"...hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros..." Octavio Paz. El Cántaro Roto.

CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.

martes, 6 de junio de 2023

Mi hijo quiere estar todo el día pegado a la pantalla ¿qué hago?


 
 
¿Qué hacemos con nuestros hijos y el consumo excesivo de pantallas? ¿Te has detenido a observar cómo cambia el comportamiento de los niños en una fiesta infantil con barra libre de dulces y refrescos? Se tornan inquietos, impulsivos, ¿cierto?… 

Sabemos que existen consumos naturalizados en nuestras sociedades que son muy poco o nada saludables. Entre dichos comportamientos de consumo se encuentra el uso excesivo de nuevas tecnologías. Como con las chucherías, dejar a los niños barra libre para el consumo de pantallas resulta pernicioso para su comportamiento inmediato y para su desarrollo en general (social, físico, neurológico, cognitivo). 

En esta nota no me voy a extender con explicaciones sobre los riesgos o el daño que provocan las pantallas. Ya hay abundantes estudios publicados en la red que lo explican muy bien. En mi caso cuento con la casuística de las consultas de coaching de crianza en las donde los progenitores relatan que al restringir celulares, tabletas y tele se ven obligados a sobrellevar, literalmente, el síndrome de abstinencia de sus hijos, incluso muy pequeños, hasta que progresivamente notan una importante mejoría muy parecida a una desintoxicación. 

Esto ya dice bastante sobre lo adictiva que puede llegar a ser la exposición a pantallas. Y no se trata de demonizar a las “nuevas tecnologías” porque en determinados contextos, a determinadas edades y supervisando adecuadamente tiempos y contenidos pueden ser incluso favorables sobre algunos aspectos del desarrollo o aprendizaje. Pero lamentablemente el consumo general de pantallas está bastante viciado y repercute negativamente en el desarrollo de los niños y adolescentes. 

En esta nota hablaremos sobre lo que podemos hacer para conseguir que nuestros hijos dejen de ver pantallas o regulen de forma saludable la exposición a las mismas. Lo primero que tengo para decir es que en general los niños ven pantallas porque nadie los ve a ellos, porque se sienten aburridos, porque se sienten emocionalmente desconectados, porque no tienen la posibilidad de otras cosas que hacer que les interesen realmente, no tienen espacio ni tiempo para jugar con otros niños libremente, sin instrucciones, sin agendas, sin largas horas de encierro e inmovilización en instituciones escolares o en sus casas, prácticamente solos o con la tele de niñera, porque tampoco hay adultos disponibles para conectar, interactuar, acompañar o proponer experiencias más atractivas. Los adultos ofrecemos o ponemos a disposición de los niños y jóvenes las pantallas para que desvíen sus demandas de atención, juego, interacción hacia otro foco en aras de nuestra propia comodidad o de preservar nuestras prioridades organizativas. 

La solución a este problema aunque pueda enunciarse de manera sencilla, requiere de mucho esfuerzo y compromiso emocional de nuestra parte. Precisamos replantearnos nuestros vínculos, el tiempo de interacción y la calidad de la conexión con nuestros hijos, esforzarnos más por ofrecerles alternativas que despierten el interés y la motivación para hacer otras cosas diferentes a ver la tele todo el día. No basta con exigir al niño o al adolescente que apague la tele o que suelte el celular con una prohibición cuando se siente desesperadamente necesitado de refugiarse en ellas. Y es que la necesidad de exposición a las pantallas no es el problema sino la solución que encuentra el niño o el adolescente al problema original de vacío emocional, de falta de posibilidad de satisfacer sus necesidades motoras, de movimiento y exploración, de socialización, de juego libre y creativo, de vínculo. El “refugio”que encuentran nuestros hijos al llegar agotados a casa con la necesidad de “disociarse”, después de jornadas largas en la escuela sometidos a exigencias desmedidas, a experiencias aburridas bajo ambientes sobre regulados y autoritarios, poco amorosos y nada amables con sus necesidades y ritmos. 

