CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.
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jueves, 19 de julio de 2018

Nuestros hijos siempre nos esperan.


Durante nuestras ajetreadas y agobiadas vidas, todo el tiempo que permanecemos distantes física o emocionalmente de nuestros peques, ellos nos están esperando, ellos siempre nos esperan, porque nos quieren y nos necesitan como al alimento y al aire para vivir.

Criar es estar. Pero lamentablemente vivimos en los tiempos de andar sin tiempo para estar, sobre todo para permanecer con los hijos. Nunca antes en la historia de la humanidad se dejaba a los niños incluso desde meses de nacidos en una guardería al cuidado de terceros, luego de lo cual se les apunta en actividades extras para aumentarles el horario mientras los padres somos tragados por el mundo exterior, social, laboral... Pero lo más preocupante es que a menudo la ausencia no se zanja aún con la presencia física de los padres. Llegamos a casa para continuar abrumados con las responsabilidades domésticas y otras prioridades, cansados con ganas de acostar a los niños para que duerman lo antes posible y poder dedicarnos a ver nuestra serie favorita... Los niños de ahora tienen escasa interacción con los padres pero no sólo por la distancia física sino también por la distancia afectiva.



Aún en presencia, ignoramos las necesidades emocionales de los niños. Por lo regular sí que nos preocupamos por su comportamiento, por encontrar la manera de que nos obedezcan, imponer límites y disciplina efectiva para que nos hagan caso y se bañen, coman, hagan la tarea, se duerman, despierten, se vistan, cuándo y cómo les decimos... Pero olvidamos que los niños tienen necesidades afectivas, olvidamos que requieren conectar con sus padres, interactuar con ellos desde el intercambio de afecto, mirada, juego, comunicación con escucha activa, abrazos, besos, nutrición epidérmica. Los niños necesitan sentir la seguridad de que su papá y su mamá comprenden y responden sensiblemente a sus inquietudes, miedos y anhelos. Necesidades que quedan a la espera sin ser atendidas a lo largo de días, meses, años de prisas y exigencias del mundo adulto. 



Berna Iskandar @conocemimundo
Twitter. @conocemimundo
Instagram: @conocemimundo

domingo, 29 de abril de 2018

Taller ONLINE Disciplina Humanizada

TALLER DISCIPLINA HUMANIZADA ONLINE INTERNACIONAL

Mayo 2018



Los límites protegen, las normas organizan y para favorecer un desarrollo mental saludable en los niños a nuestro cargo, debemos transmitirlos desde el bienestar. 
Se acerca la fecha #TallerOnlineDisciplinaHumanizada Desde cualquier lugar del mundo, solo necesitas conexión a internet y una computadora o dispositivo. Para mayor información e inscripciones en www.mujermandala.com/disciplinahumanizada  o escribiendo a cursos@mujermandala.com

 


La guía de este taller es Berna Iskandar, autora de Conoce mi Mundo, periodista, madre, blogger, divulgadora de temas de crianza, paternidad, maternidad y derechos de infancia y adolescencia enmarcados en la prevención y el desarrollo humano sustentable. Primer premio concurso de bloggers 2013 sobre Desarrollo Infantil, otorgado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Conductora y productora del programa Conoce Mi Mundo en la Emisora Cultural de Caracas, único en los medios venezolanos enteramente dedicado a promover crianza en cultura de paz, desde el 2006.




Este eBook sobre Límites y Disciplina Humanizada  es un regalo exclusivo para los inscritos en este taller. La lectura de estos textos de #BernaIskandar a la luz del #talleronlinedisciplinahumanizada brindan una experiencia de auto indagación muy particular. Te invitamos a unirte al lindo grupo que se está armando.



Agenda

SESION 1 Cerebro triuno. Función de las emociones y la importancia de su comprensión y gestión en la construcción de los límites razonables de la convivencia.Límites y disciplina, preguntas importantes: ¿Qué son los límites?; ¿Poner los límites o acompañar a reconocerlos?; Exceso o carencia de límites ¿dónde está el equilibrio?; Límites, hábitos y estructuras ¿cuándo, para qué, cómo, a qué?Crianza y autoridad: los distintos modelos y sus repercusiones.Comunicación activa y estructura emocional como bases para la gestión no violenta de los límites.

