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miércoles, 19 de febrero de 2014

Especial Crianza Respetuosa y Límtes (Parte 1)

Entrevista a Mireia Long y Azucena Caballero de La Pedagogía Blanca


Porque sabemos el gran interés que despierta el tema, este miércoles iniciamos un especial sobre Límites en la Crianza Respetuosa, que consta de una misma entrevista realizada a diferentes especialistas, autores, madres y padres blogueros hispanohablantes, orientados hacia la construcción de nuevos paradigmas de educación y crianza.
Abrimos por la puerta grande con dos mujeres brillantes, emprendedoras, afincadas en España, y disponibles a través de la web. Ambas creadoras de un proyecto innovador llamado La Pedagogía Blanca desde el cual, entre la infinita gama de recursos alternativos para padres y educadores, ofrecen el coaching educativo de la Pedagogía Blanca, un programa de seis meses que ha tenido gran acogida y abarca todos los aspectos psicológicos, emocionales, relacionales y de aprendizaje necesarios para conocer y acompañar a nuestro hijo o alumno. Ellas son Mireia Long y Azucena Caballero quienes respondieron en conjunto a la entrevista.



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¿Qué importancia tiene para la educación emocional y social de los hijos el reconocimiento de los límites y cuál es nuestro papel como progenitores o educadores en esta tarea?

La educación emocional es realmente la base que en la Pedagogía Blanca consideramos como el fundamento de la educación. Aprender no es acumular datos, sino lograr una formación completa de todas las facetas del ser humano que le permita desarrollarse como esa persona única que es y eso solo se logra desde el reconocimiento del propio valor y de la relación respetuosa con los demás.
Los límites o normas son indispensables, forman parte de la propia naturaleza y son necesarios para la convivencia y el propio desarrollo en un ambiente seguro. Son los adultos los que proporcionan esos límites al niño, y, aunque existen otros límites puramente naturales y biológicos en los que cualquier ser vivo aprende a moverse, hay otros que son culturales y sociales.
Hablar de límites es complejo pues despierta en nosotros el miedo a una educación autoritaria que imponga las convenciones y necesidades adultas al niño por medio de la violencia o el chantaje. Pero eso no es un límite o no es la única forma de concebirlos.
Los niños necesitan aprender sobre ellos mismos y sobre la sociedad guiados por padres y educadores respetuosos y empáticos, que comprendan y respeten los sentimientos, los procesos madurativos y las necesidades de los niños. Y el papel de los padres y educadores es el de proporcionar información, contención y guía en todo momento.
La complejidad del comportamiento humano y de la sociedad hace indispensable que el adulto educador asuma su papel de transmisor y cuidador sin miedo, siendo capaz de la autocrítica y de negociación, pues al final, el objetivo de la Educación es `permitir que el niño llegue a poder desarrollar una vida plena, satisfactoria y útil para él mismo y para los demás seres humanos desde la Paz y el respeto por el otro. Y como somos seres humanos, mamíferos, primates y seres culturales  no podemos dejar al niño solo en esa construcción, es propio de nuestra naturaleza que aprendan de nosotros y con nosotros. Y en esta línea trabajamos en la Pedagogía Blanca.

Hablemos de la posición que sostiene La Pedagogía Blanca, sobre los sistemas de castigos y premios (nalgadas, el un dos tres, tiempo fuera o silla de pensar, cartelera de puntos, estrellitas y caritas sonrientes) para educar o criar a los niños.

Cualquier coacción es dañina. Usar la violencia sea física, emocional o psicológica, sea chantaje o negación de atención, daña a los seres humanos y más aún a los niños.
La responsabilidad nace de la comprensión y el autoconomiento, pero nunca del miedo al castigo y mucho menos se logra usando la violencia como herramienta.

Si no pego ni castigo ¿cómo le pongo límites a mi hijo?

¿Necesitas tú que te peguen, te amenacen o te castiguen para comportarte de manera pacífica o desear crecer en todos los niveles personales? Si es el caso es que no aprendiste correctamente lo que son los límites y se dañaron tus procesos emocionales y cognitivos por la violencia.
Los límites son naturales y también culturales. Podríamos definirlos como las normas que consensuamos los seres humanos para convivir de manera pacífica y respetuosa con la libertad y el derecho del otro. Y se aprenden con el ejemplo, el acompañamiento, la contención y las explicaciones. Para ponerle límites a un niño es preciso paciencia, comprender sus procesos psicológicos y cognitivos, amarlo bien, respetarlo, apreciar su diversidad y responder a sus necesidades de forma activa. Escucharlo y dar importancia a sus emociones, dejarle disentir, saber decir pocas veces NO, ser cariñoso y establecer una relación de confianza mutua.

