Recibo llamada telefónica de un papá oyente
de mis programas de radio, me dice que lo he metido en un problemón, que ahora cuando se da cuenta de lo que
implica tratar con respeto y sin violencia a su hijo, le ha tocado andar en
contravía frente a un sistema de creencias donde familiares y expertos, tales
como psicopedagogas y docentes, se empeñan en hacer la guerra para meterlo -a él
y a su hijo- de nuevo en el surco del orden adultocéntrico. El angustiado padre me hablaba y me hablaba, y yo pensaba: otro más que se despegó de “La
Matrix”, bienvenido a bordo.
Este “problemón” me lo plantean todo
el rato padres y madres que han pasado a formar parte de la suerte
de núcleos de vanguardia abocados a la práctica del nuevo paradigma o visión
sobre la infancia. No es poco lo que cuesta el atrevimiento de cuestionar los condicionamientos
atávicos, con raíces profundas, e instalados hegemónicamente a través del vasto
repertorio sacrosanto de argumentos científicos, académicos, religiosos de la pedagogía
negra. Y aquí aprovecho para hacer un llamado de atención sobre el hecho fundamental de que, seamos padres o no, investiguemos este
tema, sus orígenes y estragos descarnadamente expuestos y analizados por la gran
Alice Miller en su libro “Por tu propio bien”. La doctora Miller,
explica el modo en que los autores de la pedagogía negra, han diseñado meticulosamente métodos sistemáticos de tortura
psicológica y física para reprimir la vitalidad infantil con el objeto de que los niños se conviertan
en súbditos ciegamente obedientes de la autoridad adulta y de cómo a estos
métodos los hemos llamado “educación”. Así mismo desvela el mecanismo en que el
maltrato y abuso infantil, en la mayoría de los casos no registrados como tal,
y en sus distintas formas e intensidades, se
constituyen en la causa de las enfermedades psíquicas, entre otros estragos que
padece la humanidad.
Podemos decir sin miedo a equivocarnos que en pleno siglo
XXI, la pedagógica negra, aún predomina en el mundo con variantes actualizadas
(lean
mi post titulado El Conductismo Fashion)
pero que en esencia responden al mismo principio nefasto de aniquilación de la
vitalidad infantil, la propia esencia del niño y su la capacidad de pensar por sí mismo, para lograr obediencia ciega.
De cara a este panorama, entraña todo un desafío el asunto de salirse
del cauce para apostar por una nueva forma de entender y tratar a los niños. Y
cuando por fin despertamos a la realidad con la convicción de que estamos
respondiendo al más puro y simple sentido común, caemos en cuenta de que dicho
sentido común, es el menos común de los sentidos. Entonces sobreviene la gran
inquietud: ¿cómo hacemos para ser consecuentes con nuestras convicciones preservándonos
y preservando a nuestros hijos de la hostilidad de un orden social arrollador y
patológico, ahora capaz de ser registrado por nuestra conciencia?
Creo imprescindible que cada padre,
cada madre, cada adulto que se atreve a despegarse de “La Matrix” busque sostén
y contención en la tribu de pares, para apoyarse y apoyar a otros padres y
adultos que compartan esta manera de entender a los niños y la crianza, para darse fuerzas, para mantenerse y también
para ir juntos abriendo caminos. Así
mismo resulta necesario reconocer y ubicar a profesionales y expertos de salud
y educación, conscientes y apegados al nuevo paradigma.
Pero no basta con apegarse a los
principios de la crianza respetuosa. Es condición sine qua non, esforzarnos por
expandir nuestra conciencia a través de la autoindagación personal tras la
búsqueda de nuestra propia y real historia
infantil. Es la vía más eficiente para llegar a las óptimas condiciones que nos
permitirán entender y atender a nuestros hijos, alumnos o niños bajo nuestro
cuidado, sin repetir ciega y transgeneracionalmente los estragos provocados en
nuestra niñez por la pedagogía negra.
Me parece fundamental exigir, sin miedo, derechos y garantías de
buen trato hacia nuestros niños. No quedarnos callados, indefensos, temiendo
que el mundo entero se nos eche encima, respondiendo justamente al patrón de
sumisión o dominación que tan eficazmente logró instalarse en nosotros desde la
más temprana infancia y a través de generaciones gracias a la pedagogía negra.
Resulta vital dejar atrás la creencia de que no es posible
cambiar las estructuras. Recordemos que somos las personas las que hacemos las
estructuras, por lo tanto el cambio de conciencia de las personas se traduce en
el cambio de estructuras.
Somos responsables de contribuir con la iniciación de nuevas
conciencias. En este sentido debemos organizar
y promover espacios de información, reflexión y educación en las escuelas,
comunidades, medios de comunicación, dirigidos a las personas en general así como
a progenitores, adultos significativos, docentes y relacionados con el trato y
atención a los niños, donde mostremos ventanas con nuevos referentes para
educar con respeto, con conciencia y sin violencia.
Es deseable para los despegados de La Matrix, protegernos de la presión social, en la medida
de lo posible, haciéndonos muchas veces de la vista gorda ante comentarios
irrespetuosos con los cuales nos atacan personalmente o atacan el modo en que pensamos
o en que hemos decidido criar a nuestros hijos.
Y es neurálgico además, no caer en el mismo juego de imponer a otros
nuestra visión sobre la crianza. Si propugnamos respeto, debemos ser
coherentes. Una cosa es ocuparnos de ofrecer umbrales de retorno hacia la
crianza consciente para que cada quien decida atravesarlos o no, y otra muy
distinta es caer en fundamentalismos maniqueos propensos a surgir incluso dentro de los núcleos de vanguardia.
Cuidado. No se trata de armar otra guerra. El propósito es construir cultura de
paz.
Ah, y recordemos a menudo y cada vez que haga falta, que no hay
que desmayar, que hay que asumir cada día como una nueva oportunidad para
emprender camino hacia el lindo horizonte de un mundo humanizado, un mundo más
amable, el mundo que todos merecemos.
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Twitter. @conocemimundo
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