Entonces lo primero por hacer es acercarte a tu hijo o hija, sea niño o adolescente, y escucharle. Deja de lado los sermones, discursos, amenazas, premios, castigos… y escúchalo activamente para tratar de entender lo que le pasa, cómo se siente, qué necesita. Demuestra tu disposición de compensar esa necesidad o de ayudarle a conseguirlo. Lo segundo es que dejes ya de usar las pantallas como alternativas para mantener “tranquilo” a tu hijo o hija, para que no molesten, para que no te llamen tantas veces mientras tú resuelves tus cosas. ¿Te va a costar tiempo y esfuerzo? Seguramente sí, pero te invito a mirar en perspectiva. Piensa en los dolores de cabeza que te ahorrarás evitando las consecuencias nada saludables presentes y de cara al futuro para tus hijos fruto de la sobreexposición a las pantallas. 

 ¿Y que tipo de alternativas ofrecer? Si conoces bien a tu hijo o a tu hija seguro sabrás qué le resulta más atractivo o le interesa más: los dinosaurios u otros animales, los cuentos de aventuras, algún deporte, pintar, manualidades… busca actividades distintas a las nuevas tecnologías que estén vinculadas con sus intereses y facilítale el acceso preferiblemente en ambientes naturales y no en instituciones, que para eso ya han tenido bastante con estar casi todo el día en la escuela. 

En general opino que con los niños menores de seis años, mientras más cerca estemos de cero consumo de pantallas, mejor, salvo que sea para comunicación o interacción con familiares que se encuentren distantes físicamente, siempre con la supervisión de adultos de referencia. Con niños mayores de siete es imprescindible regular tiempos razonables de exposición y contenidos. Preferiblemente en dispositivos sin conexión a internet donde previamente habremos seleccionado películas, series, juegos apropiados para su edad, libres de violencia, incitación al consumo, hipersexualización, sexismo, etc., basándonos en sus intereses y que podremos variar de tanto en tanto. 

Es importante nuestra supervisión constante. Observar, acercarnos periódicamente, mirar si hay alguna curiosidad o inquietud de nuestro hijo que podamos ayudar a despejar o si hay alguna señal que nos indique que está ante contenidos inapropiados o que está muy enganchado para redirigirlo a tiempo, proponiendo alternativas más saludables. 

Con niños de siete años en adelante podemos establecer estas normas o límites de uso mediante acuerdos. Como todo proceso de aprendizaje, los acuerdos toman tiempo para ser interiorizados. La paciencia y persistencia son clave. No hay que desistir si no vemos resultados inmediatos. Una buena negociación o acuerdo siempre conlleva a renuncias de ambas partes y al mismo tiempo significa ganancia para ambas partes (tú quieres que tu hijo de ocho años vea cero pantallas, tú hijo quiere ver pantallas todo el día, tú renuncias a tu deseo de cero pantallas y te muestras dispuesta a negociar por una hora al día, tu hijo renuncia al deseo de ver pantallas todo el día y propone dos horas, luego acuerdan hasta llegar a un punto medio, etc.). 

Es importante saber que una imposición no es un acuerdo. Los acuerdos se realizan sobre un tema concreto: el tema es la tele y acordamos cuánto tiempo y qué contenidos verás). No se establecen sobre dos temas diferentes: si te comes todo el almuerzo podrás ver la tele. Esto último es imposición, castigo o chantaje, no es acuerdo. 

Para establecer y recordar los acuerdos se precisa un clima previo de confianza, donde todos estemos relajados. Comunicar  de forma clara y firme con un tono amable, cómplice, sin posturas educativas arrogantes o autoritarias.  Demostrar lo que pides con tu postura, con tu cuerpo, la mirada, la emoción y las palabras alineadas de forma coherente. Podemos hacer recordatorios amables siempre privilegiando el contacto visual, corporal y afectivo que tanto esperan y necesitan los niños de sus padres (cariño ya estamos cerca del momento de apagar la tele para hacer otra cosa, dame un abrazo, te amo, etc.…). 

Recuerda proponer alternativas. Reintenta las veces que sea necesario. Anticípate tomando en cuenta el factor cansancio, hambre u otros que generen alteración emocional en tu hijo o en ti y que pueden dinamitar las condiciones para sostener acuerdos, desencadenando conflictos. 

