CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.
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jueves, 29 de agosto de 2019

Grabar videos para modificar conducta

Si te parece que va siendo hora de hablar por los más pequeños en lugar de atascarse en debates de opiniones adultas sobre lo que está bien o mal para los niños, este post es para ti.

He observado con inquietud una nueva práctica de modificación de conducta infantil no deseada que me   parece intrusiva, irrespetuosa y humillante para los niños. Se trata de la intervención con el uso de cámaras de vídeo para grabar y analizar comportamientos infantiles durante la vida privada de los niños en las dinámicas familiares y otros escenarios.

Algunos progenitores o adultos encargados del cuidado de menores me han referido que lo hacen para luego mostrar al niño su propio berrinche o conducta “disruptiva” con el objetivo de que modifiquen dichas conductas.

Entre otras consideraciones me parece que la decisión de recurrir a estas intervenciones habla mucho sobre la discapacidad del adulto para establecer conexión e intimidad emocional con las criaturas, demuestra la falta de recursos para crear un canal de comunicación basado en la confianza y la empatía, en resumen la falta de habilidades para establecer una corregulación emocional respetuosa, sin duda éticas y que claramente requieren tiempo, permanencia, trabajo personal y compromiso afectivo para su despliegue robusto y sostenible.

Otro tanto ocurre con la intervención de especialistas que se valen de esta técnica de grabaciones de vídeos para registrar, observar, diagnosticar dinámicas de la vida privada de los menores. Tal vez sea lo más fácil y cómodo para el adulto o adultos que persiguen un determinado objetivo o resultado rápido y “efectivo”, pero no me parece ético cuando hay niños involucrados que además no están dando autorización, o no tienen la capacidad de dimensionar lo que implica que se hagan registros de vídeos sobre su vida íntima, y que tampoco pueden tener el control sobre dichos registros.

Como siempre, lamentablemente llevamos el adultocentrismo tan integrado que no somos capaces de registrar las distintas formas sutiles y concretas en que, incluso con las mejores intenciones, abusamos con nuestro poder de la condición de vulnerabilidad de los niños en aras de satisfacer nuestro deseo, prioridad o confort.

Que una técnica resulte efectiva no significa necesariamente que sea ética. La tortura es efectiva, humillar, pegar, chantajear, amedrentar, manipular para que otros hagan lo que queremos es muy efectivo, pero no es ético.

Pongámonos la mano en el corazón y preguntemos : ¿esto que voy a hacerle a mi hijo ahora o que le estoy haciendo a mi hija ahora, me gustaría que me lo hicieran a mi? Me gustaría que mi pareja me tomara vídeos sin mi consentimiento en un momento de nuestra vida privada cuando discutimos y yo me exalto, para luego mostrarme el registro haciéndome ver lo “desquiciada” que soy o que estaba? ¿Me gustaría que se los mostrara a su psicólogo o terapeuta para que le de una opinión o diagnóstico sobre mi comportamiento o la relación de pareja? ¿Qué trato me gustaría recibir en tales circunstancias?

El fin no justifica los medios.

“Trata a los pequeños como te gustaría ser tratado por los grandes”.

Berna Iskandar 

@conocemimundo


conocemimundo@gmail.com

martes, 27 de septiembre de 2016

Premios, castigos, amenazas, recompensas; ¿para qué sirven?





Para adiestrar, pero no para educar. Los métodos punitivos como el castigo físico y psicológico puede que detengan una conducta en el momento, pero siempre generan repercusiones como la sumisión y la victimización o la rebeldía, porque siempre humillan y son percibidos por el niño como una experiencia violenta. No educan, no enseñan al niño por qué se hacen o no las cosas. Solo condicionan a reaccionar por estímulos externos, no ayudan a construir desde adentro una ética genuina y sostenible. Luego vemos a seres humanos que no se saben autorregular. Si no hay inminencia de un castigo o de recompensas no respetan las leyes o no cumplen con su deber. O se pliegan a órdenes y mandatos irracionales porque aprenden a obedecer ciegamente...  Vemos entonces cómo las personas irrespetan la luz roja del semáforo si no hay un policía que multe. No desarrollan el genuino deseo de cooperar porque no lograron comprender, no sienten que respetando la luz del semáforo contribuyen a mejorar la calidad de vida o porque quieren vivir en un entorno amable y hacen algo al respecto. O vemos personas que siguen ciegamente a líderes violentos u órdenes absurdas porque no desarrollaron la capacidad de pensar por sí mismas.

 Los premios, además, se me parecen mucho a un soborno: Si haces lo que te pido te lo doy, de lo contrario te lo quito. Entonces los niños estudian para sacar buenas notas y no por el placer o la satisfacción de aprender. Más adelante, cuando un compañero de la escuela les ofrezca una recompensa que consideren más atractiva para vender drogas, y la acepten, que no nos extrañe, porque para eso los condicionamos.

En conclusión, no puedo estar de acuerdo con métodos de adiestramiento canino para educar a seres humanos, porque a diferencia de los animales, los seres humanos contamos con el don de la razón, y en la medida en que la ejercitemos más, y desde más temprano, actuaremos razonablemente, con criterio propio, sentido común, en lugar de terminar robotizados, condicionados, adiestrados, inseguros, dependientes de la valoración exterior.

