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miércoles, 22 de julio de 2015

Hacia un modelo coherente de crianza y educación respetuosa

 



¿Cómo hago si yo crio con apego seguro, lactancia materna a término, le enseño a mi hijo con el ejemplo que la violencia no es una opción para resolver los problemas, no uso métodos punitivos de crianza para disciplinar, respeto los propios ritmos madurativos de mi hijo sin empujarlo hacia etapas para las que no ha madurado, pero cuando lo dejo con la abuela, la suegra o en la escuela lo exponen a las influencias de los modelos directivos y punitivos de crianza y educación que no queremos repetir?

No hay oportunidad en mis talleres, charlas o conferencias donde se quede sin mencionar por parte de uno o varios progenitores esta preocupación sobre el choque entre el modelo educativo o de crianza que han decidido practicar, y el que practican otros agentes que intervienen en la formación de sus hijos, tales como la familia extensa (abuelos, suegros), educadores en la escuela o guardería así como también los profesionales sanitarios y otros vinculados con la atención de los niños.

Afortunadamente los espacios de encuentro, grupos de apoyo, de formación y de reflexión de padres y madres  son de creciente demanda. Cada vez más progenitores hacen esfuerzos por formarse para superar lagunas basadas en doctrinas hostiles a la infancia, con el interés de brindar una crianza orientada por el respeto hacia las reales necesidades, ritmos y procesos de las criaturas. Pero se encuentran con la presión social que empuja en dirección contraria y como es lógico manifiestan su preocupación  buscando solución a tales interferencias.  

Es fundamental que tanto progenitores, familia que coopera en la crianza, como los educadores y los profesionales de atención a la infancia, mantengamos la coherencia sobre criterios esenciales que garanticen la seguridad emocional y la satisfacción de las necesidades reales  y los derechos de los niños.

Lograr el consenso, establecer la estrategia común desde los diferentes actores o agentes que interactúan en el proceso del desarrollo y la socialización de las criaturas, no es tarea fácil.  Se necesita primero registrar el cúmulo de violencia concreta y sutil  implícita en modelos tradicionales,  socialmente aceptados como deseables.  Precisamos reflexionar mucho sobre ellos. 

Al margen de la particularidad de cada familia o cultura donde nos desenvolvemos, es fundamental responder a las especificidades objetivas del desarrollo del niño y basarnos sobre una ética que nos oriente a respetarlos en su integridad como personas. No se trata de discutir opiniones adultas sobre lo que está bien o mal. Se trata de observar el punto de vista del niño y estar dispuestos a hacer lo necesario en su beneficio.  

Delegar la educación a la escuela o la crianza a otro familiar o cuidador, no es garantía de que nuestros hijos recibirán el trato que esperamos o que necesitan para un desarrollo adecuado. Los padres estamos en el derecho y tenemos el deber  de participar y de colaborar activamente en la escuela, monitorear, impulsar los cambios necesarios. También somos responsables de establecer límites concretos y ser firmes a la hora de exigir a otros adultos el trato que consideramos apropiado para nuestros hijos. Somos responsables de mantener comunicación constante y transparente con información directa sobre el modo de crianza que establecemos en casa y la importancia de mantener continuidad en la escuela o bajo el cuidado de otras personas a  cargo de nuestros hijos.

Siempre lo ideal es lograr que todos los actores o agentes que coparticipan en la crianza y educación de los niños confluyan en una misma orientación o modelo respetuoso y consciente, sin embargo no debemos perder de vista que la mayor influencia para los niños,  se encuentra en el vínculo  con sus progenitores, que en general, son sus figuras primarias de apego. Cuando logramos establecer un vínculo robusto y empático,  los progenitores nos constituimos en los más capacitados para entender a nuestros hijos y por tanto sabremos mejor que nadie, cómo satisfacer sus necesidades.



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martes, 14 de julio de 2015

Es natural que los niños sean dependientes







Las crías humanas, a diferencia de otras especies del reino animal nacemos y nos mantenemos, a lo largo de mucho tiempo, bastante inmaduras, con lo cual para sobrevivir somos inherentemente muy dependientes a lo largo de años, de uno o varios cuidadores que sepan interpretar nuestras necesidades y cubrirlas de inmediato. 

La estrategia de nuestro diseño biológico, mamífero, primate, altricial, establece reclamar el contacto prolongado con dicha figura de apego primaria (generalmente la madre) para resolver las dificultades fisiológicas y los rigores ambientales durante un momento evolutivo en el que carecemos de autonomía. 

La figura vinculante principal se constituye en la fuente básica de seguridad, afecto, contacto, alimentación y protección, es decir en la fuente de sobrevivencia del niño durante los primeros años de vida. 

Cuando el niño pequeño recibe prolongada, oportuna y sostenidamente la atención del adulto cuidador, se establece el vínculo de apego seguro, que comporta la raíz de la autoestima y la confianza con el mundo que le rodea, así como la base de todo vínculo posterior.