¿Según sea la edad, cómo podemos ayudarles a reconocer dichos límites de una forma respetuosa hacia su integridad como persona?

En realidad los límites que debemos poner a un niño son muy simples.
No se usa la violencia (ni yo contra ti, ni tu contra mí, ni nadie del entorno debe recibirlo y no debemos permitir que nadie la use con nosotros).
No se permite que nadie ponga en peligro su integridad o su seguridad, ni él mismo.
A partir de estas dos premisas podemos construir un sistema de normas, explicarlo, variarlo, consensuarlo y negociarlo de forma que el niño vaya siendo capaz de llegar a ser un adulto responsable y pacífico, capaz de lograr su propio objetivo vital y de relacionarse en la sociedad.
Ese objetivo es parte fundamental de nuestros programas formativos para padres y maestros, pues abordamos la diversidad, la capacidad de negociación, la escucha activa, el fomento de la responsabilidad y la creatividad integrados en el desarrollo humano completo, tanto en los aspectos emocionales, conductuales y de aprendizaje en el área académica.

Espera nuestra próxima edición de este especial sobre Disciplina y Crianza Respetuosa en la que publicaremos la entrevista a Louma Sader, autora y fundadora de Amor Maternal 

miércoles, 12 de febrero de 2014

Diez alternativas respetuosas para introducir límites en la crianza





Siempre existen alternativas respetuosas para educar a nuestros pequeños en el reconocimiento de los límites connaturales de la convivencia. A menudo son aproximaciones que exigen al adulto cuidador o educador mayor conexión, disposición y compromiso emocional, esfuerzo que no debemos escatimar si queremos   conducir  a nuestros pequeños en el proceso de socialización a través del amor y el respeto a su integridad como personas.  Hoy les traigo diez de ellas. Espero les sirvan de ayuda. 

·      Observa si es posible adaptar los límites del entorno a las necesidades del niño, y si es así ¿por qué no hacerlo? En lugar de forzar al niño para que se adapte a nuestras exigencias y expectativas adultas en todo momento, ¿por qué no adaptar el entorno, la casa y nuestras expectativas a las particulares necesidades del momento evolutivo que atraviesa nuestro hijo?   A fin de cuentas se trata de una transición. Los niños crecen y llegará el día en que podremos organizarnos y organizar las rutinas y la casa en “modo adulto”.  Mientras tanto,  como decía Miguelito, el amigo de Mafalda, ¿de que sirve ser niños si no les dejamos ejercer?  Para ahorrarnos peleas y dolores de cabeza, cuando nuestra hija de dos años despliegue la necesidad de explorar y rasgar las revistas a su alcance en el salón de la casa, retiremos las nuevas y pongamos revistas viejas que sí pueda rasgar. Si los niños necesitan movilidad, explorar, subirse y bajarse de los muebles, dispongamos de un entorno para que lo hagan sin lastimarse y sin que haya objetos de valor que puedan romper o dañar, etc.

·      Tal y como recomienda la psicóloga Violeta Alcocer en su post “Límites coordenadas fundamentales”, ante la necesidad de demarcar un límite a nuestro hijo, en lugar de un no rotundo, casi siempre es viable ofrecer al niño  un “sí pero hasta aquí” (no puedes montar un campamento en medio de la sala pero puedes hacerlo en el patio o en tu habitación) De ese modo además de que evitaremos entrar en guerra con el niño, frente a los límites connaturales e inevitables que plantea la convivencia, le estaremos enseñando que la vida es un vaso medio lleno y no medio vacío de posibilidades.


·      Ser firmes sin ser violentos cuando la situación así lo exija. Si el niño quiere cruzar la calle solo, si le va a pegar al hermano, si quiere agarrar el cuchillo carnicero, si va a romper los adornos de la casa de la vecina, si se quiere tomar la botella de cloro, si quiere poner patas arriba el estante del súper mercado cuando vamos de compras, si se va a subir al balcón o al quicio de la ventana, no lo dejamos. Lo contenemos sin violencia mientras le decimos que no y le explicamos porqué. Insisto, para ello no hace falta castigar ni pegar.