Dicho lo dicho, muchos se preguntarán: si no castigo ni premio ¿cómo educo?. Ciertamente la mayoría de los terrícolas procedemos de crianzas basadas en el adiestramiento y la obediencia donde los límites se asocian con el no constante, la represión y las estrategias punitivas con lo cual a la hora de criar o educar a los niños a nuestro cargo, no encontramos de dónde sacar otros referentes.  

Lamentablemente no existen recetas. Cada niño es único, cada vínculo es único y debe comprenderse desde la especificidad que lo define. Es necesario comprender que la conducta del niño nunca es mero capricho, siempre se explica por su relación con el adulto cuidador, su edad o momento evolutivo y las circunstancias que le rodean. Indaguemos tras la superficie para atender la causa y así redirigir la conducta.  Cuando comprendemos qué esperar o no en cada






miércoles, 29 de enero de 2014

Lo que no se dice sobre la silla de pensar o tiempo fuera






Cada vez que me preguntan si estoy de acuerdo con recursos conductistas como la silla de pensar, tiempo fuera, carteleras de puntos, el «un, dos, tres»…   para lograr que los niños modifiquen su comportamiento, respondo categóricamente que no apruebo sistemas de entrenamiento canino para educar a nuestros pequeños.

El tiempo fuera, time-out, silla de pensar, entre otros nombres con que se acuña la práctica de aislar a los niños durante un lapso de tiempo determinado que se establece y va aumentando según sea la edad o la falta, para detener una conducta no deseada, es una forma de castigo psicológico, vivido por el niño como una experiencia humillante y aterradora, frecuentemente aplicado tanto en el hogar como en la escuela.  No importan las variantes ni los eufemismos (consecuencias naturales, período de inactividad, tiempo de reflexión o renovación) que usemos los adultos para construir una apariencia benigna sobre esta forma de tortura psicológica. La realidad es que el tiempo fuera es un método de cimiento autoritario y punitivo, con lo cual, provoca consecuencias perjudiciales en los pequeños.

¿Qué hay tras la aparente inocuidad del tiempo fuera o silla de pensar?

Como todo castigo psicológico, aunque se logre detener la conducta no deseada al momento de aplicarlo, no se atiende la causa que la provoca, de manera que  el comportamiento aflorará de nuevo, más temprano que tarde, multiplicado y empeorado.  Luego, por decir lo menos,  echamos al mundo seres humanos que respetan la luz roja del semáforo cuando no hay un policía y no porque han comprendido la importancia de respetar dicha norma. Por tanto, apenas encuentren la posibilidad de burlarla sin que haya sanciones, lo harán. Es decir, no ayudamos a desarrollar empatía, valores, conciencia despierta, sentido de pertenencia familiar y social, deseo genuino de cooperar

Según la experiencia del niño, el tiempo fuera implica su expulsión tanto del territorio físico como afectivo del adulto cuidador o figura principal de apego. El miedo al abandono infundido tras la amenaza de retirar nuestro amor, comunicación, aprobación, es el mecanismo que opera para provocar la interrupción de la conducta no deseada en el niño o niña. Decirle a un niño o niña que lo amamos pero que lo ignoraremos temporalmente expulsándolo de nuestro territorio físico, afectivo, cerrándole nuestro  escucha al mandarlo a la silla de pensar o aislarlo en su habitación hasta que aprenda a comportarse, es exactamente lo mismo que decirle te pego porque te quiero o por tu propio bien.  Así transmitimos el mensaje de que cualquier persona, especialmente aquella en la que más confíe o ame, puede amenazarle, manipular sus emociones y abusar de su integridad para obtener lo que espera de él o de ella.

Con la silla de pensar o tiempo fuera, censuramos la expresión de las emociones del niño, ignorándolo y aislándolo, provocando  que se solapen las causas que generan la conducta no deseada. Condicionamos al niño  a suprimir o bloquear sus sentimientos y a perder la confianza de expresarlos ante sus cuidadores. De esta manera perdemos la oportunidad valiosa de detectar heridas emocionales o necesidades legítimas no atendidas para ayudar a resolverlas.

El tiempo fuera o silla de pensar transmite al niño la enseñanza de que será aislado e ignorado cuando no se pliegue a nuestros deseos, y que es digno de amor sólo si hace lo que esperamos de él.

En lugar de ofrecer a nuestros pequeños herramientas de resolución de conflictos empáticas, inteligentes y respetuosas, el tiempo fuera enseña que los conflictos se resuelven imponiendo, expulsando  y  cerrando  la comunicación.

Dentro de una organización familiar o escolar democrática, no podría incorporarse esta clase de métodos de modificación de conducta, porque los mismos, por definición, son punitivos y autoritarios, de manera que para funcionar requieren sustentarse sobre organizaciones que posibilitan el abuso de poder, la imposición y la sumisión.

Aunque intenten hacernos ver la silla de pensar o el tiempo fuera como un recurso aceptable para sustituir el castigo físico en aras de educar niños obedientes sin maltratar, la verdad es que se trata de un método punitivo, autoritario, aterrador y humillante para el pequeño. Por tanto se constituye en un vehículo de transmisión de valores violentos.

Para beneficio de la humanidad conviene recordar  que, una cosa es un niño obediente y sumiso, y otra muy distinta un niño consciente, respetuoso y empático.

La vida es cambio constante. O buscamos nuevos referentes para educar y criar a nuestros niños y niñas,  o corremos el riesgo de quedarnos atascados en esquemas perjudiciales y vencidos.

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