SESIÓN 2 Límites y autorregulación, ¿hay que frustrar a los niños para que aprendan a reconocer los límites?Comprensión y gestión respetuosa de rabietas, celos entre hermanos, agresividad infantil.Estrategias para acompañar a los niños y niñas de un modo respetuoso durante el proceso de incorporación de los límites necesarios para la convivencia (alternativas a los métodos punitivos, formas de comunicación activa para estimular la cooperación, el arte de la negociación y los acuerdos…)

SESIÓN EXTRA BONUS: Estrategias de higiene emocional del cuidador

Inicia el 22 de mayo
HORARIO SESIONES EN VIVO
21:00 Madrid 15:00 Miami


Dirigido a: 

Dirigido a padres, madres, adultos cuidadores y profesionales que interactúan con la infancia o cualquier persona sensibilizada con el tema o interesada en participar en espacios privilegiados de formación para desarrollar competencias como promotor de #crianzarespetuosa
 



Objetivos del Taller:

✨Transmitir límites y disciplina desde el bienestar, sin recurrir a la violencia
✨Mejorar y disfrutar del vínculo con los hijos o niños a nuestro cargo
✨Comprender la verdadera naturaleza del niño, sus necesidades y procesos psicoafectivos
✨Comprender las razones del comportamiento de los niños para atender la causa y redirigir la conducta en un marco de respeto a su integridad 

✨Comprender, reconocer y gestionar los propios automatismos fruto de los patrones insanos de crianza que generan interferencias en la educación y crianza de los niños presentes a nuestro cargo 
✨Obtener recursos de comunicación activa para estimular el deseo del niño a cooperar en lugar de ordenar e imponer sistemáticamente.
✨Educar niños y niñas que sepan autorregularse y convertirse en guardianes de sí mismos sin depender de estímulos externos como castigos y recompensas, pero orientados por la ética y valores que han decidido incorporar en su bagaje emocional
✨Favorecer el desarrollo de seres humanos empáticos, no violentos, capaces de reconocer y de respetar los limites razonables de la convivencia, con iniciativa de responsabilidad, autoestima y autoconfianza
✨Favorecer el desarrollo de la capacidad crítica, el razonamiento lógico, el autoconocimiento, la propia vocación, el contacto consciente con el sí mismo, la propia sabiduría intuitiva y el autocuidado de los niños que educamos.
✨Prevenir enfermedades mentales, adicciones, dinámicas de sumisión y violencia en las relaciones presentes y futuras de las criaturas a nuestro cargo.
✨Aprender y transmitir a los hijos y alumnos herramientas democráticas para la resolución de conflictos.
✨Comprender y reconocer los estilos parentales y educativos de autoridad para ubicarnos donde nos encontramos actualmente y hacia donde queremos dirigirnos.
✨Fortalecer competencias parentales para resolver situaciones de crisis como rabietas, celos y conflictos entre hermanos.
✨Fortalecer competencias parentales para el acompañamiento respetuoso en el establecimiento de hitos madurativos como el control de esfínteres, alimentación y sueño infantil.

Berna Iskandar



Inscríbete en este enlace: https://www.mujermandala.com/producto/disciplina-humanizada o escribiendo a cursos@mujermandala.com
 

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viernes, 2 de diciembre de 2016

Taller Límites y Disciplina Humanizada


TALLER LÍMITES Y DISCIPLINA HUMANIZADA 
CARACAS 21 DE ENERO


Dictado por: Berna Iskandar @conocemimundo
LUGAR:  GRUPO ALPHA ALTAMIRA
HORARIO: 9:00 AM-2:00PM 
PLAZAS LIMITADAS.  INFORMACIÓN E INSCRIPCIONES  
 BHYCOMUNICACIONES@GMAIL.COM
Whatsapp +58414 0271407



Dictado por Berna Iskandar, periodista, madre, blogger, divulgadora de temas de crianza alternativa, paternidad, maternidad y derechos de infancia y adolescencia enmarcados en el desarrollo humano sustentable.  Primer premio concurso de Bloggers 2013 sobre Desarrollo Infantil, otorgado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Conductora y productora del programa Conoce Mi Mundo  en la Emisora Cultural de Caracas, único en los medios venezolanos   enteramente dedicado a promover crianza en cultura de paz, desde el 2006.
 
