosticados con el trastorno de espectro autista no pueden ser acompañados o no responden a recursos libres de conductismo durante estas explosiones emocionales.

MÓNICA SERRANO, PSICÓLOGA
Para ello he pedido el apoyo de una mujer estupenda, muy bien facultada en la materia y claramente orientada por una mirada alternativa basada en el reconocimiento consciente y el respeto a los procesos y la integridad del niño como persona. Mónica Serrano, psicóloga especializada en el acompañamiento a la maternidad consciente y la crianza respetuosa, al desarrollo personal desde la maternidad. Creadora y facilitadora del programa de formación de expertas en  acompañamiento a la maternidad y la crianza, llamado Maternidad Feliz, Crianza Respetada cuya información pueden encontrar en la web www.psicologiaycrianza.com


¿Qué son las tan temidas rabietas o berrinches que tanta angustia provocan  y a menudo nos hacen perder la paciencia?
Los berrinches son explosiones emocionales que se producen a lo largo de la primera infancia. En algunos niños comienzan a aparecer antes, en otros niños aparecen un poco más tarde,  pero aparecen en todos los niños durante el desarrollo emocional sano y pueden ser más frecuentes o menos frecuentes, más intensas o menos intensas. Eso depende de cada niño. Las rabietas o berrinches se caracterizan por reacciones explosivas, puede darse en forma de llanto intenso, de pataletas, de gritos y es una explosión que generalmente está asociada a la ira, al enfado, a la rabia, a la frustración.  Suelen ser muy llamativas para los padres y se observa una cierta  dificultad –también en grado variable- para que remitan o para que el niño vuelva a su estado anterior, que recupere su equilibrio.

¿Por qué se producen? 
La explicación fisiológica de este proceso emocional, es debido a que el bebé nace con el llamado cerebro reptiliano, responsable de la actividad fisiológica vital, necesaria y automática, y el cerebro emocional que regula o activa la respuesta emocional, mucho más maduros que el neocortex, que sería el cerebro racional. Ante un estímulo, el niño reacciona con menos filtros racionales, directamente activando la respuesta de la que es responsable el cerebro emocional. El neocortex se estima que termina de consolidar más su maduración alrededor de los seis / siete años de edad. Por lo tanto, antes de esta edad es fácil y explicable que los niños tengan estos episodios de explosión emocional fuerte.

¿Cómo podemos acompañar las rabietas?
Es importante que este proceso de los niños, sea acompañado desde una perspectiva respetuosa con el niño, que le permita vivir su proceso, que no le recrimine, que no trate de negar este proceso, que no lo castigue, que no lo juzgue, pero que no lo deje solo durante el mismo. Que el niño se sienta aceptado y acompañado durante este proceso es fundamental primero para un desarrollo adecuado de la autoestima,  y por otro lado, es importante que el adulto que lo acompaña comprenda el que esto es una reacción normal, que es una reacción sin una intención por parte del niño. El niño no pretende chantajear, no pretende conseguir lo que desea por medio de la explosión emocional, que no lo está haciendo para fastidiar a nadie, sino que es un proceso propio del desarrollo emocional de la primera infancia.
La manera que yo considero más apropiada de acompañar es permaneciendo al lado del niño, pero permitiéndole ser el dueño y protagonista de su proceso emocional, es decir no intentamos resolver nosotros el berrinche, no nos apropiamos de él, no intentamos distraer, desviar, sino que vamos acompañando al niño, reflejando con palabras lo que el niño está sintiendo: estás muy enfadado, te estás poniendo muy nervioso, estás muy molesto, necesitas chillar, no puedes parar de llorar, te has sentido muy mal. Vamos reflejando su vivencia emocional con palabras. Esto le va a ayudar al niño a ser más consciente de lo que está viviendo del proceso que está experimentando. Le va a ayudar a que el neocortex se active durante este  proceso mediante el reflejo, y además le va a permitir sentirse aceptado y acompañado durante esta vivencia emocional incómoda.
Cuando el niño haya recuperado el equilibrio, podemos hablar sobre lo sucedido: te pusiste muy enfadada, muy nerviosa, te sentiste muy mal, no lograbas controlarte, pero siempre sin juzga, siempre de la manera más descriptiva posible pero completamente libre de juicios.