·      Ofrece alternativas en lugar de ordenar. En vez de decir "ve a bañarte ahora mismo",  podemos preguntar si prefiere bañarse antes o después  de comer. Dejarle elegir permite al niño sentirse respetado. Dar órdenes los condiciona a la sumisión o a la lucha de poder.

·      Podemos elegir mostrar los límites de un modo empático y compasivo. En lugar de regañar y castigar, reconoce el deseo del niño aunque no lo puedas complacer (entiendo que estés aburrido y que quieras ir  ahora mismo al parque, me encantaría complacerte, pero en este momento no podemos ir por…) Esto hará que el niño se sienta amado y tomado en cuenta con lo cual le ayudaremos a atravesar mejor la frustración.

·      Conectarnos y estar atentos a las necesidades del niño para satisfacerlas oportunamente y prevenir que las pida a través de conductas que luego catalogamos de mal comportamiento. Ejemplo típico: Carlitos de cuatro años necesita que su papá lo vea, le hable, juegue con él. Carlitos se lo pide varias veces de diferentes formas a su papá, pero su papá no escucha porque está ocupado leyendo la prensa o atendiendo el  celular.  Carlitos se queda jugando solo y sin querer rompe el jarrón de cristal con la pelota.  Entonces su papá deja todo lo que está haciendo y voltea para regañarlo o pegarle, porque asume que Carlitos “necesita límites y disciplina”. Pero  no vio que lo que Carlitos necesitaba genuina y originalmente era mirada, comunicación amorosa, presencia, vínculo. Con lo cual Carlitos aprendió que  solo rompiendo el jarrón, logró obtener la mirada de papá. Cuando reconocemos y cubrimos oportunamente las necesidades legítimas de los niños,  impedimos que salgan por la puerta trasera.

·      En el momento en que mi necesidad se encuentra con la del otro, podemos establecer límites a través del acuerdo y la negociación. Así como los padres estamos dispuestos incondicionalmente a acompañar  y adaptarnos a las necesidades de nuestros hijos, a determinada edad en la que ya han adquirido la madurez necesaria, es deseable mostrarle a los niños que, en ocasiones, los demás también necesitan y esperan ser acompañados y complacidos.  Por ejemplo, si el niño está aburrido y quiere jugar con nosotros, podemos dejar nuestra tarea para ir a jugar con él, explicándole que luego de un tiempo debemos regresar a la tarea pendiente y que esperamos que nos permita realizarla, transando así, por “un ratito tú y otro ratito yo”.

·      Palabrear e informar constantemente lo que sucede alrededor del niño, lo que sí podemos hacer, lo que no y porqué. Decir con respeto y paciencia lo que esperamos de él o de ella las veces que sea necesario (eso no lo podemos tocar porque quema, no pegamos ni mordemos a los demás porque hace daño y duele mucho, ahora vamos a cruzar la calle y debes tomarme de la mano porque es peligroso ir solo…). La psiquiatra infantil Francoise Dolto,  enunciaba que sin importar lo pequeño que fuera y al margen de que maneje o no el lenguaje verbal, un ser humano tiene la misma capacidad de comprensión desde que está en el vientre de la madre hasta el día de su muerte.  Si confiáramos en las capacidades intrínsecas y habilidades innatas de los pequeños para co-producir  y construir progresivamente el modo en que enfrentan, asimilan, se adaptan según su propio ritmo y necesidades particulares a los límites inherentes de la coexistencia en sociedad, si respetáramos y reconociéramos su integridad como personas, informaríamos al niño sobre dichos límites en lugar de ordenarles  e imponerles.

·      Una forma de desplegar límites respetuosamente es procurando un entorno seguro. Los niños menores de dos o tres años no tienen aún la madurez necesaria para recordar y mantener reglas. No podemos esperar que asuman instrucciones tales como  no meter objetos en el toma corriente o no abrir los estantes de la cocina donde hay cuchillos o no subir y bajar solos por las escaleras. Tenemos que poner seguro a los estantes, tapar los tomacorrientes o enchufes, cerrar el paso hacia las escaleras con barandas de seguridad.

·      Educar con el ejemplo. No le podemos pedir a nuestro hijo que no pegue o grite a su hermano si nosotros le pegamos y gritamos a él. No podemos exigir a nuestra hija que se cuide y se respete a sí misma,  si no la respetamos o no nos respetamos y cuidamos a nosotros mismos. Bien lo dice el pediatra y autor Carlos González “No podemos pretender que los niños tengan unos valores que la mayoría de los adultos no han asumido.”

