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miércoles, 16 de diciembre de 2020

Los niños no tienen la culpa


Los niños no tienen la culpa. Cuando  la maternidad nos sorprende como una experiencia agotadora que nos deja sin tiempo ni espacio para satisfacer nuestros deseos, anhelos o necesidades, una experiencia que nos relega a la subordinación y la pérdida de autonomía en todos las áreas de la vida, cuando la maternidad nos empobrece económicamente, la sociedad achaca la culpa a los niños, como criaturas que fagocitan nuestra energía, tiempo y dinero porque piden demasiado. Pero la culpa no es de los hijos. La culpa —si es que de culpa puede hablarse— es de la sociedad exitista centrada en la competencia y la productividad deshumanizada, extraviada de su esencia cooperativa y altruista. La culpa es de la civilización que aísla a las madres, que niega apoyo a la maternidad impidiendo que la función biológica y social más importante de la humanidad se despliegue como una experiencia placentera, sostenida con abundante apoyo práctico, emocional y económico... la culpa es del sistema que invisibiliza a la mujer, la deja sola, sin recursos económicos ni apoyo emocional una vez se hace madre porque deja de ser "productiva" y "competitiva” cuando decide dedicarse a criar y cuidar a sus hijos. Qué fácil es cargar  a los niños las frustraciones adultas. Juzgados desde doctrinas hostiles que los califican de Tiranos, insaciables y no sociables, sobredemandantes, destructores de sueños y oportunidades de sus madres y de su padres... terminan como los mayores depositarios de infinitas dosis de violencia explícitas e implícitas engendradas por una humanidad ciega, indolente y enferma de la que no se pueden defender por sí mismos. Porque un niño por sí solo no puede salir del abuso.


Cualquier mujer tiene derecho a sentirse libre de decidir tener hijos o no, pero merece decidir bajo la certeza de que ser madre no debería implicar empobrecerse, aislarse, hacerse aún más vulnerable, que la maternidad presente, conectada, disponible y la autonomía económica, el sostén emocional y práctico, su desarrollo como persona no son por definición mutuamente excluyentes. Una mujer no debería renunciar a la maternidad por verse atrapada en sociedades deshumanizadas que no dan cabida a la crianza como tarea valorada y protegida, sociedades que banalizan la función de los cuidados oportunos, adecuados y amorosos de las criaturas.


Berna Iskandar @conocemimundo
conocemimundo@gmail.com 

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