La mayoría de los terrícolas procedemos de crianzas basadas en la obediencia y el adiestramiento, donde la palabra límites se asocia al No, la represión, la inhibición, los premios, recompensas,  el castigo físico y psicológico... A la hora de criar o educar aún con el propósito de hacerlo de modos distintos, progenitores, cuidadores, educadores, nos encontramos sin otros referentes y se nos plantea el gran desafío: Si no pegó, ni uso premios ni castigos ¿cómo pongo límites?  

La crianza respetuosa propone como objetivo de la socialización, que el niño se convierta en guardián de sí mismo, que despliegue la capacidad de autorregularse, que desarrolle su potencial de comprender así como el propio y genuino deseo de cooperar con los límites razonables e inherentes a la convivencia. Que construya desde adentro y oriente su vida a partir de la ética y de los valores que ha decidido conscientemente incorporar en su bagaje emocional, sin que violentemos sus derechos, ni su integridad como persona. Sin alejarlo de su sí mismo. 

Contenido: Estilos de crianza y las visiones sobre la infancia; Qué son los límites; Exceso o carencia de límites ¿dónde está el equilibrio?; Poner límites o acompañar a nuestros hijos a reconocerlos ¿cuándo y cómo?; ¿Hace falta castigar o premiar para educar?; Presión social versus necesidades naturales (autorregulación) del niño; Lo que no se dice sobre los métodos punitivos de crianza (castigos físicos o psicológicos, silla de pensar o tiempo fuera, el 1,2,3, cartelera de puntos, caritas felices, etc.); Límites razonables y disciplina no punitiva, respetuosa de la integridad del niño 


PODCASTS SOBRE EL TEMA


Con Elí Bravo en Insirulina Radio, conversando sobre cómo nos sentimos cuando nuestros hijos se "portan mal"...




 En La Mañana 977FM, Valencia hablando sobre Taller Disciplina Humanizada




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miércoles, 27 de agosto de 2014

Criar es crear, jugar, acordar, negociar

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Cuando un niño está pasándola bien haciendo algo que le gusta, y le decimos o le ordenamos desde la cocina o desde otra habitación que interrumpa su actividad para que haga otra cosa, o para que cumpla con una obligación como ir a bañarse, a comer, a hacer las tareas, etc., es muy probable que no responda de buena gana o no sienta el deseo de cooperar. A nadie le gusta que le interrumpan cuando la está pasando bien y menos con una orden ¿cierto? En esos casos es más efectivo acercarnos, empatizar con el niño (veo que estás disfrutando un montón con tus juguetes)  y comunicarle el evento por venir (pero ya llegó la hora de cenar). Con niños a partir de los 3 años, además del juego y la creatividad, podemos negociar y establecer  acuerdos sobre el tiempo que necesite para terminar con la actividad que está realizando (jugar, ver tv, etc.) y pasar a la siguiente (bañarse, cenar, hacer la tarea).  Con niños menores de 3 años que aún no han desarrollado la madurez cognitiva suficiente para la negociación, podemos usar el juego, la imaginación, la distracción, ofrecer alternativas más atractivas y otros recursos creativos para redirigir su atención e interés hacia la tarea que toque realizar...

Las posibilidades pueden ser tantas, como niños y padres en cada situación particular. Los ejemplos  siempre aportan referencias e ideas que podemos ajustar a cada caso. En este sentido invité a las mamás en mis redes sociales a compartir experiencias de recursos creativos, juguetones, imaginativos que suelen  usar o se les ocurre que podrían usar para motivar a los peques a hacer algo que en principio no les gustaría hacer,  sin recurrir a sistemas de premios y castigos, ni imponer, ni sermonear...

Mónica contaba historias muy locas que se inventaba y con las que se llevaba a sus hijas (cuando eran pequeñas) al baño, a la cena o a la cama.