Puede suceder que en algún momento o período las rabietas se presenten con más frecuencia, duración e intensidad. ¿cuáles podrían ser las causas o los factores que expliquen este incremento? 
Esto puede deberse a varias causas. La etapa entre los dos o tres años, la del oposicionismo en la que el niño empieza a descubrir su yo, como un ente separado de su madre y aparece la negación como mecanismo para autofirmarse, puede favorecer que aparezcan berrinches cuando el niño no logra el objetivo que se había propuesto. Esa necesidad de autoafirmarse combinada con el estadio evolutivo de desarrollo emocional y cognitivo, pueden llevar a una etapa en la que la explosión emocional ante la frustración sea una respuesta típica. Es también muy frecuente cuando el niño tiene una etapa en su vida en la que está más estresado. Puede ser  por el inicio de la escolarización, mudanza, proceso de control de esfínteres, puede haber tantas fuentes de estrés como situaciones vitales. En estas situaciones el niño suele estar en mayor alerta e hipervigilancia y la interpretación de un estímulo aparentemente neutro como potencialmente dañino o peligroso, es más probable.   Entones es probable que se produzcan berrinches más frecuentemente. Si estamos acompañando a un niño que está teniendo numerosos berrinches  a lo largo del día con una frecuencia muy elevada, es importante que nos planteemos si hay una fuente de estrés incidiendo. En estos casos es fundamental tratar de reducir la exposición del niño a la fuente de estrés… si no fuese posible (por ejemplo en el caso de una mudanza) es importante intentar ser muy empáticos con el niño, fomentar periodos de tranquilidad, evitar conflictos innecesarios, tratar de compensar siendo quizás más flexibles o más laxos con las normas durante ese período.
Ante un berrinche también es importante tener en cuenta el estado del niño, no solo emocional , sino también físico (hambre, cansancio, enfermedad, sensación térmica como calor...) Muchas familias observan que la mayor parte de los  berrinches se producen cuando el niño  tiene demasiado sueño, o justo antes  de comer porque llega a la comida con demasiada hambre… Es importante que tengamos capacidad de observación y anticiparnos siempre que sea posible.

Inquieta bastante el fenómeno acusado de patologizar y diagnosticar indiscriminadamente cualquier conducta infantil que nos resulte difícil de acompañar. Las rabietas no son la excepción. Lamentablemente no son pocos los padres que salen de los burós de especialistas con rabietas diagnosticadas como síntoma de algún trastorno o patología. ¿qué opinas al respecto?
Opino que el berrinche es algo muy incómodo para el adulto, muy desagradable, y que en general no tenemos o no conocemos herramientas  para acompañar. Desde ese desconocimiento, desde esa falta de información nos sentimos muy inseguras ante un berrinche. Al final, una sociedad centrada en las necesidades del adulto,  y poca empática hacia el niño, sus experiencias y necesidades, determina como enfermizo o como patológico comportamientos que son normales, acordes al desarrollo infantil  porque  de alguna manera, desde ahí, el adulto se alivia y se libera de una responsabilidad que no es capaz de gestionar. También creo que tiene mucho que ver con que se ha comerciado, se ha hecho negocio con la salud mental y que patologizar procesos normales puede ser fuente de lucro para diversas organizaciones o diversos profesionales. Creo que vivimos en unas sociedades en las que el estrés está a la orden del día en adultos y niños,  y dedicar tiempo y atención al acompañamiento emocional de los niños a veces no es viable… se ha invisibilizado la necesidad de ellos o se ha desnaturalizado mucho los procesos emocionales. Ya no solo los berrinches, sino los duelos, por ejemplo, o los celos.  Se acaba desnaturalizando todo, tratándose como patológico, dejándose en manos de profesionales de la salud mental y negando a nivel social general, la necesidad de comunicarnos, escucharnos y de acompañarnos emocionalmente los unos a los otros… Creo que forma parte de la deshumanización social.

Una pregunta muy frecuente hecha por padres de niños diagnosticados con síndrome del espectro autista, es si el abordaje que se limita a extinguir o reforzar conductas con castigos y recompensas, se justifica para intervenir las rabietas, o al igual que otros niños, pueden acompañarse con recursos más respetuosos basados en la comprensión y atención de la causa, en conexión con el proceso emocional de las criaturas.     
Para responder a esta pregunta me he asesorado con Mara Menéndez del Campo, madre de un niño diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista (TEA), y especialista en juego sensorial. En el caso con los niños diagnosticados con TEA el acompañamiento a los berrinches es similar al acompañamiento de los niños no diagnosticados. Similar a la respuesta que di anteriormente. Sin embargo con los niños TEA, hay una peculiaridad. Además del acompañamiento con el reflejo, con la descripción de lo que el niño está sintiendo -siempre y cuando el niño lo acepte- acompañar a través de abrazos intensos, caricias intensas, apretar la mano… es decir, tratar de mantener al niño conectado, a sus sensaciones corporales, de la misma manera que con el resto de los niños les tratábamos de mantener conectados a sus proceso emocional y cognitivo a través del reflejo con palabras. Con los niños con TEA limitamos un poco los reflejos con palabras –que sean más simples, más breves-  y reforzamos con el contacto físico, solo si el niño lo permite. La explicación de esta peculiaridad se atribuye a que los niños con TEA generalmente tienen una dificultad de integración sensorial, y los berrinches muchas veces están motivados por una sobreestimulación  a nivel sensorial que el propio berrinche incrementa. Con los recursos de contacto físico como caricias, abrazos… (estimulación del sentido propioceptivo) promovemos que se mantengan conectados con las sensaciones de su cuerpo y se protejan un poco de la estimulación exterior.

Email: conocemimundo@gmail.com  
Twitter. @conocemimundo
Instagram: @conocemimundo
FB: Conoce Mi Mundo