Igual puede suceder que en algún momento o circunstancia no quede más alternativa que un no rotundo a la tele o al videojuego. Aún así podemos empatizar con la frustración de nuestro hijo o hija (entiendo que te moleste mucho mi decisión, lo siento mucho cariño, pero no puedo permitirlo por…) 

Es importante que seamos consistentes con el cumplimiento de la norma o del límite que regula el tiempo de uso o de cero uso de pantallas. Recuerda que tras el uso excesivo de nuevas tecnologías existe una vulnerabilidad previa. 

El riesgo de desarrollar adicción es directamente proporcional a las carencias de necesidades básicas de conexión, juego, socialización, que impulsan a tus hijos a depender de las mismas. Siempre centrar el foco en la causa en lugar de tratar de eliminar el síntoma. 

Berna Iskandar

miércoles, 8 de febrero de 2023

Crianza en tiempos de Internet ¿cómo cuidar a mis hijos de los riesgos?


Advertencia importante sobre tu ciberseguridad y la de tus hijos.

Por Berna Iskandar  


¿Están mis hijos usando adecuadamente las nuevas tecnologías?, ¿a qué se están enfrentando con el uso de internet?, ¿cómo hago para poner límites frente a las pantallas?, ¿cómo los protejo o les enseño a protegerse de los riesgos?... 

Si eres papá o mamá de niños, niñas o adolescentes, muy probablemente sientes que uno de los objetivos más retadores de la crianza es conseguir que tus hijos establezcan una relación sana con las nuevas tecnologías. 

Para comenzar es recomendable hacernos muchas preguntas respecto a nuestro propio uso y conocimiento de la web. Nos enfrentamos al desafío de que nuestros hijos e hijas son nativos digitales, en algunos casos con mayores destrezas que nosotros para el manejo de las herramientas tecnológicas, pero sin la madurez para enfrentar y digerir las consecuencias del uso de las mismas

Alcanzar un panorama claro sobre lo que queremos hacer y cómo llevar a cabo una crianza cibersegura, precisa saber dónde estamos parados. En este sentido el asunto fundamental entender que los riesgos de internet son bastante más graves de lo que podemos llegar a imaginar. En general se considera que para estar seguros, bastaría con establecer controles parentales que eviten que nuestros hijos ingresen a determinados sitios web o accedan a determinados contenidos. Pensamos que supervisar el tiempo de exposición a pantallas o cambiar con frecuencia las contraseñas eligiendo combinaciones robustas, es suficiente, pero no es así. 

El verdadero problema de internet es que es intrínsecamente insegura. ¿Y por qué?, su diseño actual está pensado para hackear la vida de los seres humanos. Ana Fisher, comunicadora social especializada en temas de ciberseguridad y creadora del blog crianza ciber segura, advierte que lo que está siendo hackeado no son meros datos físicos, sino que internet está hackeando la percepción, emociones, comportamientos, la capacidad de atención, la salud mental y física propia y de nuestros hijos. 

El diseño de Internet y las Redes Sociales,  esta concebido de forma muy sofisticada y potente para controlar nuestros instintos, superando nuestras propias defensas como adultos para regularnos frente a tal bombardeo de estímulos. Peor aún cuando se trata de las mentes inmaduras de niños y adolescentes. Internet ya no es como al principio. Ahora se ha convertido en una tecnología en general orientada a hacernos adictos.   El filósofo especialista en ética de nuevas tecnologías y creador del centro para una tecnología humana, Tristan Harris, cuando trabajó en el departamento de ética de Google, se dio cuenta de que los diseños de Internet y su tecnología, tal y como los conocemos hoy, están atentando contra los Derechos Humanos. 

Descomunales computadoras y servidores como la famosa Aleph, son capaces de descifrar nuestra personalidad tan solo con que hagamos cincuenta clics, logrando con ello predecir un ochenta por ciento de aquello que nos gusta, lo que nos disgusta, nuestro estado de ánimo, nuestra ciclicidad femenina, lo que queremos hacer a futuro... El diseño actual de internet apela a la activación constante de las partes más primitivas del cerebro poniendo en marcha nuestros impulsos y emociones más básicos para llevarnos compulsivamente a conectar con pantallas y consumir sus contenidos. 