Mi amiga Holanda, cuando la resistencia a bañarse de su hija de 7 años es dura de vencer,   apela  a recursos divertidos e inesperados como invitarla a meterse a la ducha con la ropa, o  a bañarse todos juntos (mamá, papá, hermanito …)

Mirwil  dice que su  hijo de 3 años anda en la etapa de los "súper héroes". Y que ella aprovecha -como quien no quiere la cosa-  exclamando, "¡oh no… a súper bebé se le ha olvidado darse un baño hoy! ¿qué podemos hacer? ¡ayúdame! ¡ya el agua está caliente!”  Con lo cual el niño sigue el juego encantado. Eso sí –subraya Mirwil- sin nada de apuros.

Otra mamá en la misma onda, cuenta que su hijo de 3 años está algo selectivo con la comida y le ha tocado invitarlo a la cocina para ayudar a preparar los alimentos atómicos de su súper héroe favorito (arepas Z y queso Fotónico) 

Patricia, con su niña de 5 años (por tanto ya en capacidad para negociar) nos cuenta que recientemente tenía que llevársela de casa de la abuela donde la pequeña se encontraba muy a gusto. Cuando le explicó que la razón era arreglar el carro para que estuviera en condiciones de llevarles a la playa el fin de semana, la ilusión de lo que venía luego de la “diligencia fastidiosa”, motivó a la pequeña.

Una seguidora con la cuenta llamada Criando Pensamientos nos dice que a sus sobrinos de 5 y 8 años les propone un juego dentro de la actividad "aburrida". Así, por ejemplo, logra que ayuden a ordenar, poniendo música mientras entre todos lo hacen bajo el reto de acabar antes de que termine la canción.

Una mamá con el usuario @seayalas cuenta que siempre se pone a cantar y bailar alocadamente y que anima objetos que le hablan a su bebé de 14 meses. Dice que no se reprime a la hora de recurrir a la fantasía y al juego alocado en sitios públicos para motivar, distraer o persuadir a su pequeño, aunque la gente la vea raro. 

Cuando algún pequeño o pequeña a mi cargo manifiesta resistencia a pesar de haber intentado varios recursos como la negociación, el juego, la magia… y ya no queda más remedio que llevarles hacia la actividad pendiente, me ha funcionado -como último recurso- convertirme en la monstrua de las cosquillas y los brinquitos, atraparlos y llevarlos cargados a punta de cosquillitas y brinquitos del parque al carro, o de la sala a la cama, a la ducha …

Todas las experiencias anteriores tienen en común las ganas de establecer una buena conexión con nuestros peques, dejar salir y seguir intuitivamente aquello que nos dicta nuestro propio niño juguetón y creativo, hasta conseguir una comunicación activa sin necesidad de castigar, gritar, sermonear, ni ordenar.

Los recursos del juego, la creatividad, la imaginación, la magia, el acuerdo, la negociación constituyen alternativas respetuosas y efectivas frente a los premios y castigos o la costumbre arraigada de dar sistemáticamente órdenes mirando al niño desde arriba.  Aunque a ratos nos resulte difícil, aunque tome más tiempo y esfuerzo, es así como cada día de la crianza de los peques a nuestro cargo, dejará de ser un campo de batalla para convertirse en un desafío lleno de oportunidades para  aprender y disfrutar juntos.

¿Te animas a compartir tu experiencia?   

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miércoles, 28 de mayo de 2014

¿Hay que frustrar a los niños para "civilizarlos"?




A menudo escucho a progenitores, educadores y profesionales de la salud (incluyendo reputados pediatras) decir que para educar o civilizar a los niños hay que frustrarlos. Dicen por ejemplo, que hay que dejarlos llorar para que no se malcríen, que no hay que atender en todo momento el llanto de los niños para que aprendan a tolerar frustraciones, que no los debemos complacer (aunque esté en nuestras posibilidades hacerlo) con el objetivo de obligarles a ejercitar la tolerancia a la frustración. Sin embargo, en el decurso de la vida de cualquier mortal, y sobre todo durante la experiencia infantil,   suceden suficientes oportunidades naturales para ejercitar la frustración y lograr asimilarla adecuadamente con el apoyo consciente, respetuoso y amoroso de los padres. Un niño que comienza a gatear o a caminar y se cae, se frustra. Como ese ejemplo hay muchos otros, la vida de un niño está cundida de ellos. Por lo tanto mi sentido común me dice que no es necesario añadir frustraciones extras.

