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miércoles, 12 de junio de 2013

Papá no es prescindible

Por Berna Iskandar

En Venezuela predomina un modelo familiar que el doctor Alejandro Moreno Olmedo, sociólogo e investigador de la familia venezolana, denomina “Familia Matricentrada”, donde el binomio madre-hijo-a es la única relación existente y en la que poco o nada se registra relación de pareja, ni relación padre-hijo-a. El papá, por lo tanto, queda excluido de la vida familiar y esto, según explica el doctor Moreno, se expresa incluso en el modo de hablar. En Venezuela, por ejemplo, no decimos “voy a casa de mis padres”, sino, “voy a casa de mi mamá”, ni nos referimos “al cuarto de mis padres”, sino al “cuarto de mi mamá”. En Venezuela, el día de la madre ocurre en medio de movilizaciones extraordinarias, comparadas con las fiestas navideñas. Del día del padre poco se habla, y poco menos recordamos cuándo se celebra.
En muchos  hogares venezolanos abundan las heridas que afloran con la inminencia de una paternidad ausente o de presencia tangencial y poco significativa dentro de la familia. A lo largo de la vida,  muchas y muchos venezolanos conectarán con el dolor del padre que nunca estuvo. Y no faltará quien intente compensar vacíos -desde la mejor de las intenciones- insuflando coraje a las  mamás solas con el consabido “porque tú has sido padre y madre”, sin que nadie se atreva a admitir que una mamá solamente puede ser mamá, que una mujer, nunca y por más que se esfuerce, podrá ser mamá y papá. Porque el rol del padre es irreemplazable.  Y no se trata de desconocer los enormes esfuerzos de mujeres solas con sus hijos intentando llenar el vacío paterno. De lo que se trata es de dar el lugar que le corresponde al vínculo padre-hijo-a. Negar o restar importancia al dolor o al vacío que provoca la ausencia paterna, no ayuda a ningún hijo a sentirse más amparado ni menos abandonado. Al margen del discurso de la madre, es preciso permitir a los hijos la expresión de su propia y genuina vivencia frente a la ausencia paterna.
Aunque tradicionalmente el rol del padre se reservó a funciones meramente reproductoras o, en el mejor de los casos proveedoras, ha surgido en los últimos años una nueva paternidad: el papá moderno, un padre más activo en la crianza, más comprometido emocionalmente con los hijos, sea que viva o no bajo el mismo techo con ellos. Sin embargo, muchos de estos nuevos papás, además de enfrentar la dificultad de aprender una tarea que nunca les enseñaron a desempeñar, también deben vencer otro escollo: el territorialismo maternoque nace de la familia matricentrada. La mujer que ha sido criada y cría en estas familias, aprende que la única manera de empoderarse dentro del ámbito donde ha llevado siempre la batuta, es a través de la relación con los hijos, y sin darse cuenta, en muchos casos (no en todos) se apropia de los hijos contribuyendo a desplazar o anular al padre.
Aclaremos que familia matricentrada y matriarcado no son la misma cosa. Bien lo explica el doctor Moreno cuando subraya que seguimos funcionando en un patriarcado,   donde la mujer es víctima muy frecuente de violencia basada en género. Sin embargo el territorialismo materno existe, y es un tema que aunque golpea sensibilidades y hace saltar resortes,  hay que ponerlo sobre la palestra porque obstaculiza la presencia fértil y protagónica del padre en las familias venezolanas.
Territorialismo materno es descalificar al padre y hacerlo ver como prescindible para los hijos. Territorialismo materno es pensar o decirle al padre: “tú no sabes dar de comer, vestir, higienizar, atender mejor que yo a nuestros hijos”. Territorialismo materno es referirse constantemente al padre en términos que lo descalifican: “Eres igualito a tu papá, irresponsable y mentiroso”, o simplemente no hablar, ningunear e invisibilizar al padre. Territorialismo materno es impedir que el vínculo padre-hijos sobreviva a la separación de la pareja: “Si te divorcias de mí, pierdes a tus hijos”…
Pensemos un poco, ¿cómo aprende a ser papá un hijo varón que no ha tenido un padre presente?, ¿cómo aprende a ser pareja un hijo o una hija que siempre vio a su madre sola, desgastándose en el objetivo imposible de ser madre y padre a la vez?. Si queremos un mundo más humanizado, es imprescindible que activemos el rol protagónico del padre en la crianza, que abramos la puerta y demos la bienvenida al padre comprometido emocionalmente con sus hijos.
La solución es de responsabilidad compartida por hombres y mujeres. Por una parte las mujeres necesitamos aprender a ceder territorio en la crianza, y por otra, los hombres necesitan aprender a involucrarse emocionalmente con los hijos y asumir funciones y responsabilidades culturalmente sólo atribuidas a las mujeres. Tal vez, al principio, el cambio se haga difícil porque ser papá comprometido o ser pareja no se aprendió desde la infancia. El esfuerzo sin embargo, valdrá la pena, será inversión segura a futuro. Progresivamente, en las generaciones siguientes, papá ya dejará de ser una figura ausente, o aunque presente en el hogar,  poco significativa o nutritiva en la vida de los pequeños.

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