Resulta difícil que consigamos discriminar si estamos usando redes sociales o navegando en la web, por deliberadamente por elección propia o llevados por puro impulso.  Tristan Harris compara el mecanismo psicológico que provoca el actual diseño de Internet con la adicción a las máquinas tragamonedas, donde la persona introduce impulsivamente una moneda tras otra para obtener recompensa. Lo mismo pasa cuando pulsamos un enlace o deslizamos con el dedo sobre la pantalla una y otra vez en las redes sociales, aplicaciones o webs,  para obtener imágenes, información, un correo o cuando dejamos todo para pulsar cualquier notificación que entra al móvil... Las notificaciones que avisan en tiempo real la recepción de un mensaje por whatsapp o algún comentario en Facebook, disparan la respuesta inmediata del usuario. Cuando las vemos se activan necesidades pulsionales en nuestro cerebro para llevarnos a responder de inmediato. Los “megusteos” están diseñados para activar la necesidad de aprobación social, y así, cada diseño desarrollado para estas nuevas tecnologías apunta a movilizarnos para acumular contactos, visitas, comentarios, “me gustas”...


Según los estudios realizados por Tristan Harris, este mecanismo nos lleva a interrumpir cada tres minutos cualquier actividad, buscar compulsivamente información y compartir cualquier detalle de nuestras vidas privadas dejando rastros que luego son usados para llevarnos a consumir, sentir,  pensar de una manera determinada, ideologizarnos, etc. Cuando abandonamos una tarea para atender cualquier notificación,  reenfocarnos de nuevo toma un promedio de veinticinco  minutos. En la activación de este círculo vicioso nos ejercitamos involuntariamente cada día durante horas y vamos creando el hábito de interrumpir, perder el foco y responder de forma enajenada a los intereses que imponen otros. El mecanismo de enganche diseñado por una Internet que nos conoce mejor que nosotros mismos y nos lleva a quedarnos atrapados en sus redes, es tan potente que incluso cuando los adultos nos damos cuenta, nos cuesta salir de él. 


¿Qué decir entonces sobre la inmadurez de un niño frente a la influencia de esta poderosa y enajenante tecnología?

El uso de internet cambia el cerebro de niños y adultos.  Ana Fisher advierte que somos muy poco conscientes de las modificaciones que se producen en la infraestructura de nuestro cerebro. Compara con ejemplos sobre otras partes del cuerpo, explicando que podemos sentir nuestros pulmones, corazón, nuestros músculos y percibir cuando hay un cambio en ellos (si nos ejercitamos habitualmente percibimos cuando perdemos peso o aumenta la masa muscular, etc.)  Pero no somos capaces de percibir cómo cambia la infraestructura de nuestro cerebro. Cuando leemos o jugamos en el mundo físico, real, concentramos foco y cambia la tonicidad del cerebro, y aunque no lo veamos físicamente lo podemos observar en la conducta de nuestros hijos y contrastar la diferencia con las conductas que se generan a partir del consumo de pantallas, agrega la experta en ciberseguridad. 


Necesitamos una Internet más humana ¿Qué podemos hacer? 

Aunque parezca una utopía o un ideal demasiado romántico visto los poderosos intereses tras el manejo de La Red, es posible lograr un diseño de Internet más respetuoso de los Derechos Humanos. No se trata de volver a vivir con cero tecnología. Así como la política o la religión, tampoco la ciencia y la tecnología son buenas o malas en sí mismas. Depende de que se orienten al servicio y al bienestar, en lugar de orientarse a la conquista de poder en detrimento de la integridad de las personas. 

Si ya se sabe que las nuevas tecnologías están diseñadas para crear adicción, lo sensato sería   establecer  criterios de uso extrapolables al consumo de substancias adictivas como el tabaco, alcohol... y actividades que producen adicción como los juegos de  azar, visionado de pornografía, entre otras...  


A partir de este supuesto debemos intervenir el consumo de nuevas tecnologías con criterios preventivos. Aunque cada vez hay más estudios con resultados alarmantes sobre los efectos del consumo de nuevas tecnologías en menores de edad,  todavía no ha habido tiempo para estudios sobre efectos a largo plazo, debido al relativamente reciente consumo por parte de las nuevas generaciones con esta nueva cepa de tecnología en pantallas. Sin embargo no podemos arriesgarnos a exponer la salud y la integridad de nuestros hijos. Por tanto no tenemos que esperar una declaración de uso nocivo de Internet por parte de las autoridades sanitarias como ocurrió en su momento con el tabaco, el alcohol y los juegos de azar. Necesitamos actuar ahora. 