Pero indaguemos la opinión de un especialista para aclarar malos entendidos sobre el tema y conocer sobre las secuelas que generan los condicionamientos sociales relacionados con la frustración infantil.  Para ello he pedido la ayuda a un facultado,  sustantivo y  preclaro profesional orientado por una visión respetuosa sobre la infancia. Se trata de José Luís Cano Gil quien gentilmente aceptó responder a esta entrevista. José Luis es psicoterapeuta psicodinámico y de crecimiento personal, especializado en atención a adultos y padres con enfoque Alice Miller. Trabaja en Barcelona, España, y su sitio web es    www.psicodinamicajlc.com



¿Hay que frustrar a los niños para "civilizarlos"?

En absoluto. La mera idea de usar la frustración como instrumento educativo me parece siniestra, una variante de los maltratos y castigos de siempre. La frustración forma parte de la existencia, desde luego. Pero la "civilización", la tolerancia a los límites y a las frustraciones, etc., no se adquieren frustrando a las personas una y otra vez (lo que sólo las hipersensibilizará al dolor), sino fortaleciendo al máximo su personalidad. ¿Cómo? Invariablemente, a través del respeto, la ecuanimidad, el amor, el ejemplo, la contención afectuosa, la paciencia. Sólo esto capacita a las personas para resistir sus frustraciones, siempre que éstas no sean, por otra parte, ni demasiado traumáticas, ni demasiado frecuentes. 

¿De dónde sale esta idea o creencia que de manera latente o manifiesta sostienen criadores, educadores y profesionales de salud relacionados con la infancia y cuáles son las repercusiones para el desarrollo emocional de los niños?

Supongo que tal creencia es el actual modo eufemístico de predicar la "mano dura" de siempre, que es como seguramente habrán sido educados la mayoría de sus defensores. En cuanto a las repercusiones, tanto infantiles como en adultos, son claras. Las personas excesivamente frustradas desarrollan sentimientos conscientes e inconscientes de ira, tristeza, baja autoestima, resentimiento, miedos, desmotivación, hipersensibilidad a las frustraciones, pesimismo... Si los niños son frustrados de modos frecuentes, injustos o abusivos, entonces se sentirán humillados, desesperados, perderán el respeto a la autoridad (padres, profesores), se volverán tristes o inquietos, desobedientes, retadores, agresivos...

¿Cuál es la función de la frustración y cómo opera?

La frustración es la privación de un deseo. Si nuestro número de frustraciones no es excesivo, aprenderemos que no todos los deseos pueden ser satisfechos en la vida, lo cual nos fortalecerá cada vez más -en un marco realmente amoroso- respecto al dolor que nos producen. Así, las frustraciones nos ayudan a adaptarnos a la realidad.

¿Cómo acompañamos a nuestros niños para ayudarles a integrar las experiencias de frustración y configurar sanamente los niveles de tolerancia o respuesta ante ellas?

Con amor y ejemplo. Es decir, empatizando con ellos, compartiendo el dolor que sienten, evitando que las vivan como agresiones o castigos, soportando serenamente nuestras propias frustraciones... Después de todo, la única razón por la que vale la pena aguantar cualquier disgusto es por el amor de quienes nos rodean. Una persona sin amor, en cambio, ¿por qué o "a cambio" de qué debería aceptar su sufrimiento? Esto es la "intolerancia" a las frustraciones.


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jueves, 7 de febrero de 2013