Enlaces relacionados
 .   Lo que no se dice sobre la silla de pensar o tiempo fuera
.    Si no pego ni castigo ¿cómo le pongo límites a mi hijo?
·      Hagamos tregua a la guerra de deseos
·      ¿Por qué los niños se “portan mal”?
·      Que nadie se quede sin ver este video
·      Está bien equivocarse
·      Capricho o necesidad legítima
·      En lugar de autoridad acuerdos
·      La importancia de palabrear a los niños
·      La enorme importancia de la conexión
·      Resignifiquemos rabietas y berrinches
·      Veinte alternativas frente al castigo, por Aletha Solter
·      Los límites, coordenadas fundamentales, por Violeta Alcocer
·      Puntos, estrellitas y caritas sonrientes, por Violeta Alcocer
·      Poner límites o informar de los límites, por Casilda Rodrigáñez
·      Infancia, educación emocional y límites, vía mentelibre.com

 
 
Twitter. @conocemimundo

miércoles, 5 de febrero de 2014

Si no pego ni castigo ¿cómo le pongo límites a mi hijo?




La crianza respetuosa no propone niños que vayan al garete por la vida, haciendo lo que les da la gana, sin que sus adultos cuidadores les acompañen a desarrollar la conciencia y el reconocimiento de los límites connaturales de la convivencia. Lo que sí propone es que tanto padres y educadores acompañen conscientemente en el importante proceso de incorporación de disciplina y de reconocimiento de límites,  que  deben ser razonables y respetuosos con la integridad del niño como persona.

Sucede que la mayoría de los terrícolas procedemos de crianzas basadas en el adiestramiento y la obediencia, realizadas a través de métodos autoritarios, de cimientos violentos, como la disciplina punitiva que incluye tanto castigos físicos (nalgada, jalón de oreja, correazos...)  como psicológicos (gritos, palabras humillantes, silla de pensar o tiempo fuera, cartelera de puntos, entre otros sistemas de premios y castigos) Por eso siempre que menciono los estragos y desventajas que dichos recursos "educativos" entrañan para los niños a nuestro cargo, progenitores y educadores se sienten  perdidos, sienten que entran en un vacío desconcertante: "si no doy nalgadas, si no lo mando a la silla de pensar, si no uso  premios y castigos para educar, ¿cómo logro que mi hijo o hija me haga caso y respete los límites? ¿cómo logro que no se convierta en un tirano?".

Lamento desilusionar a quienes esperan fórmulas fáciles, cómodas, recetas instantáneas y estandarizadas que al mismo tiempo sean conscientes, justas y respetuosas de los derechos del niño para educarlos en el reconocimiento de límites y disciplina. Según mi experiencia, tal cosa no existe. La realidad demuestra que cada situación debe ser encarada como un desafío único según sea la visión fruto del propio condicionamiento, los recursos emocionales y expectativas del adulto cuidador, tomando en cuenta el momento evolutivo y las características particulares de cada niño, así como las circunstancias que este experimenta en un determinado momento. Por otra parte las fórmulas y recetas estandarizadas no funcionan, porque cada familia constituye una identidad particular con sus propias costumbres de lo cual se desprende un conjunto de valores y reglas de convivencia. De manera que lo que podría funcionar a mis vecinos, probablemente no sirva en mi familia.  En todo caso, lo que queremos lograr es que el niño desarrolle el genuino deseo de cooperar sin la amenaza de castigos o la promesa de recompensas; es decir, que nuestro hijo o hija consiga auto-regularse, que no dependa de la vigilancia constante. Que se convierta en guardián de sí mismo, que oriente su vida a partir de la ética y de los valores que ha decidido conscientemente incorporar en su bagaje emocional.

Durante los años dedicados al trabajo de investigación y  divulgación de crianza respetuosa, he escrito y publicado varios artículos relacionados con el tema, así como también he recopilado publicaciones de expertos que pueden servir para encontrar alternativas a los métodos punitivos de crianza.   Espero les sea de utilidad. Aquí van los títulos con el enlace:



 

Recordemos una y otra vez que el hogar no es un cuartel, es un útero amoroso y nutricio donde se forman los seres humanos que luego echaremos al mundo.



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