Sobre el peliagudo tema de los límites y la disciplina




Por un lado observo  a padres y adultos que atribuyen a la ausencia de límites y disciplina, todo desequilibrio o desajuste en el comportamiento o en el vínculo con los niños. Adultos que señalan cualquier conducta indeseable o valorada como mala conducta debido a falta de límites, con lo cual manifiestan la demanda de imponerlos muchas veces sin discriminar criterios, y de manera arbitraria y violenta. En otro extremo observo a padres y adultos a la defensiva con reacciones casi alérgicas frente a la palabra disciplina, normas o límites a menudo como reacción adversa a las experiencias de la propia infancia marcada por modelos autoritarios de crianza y que los hace pendular al extremo contrario. En ambos casos nos encontramos discapacitados para acompañar con equilibrio el proceso de socialización sana de los niños a nuestro cargo.   
Antes de pensar que cualquier conducta del niño es causada por falta de límites y se resuelve “poniendo límites”, tenemos que hacernos preguntas importantes. Una de ellas es,  a qué edad. Un  bebé o niño pequeño –carente de autonomía,  absolutamente vulnerable y dependiente de nuestros cuidados- que requiere atención inmediata y constante, que además no ha madurado para comprender y mantener una regla, entre otras nociones propias del razonamiento, no necesita que le “pongamos límites”. El encuentro con dichos límites, se regulan en tanto que los adultos nos mantenemos presentes, conectados, garantizando sus necesidades, su integridad y asegurando el entorno.

Progresivamente el niño va adquiriendo  autonomía y habilidades tales como caminar, comer, solo, expresarse a través del lenguaje, socializar, comprender y mantener límites razonables y  algunas reglas. Deja de percibirse como un ser único y fusionado con la madre, y logra  reconocerse como un ser distinto capaz de darse cuenta de que hay “un yo y un tú”.     Es entonces cuando acompañamos  a fortalecer sus habilidades naturales de empatía, reciprocidad, cooperación, reconocimiento de las necesidades del otro, así como las normas y los límites propios y fundamentales para la convivencia.  Nuestra obligación como padres, poco a poco supone hacerles ver que la libertad de dar rienda suelta en determinados momentos a determinados impulsos o deseos propios, básicamente se termina cuando dañamos a los demás o donde ponemos en riesgo la propia integridad.  

Cuando hablamos de límites el cómo también es una pregunta importante. No se trata de imponer límites a los hijos, sino de acompañarles a reconocerlos y a comprender la importancia de respetarlos desde el bienestar, sin violentar el momento madurativo del niño  ni su integridad como persona.

Los seres humanos no somos puro instinto como el resto de los animales. También hacemos parte de una cultura. Es verdad que en gran medida nos regulamos con el instinto respondiendo a lo que dicta sabiamente nuestro diseño filogenético.  Pero no todo lo que pertenece al instinto resulta necesariamente constructivo en cualquier circunstancia.  No podemos andar por la vida agrediendo  a otros toda vez que nos sentimos amenazados o porque nos parezcan raros o diferentes,  ni  orinando y defecando en público porque es una función natural del cuerpo o tomando cualquier cosa que deseemos sin autorización de los propietarios, etc. Los seres humanos también somos capaces de razonar, evaluar cuando un  deseo o un impulso es capaz de dañarnos o de dañar a los demás. Por lo tanto estamos en condiciones de regularnos mediante la razón. Disponemos del libre albedrío, cualidad que nos define como seres civilizados y de la cual se deriva la ética.  En la medida en que usamos el lenguaje adecuado a la edad del niño para transmitir los límites y en tanto que explicamos e informamos, negociamos,  en lugar de ordenar e imponer, estaremos nutriendo y  fortaleciendo la capacidad de razonar, la iniciativa propia y la responsabilidad de las criaturas.  

Esta es tarea que toma tiempo, requiere repetición, constancia,  ejemplo modélico, compromiso emocional de los padres y educadores. No se instaura de la noche a la mañana. Los niños están  graduando y consolidando dicho bagaje progresivamente a lo largo de años hasta alcanzar la autonomía una vez que llegan a la adultez.

Cuando son pequeños, están en una etapa egocéntrica, están en el placer, sienten el propio deseo de forma pura y total, como una necesidad urgente. Les cuesta comprender la distancia entre su deseo y la realidad (tocar  con ávida curiosidad los adornos de la casa, corretear en los restaurantes, cruzar solos la calle, comerse el paquete entero de chucherías…) A menudo dicha distancia puede resolverse con diálogo, con explicaciones, con negociaciones o quizás distrayendo u ofreciendo otras opciones al pequeño. Si es un comportamiento producto de una necesidad legítima no atendida, (hambre, cansancio, mirada, juego y vínculo afectivo) o si se trata de un comportamiento violento causado por heridas emocionales no sanadas, (celos hacia el nuevo hermanito, exigencias desmedidas, exceso de represión, experiencias de abandono, desamparo o  maltrato) debería mitigarse o mejorar una vez que la causa es detectada y atendida. Pero también hay momentos en los que debemos ser firmes sin violentarnos.  Por ejemplo, si  el niño  se empeña cruzar  la calle solo,  lo detenemos y se lo impedimos.  Sin regañar, sin castigar, sin rogar, ni suplicar. Simplemente actuamos de manera consistente cada vez que ocurra, con firmeza y sin violencia. Lo mismo si el pequeño golpea o hace daño a otras personas, adultos o niños. Sencillamente no lo permitimos. En casos así, podemos contenerlo físicamente con nuestro cuerpo hasta que se calme.

Hay reglas o límites con los que podemos ser flexibles. Por ejemplo, un día podemos irnos a la cama sin bañarnos y no pasa nada.  También hay límites  que no se negocian (si sacamos las cuentas deberían ser los menos frecuentes)
como agredir a las personas, o permitir al niño que se tome la botella de detergente porque le dio curiosidad. En ningún caso necesitamos castigar, ni pegar, ni gritar a los niños para enfrentarlos a la necesidad de integrar los dichosos límites.  

Otra pregunta importante es a qué se le pone límites. Existen malos entendidos  que nos hacen creer en la necesidad  de limitar el afecto, los pedidos de mirada, cuerpo, presencia segurizante, brazos, estimulación, compañía, porque podemos malcriar a las criaturas. Como si el exceso de amor hiciera daño. Desde la mirada de la teoría del apego entre otras ciencias que estudian al ser humano, el amor incondicional durante la infancia es la base de la salud mental presente y futura. El exceso de amor nunca ha debilitado o malcriado a nadie. Si alguna plaga o pandemia diezma a nuestra civilización es precisamente el déficit de amor.  Los pedidos basados en necesidades instintivas, que incluyen reclamos fisiológicos como hambre, descanso, así como  las necesidades afectivas como el consuelo, la estimulación, el acompañamiento del adulto cuidador, nunca se deben limitar.  Limitar la respuesta sensible ante las necesidades psicoafectivas del niño provoca experiencias de malestar, inseguridad, soledad, miedo que devienen en síntomas.  ¿ Que debemos limitar? las necesidades de consumo como por ejemplo ver la tele, comer chucherías, comprar demasiados juguetes. Necesidades secundarias que hemos creado los adultos cuando no estamos disponibles para prodigar la atención afectiva que reclaman ofreciendo un dulce o encendiéndoles la tele o la tableta para que nos dejen tranquilos.

No existen fórmulas, ni recetas, ni un listado estandarizado de límites  en cuyo marco educar a los pequeños. Cada familia constituye una identidad particular con sus propias costumbres y cultura de lo cual se desprende un conjunto de valores y reglas de convivencia. En todo caso lo que queremos lograr es que el niño desarrolle el genuino deseo de cooperar sin la amenaza de castigos o  estímulos como premios o recompensas. Es decir, que nuestro hijo o hija consiga autorregularse, que no dependa de la vigilancia constante de otros o de la amenaza del castigo o la promesa de la recompensa. Que se convierta en guardián de sí mismo, que oriente su vida a partir de la ética y de los valores que ha decidido conscientemente incorporar en su bagaje intelectual y emocional: estudiar no para obtener notas sino por el placer o la motivación de aprender… trabajar no sólo por dinero sino porque realizan una tarea gratificante o encuentran motivación al contribuir  con el bien colectivo … respetar la luz roja del semáforo o abstenerse de poner música a todo volumen al margen de que haya un policía o una eminencia de multa porque se sienten parte de una comunidad y quieren contribuir con la calidad de vida para beneficio propio y de los demás …  Seres humanos capacitados para darse cuenta de que integran un sistema en el que cada individuo constituye una unidad estrechamente vinculada al resto de los componentes (desde el más próximo al más lejano) de este vasto entramado que constituye una familia, un país, un planeta y que cada uno de nuestros actos afecta al conjunto y también se revierte hacia nosotros.

Otro aspecto a destacar sobre los famoso límites, es la relación que tienen con la capacidad  para comunicar apropiadamente lo que esperamos del otro. Así como los padres estamos dispuestos incondicionalmente a respetar a nuestros hijos, a acompañarlos y adaptarnos a sus necesidades, llegado un momento de su desarrollo  evolutivo, es deseable mostrarles que, en ocasiones, los demás también necesitan y esperan ser acompañados y complacidos.  Por ejemplo, si el niño está aburrido y quiere jugar con nosotros, podemos dejar nuestra tarea para ir a jugar con él, explicándole que luego de un tiempo debemos regresar a la tarea pendiente y que esperamos que nos permita realizarla, transando así, por “un ratito tú y otro ratito yo”.  


En general si sacamos cuenta veremos que la mayor parte del tiempo los niños se pliegan a lo que le pedimos, hacen sus rutinas y su vida tal y como se lo indicamos casi siempre, cada día. El problema surge cuando los adultos no sabemos reconocer, nombrar, por tanto explicar y pedir asertivamente a nuestros hijos, lo que necesitamos de ellos y con el lenguaje apropiado para su edad. Tal vez porque nadie nos permitió ni nos enseñó a reconocer y pedir de un modo transparente lo que necesitamos durante nuestra propia infancia plagada de tratos autoritarios, exigencias desmedidas y descalificaciones constantes hacia nuestras necesidades legítimas.  Así las cosas,  los elementos quedan servidos para que  padres y madres, incluidos los que decidimos apostar por un nuevo paradigma de crianza o  intentamos practicarla,  seamos susceptibles de atravesar los linderos hacia el extremo de la anarquía. Me refiero a los casos de niños que se violentan, patean, gritan y golpean a sus padres o a otros si no se les complace de inmediato, en todo momento y sin tregua. Niños que sistemáticamente desconocen y se niegan a dar cabida al deseo de otros.  Niños que luego llamamos tiranos.

Pero la responsabilidad es de nosotros los adultos que al no saber cómo pedir lo que esperamos, impedimos que el niño reconozca e interiorice los límites razonables así como su propia capacidad de cooperación, altruismo y reciprocidad cercenado  las habilidades para negociar, acordar y fluir en el entorno compartido con otros.  Aclaremos que no hablo de adaptar a los niños  a un orden social injusto con demandas desmedidas, pero tampoco se trata de saltar hacia el extremo de “desadaptarlos” del mundo donde necesariamente tienen que desarrollar habilidades de convivencia. Se trata de apostar por el equilibrio entre dar y recibir, ser flexibles y ser firmes.  Como los equilibristas quienes oscilan a ratos hacia la derecha y luego hacia la izquierda, para sortear la gravedad y mantenerse caminando.

Comunicar al niño lo que sentimos sin menoscabar a la persona (“me canso mucho cuando tengo que recoger todo el desorden en la sala” en lugar de “eres un desordenado”), enseñarles a reconocer nuestras necesidades y lo que esperamos de ellos (hemos jugado juntos toda la tarde, ahora mamá necesita concentrarse en hacer un informe de trabajo, luego podemos seguir jugando), impedir que dañe a otros o que irrespete el derecho de otros (no pegamos a los demás ni tomamos sus pertenencias sin permiso), y si es necesario hacerlo con firmeza pero al mismo tiempo con amabilidad, también constituye una faceta indispensable de la crianza  respetuosa.  


Aquí aprovecho para insistir en que actuar con firmeza cuando es necesario, no significa usar la violencia. Aunque nadie nos enseñó cómo hacerlo,  a pesar de que no tengamos referentes, podemos aprender a ser firmes y al mismo tiempo amables. Tal vez para comprenderlo y llevarlo a la práctica de un modo equilibrado, genuino y sostenible, necesitemos primero revisar nuestras propias historias infantiles afectadas por los estragos de la crianza coercitiva, que ahora desde el rol de padres, reeditamos inconscientemente situándonos en los extremos de la culpa, el miedo y la sumisión o del autoritarismo, la ira y la imposición. Organizados así, indefectiblemente habrá caldo de cultivo para que surja un abusador y un abusado.  Y esto no es lo que queremos para nuestros hijos.


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