Algunas recomendaciones

Reconquista los espacios físicos de juego e intercambio social para ti, para los niños y adolescentes a tu cargo. Estas experiencias son insustituibles para favorecer el buen desarrollo y equilibrio integral en todas las edades, pero especialmente en la infancia que es un período de desarrollo en el que se están estableciendo las bases psicológicas, emocionales, fisiológicas, racionales, cognitivas y sociales del ser humano. 

El uso de pantallas debe ser controlado y racionado. Desde cero pantallas hasta el uso puntual supervisado y muy selectivo en tiempo y contenidos, según la etapa madurativa de los hijos, siempre y cuando sea para aprovechar las ventajas de conexión e información que Internet, cuidándonos de no quedar atrapados en la dinámica del diseño adictivo, violento y consumista de la red. Algunas investigaciones ya están recomendando enfáticamente  cero uso de móviles y otros dispositivos hasta los dieciséis años.

Los adultos podemos racionar tiempo en pantalla, eliminar las notificaciones y estar más pendiente de lo que publicamos, de los clics que hacemos, la información que vamos dejando en la red y sus consecuencias para nuestra integridad y la de nuestros hijos. 

Mantente atento al comportamiento propio y de tus hijos. Hacer “detox” de internet acordando períodos largos de cero uso de pantallas para toda la familia con alternativas que permitan dedicar más tiempo a encuentros y juegos en el mundo físico ayudará mucho a notar la diferencia, observar lo que pasa con nuestro estado emocional, nuestra capacidad de enfocarnos o concentrarnos, cuánta dependencia hemos creado. 

Infórmate bien y explica a tus hijos cómo funciona la red y lo que provoca en nuestro cerebro. Ayúdales a identificar comportamientos, conductas propias y ajenas, provocadas por su uso. 


Participa en iniciativas ciudadanas para reivindicar el cambio hacia una Internet más segura y humana.



Berna Iskandar

 



 


 

 











miércoles, 11 de enero de 2023

¿Cómo enseño a mis hijos e hijas menores a gestionar su intimidad?





Lo que antes se escribía  en un diario muy personal y se guardaba celosamente en algún cajón bajo llave, lo que  antes se hablaba con esa persona tan especial de  confianza, ahora se publica a diario en internet y redes sociales 


¿Será que se ha perdido por completo el sentido de lo privado y de lo público?


¿Será que ya no somos capaces de construir relaciones de confianza con personas especiales a quienes podemos hablar de lo que nos pasa desde un lugar de intimidad y transparencia?


¿Cómo vamos a enseñar a nuestros hijos a registrar la diferencia entre lo privado, lo íntimo y lo público si no damos el ejemplo? 


Si compartimos desmedidamente nuestra intimidad y la de nuestros hijos en internet y redes sociales con imágenes o relatos narrados o escritos de sus vidas privadas, se nos hará muy difícil enseñarles a gestionar su propia intimidad y su vida privada.


Una educación sexual consciente  incluye  cuidar la intimidad de nuestros hijos e hijas menores, generando vínculos y espacios íntimos seguros para que puedan expresarse, hacer que se sienta aceptados, valorados  y tomados en cuenta sin depender de Internet o redes sociales. 

Berna Iskandar 

Taller Online Educación Sexual Consciente  Capacítate y toma las riendas. No permitas que otros se encarguen por ti.  

domingo, 8 de enero de 2023

No es el cambio de año sino el cambio de consciencia lo que hará la diferencia




N
o es el cambio de año sino el cambio de consciencia lo que hará la diferencia...  

A propósito de año nuevo y, para no perder la costumbre, paso por aquí los primeros días de enero para dejarte  este cable a Tierra.

Sin duda el cambio de consciencia frente a la  s/exualidad es asignatura pendiente en nuestras familias y en la sociedad.  Una muestra está en el hecho de que usar la palabra se-x0 y sus derivados en redes sociales es exponerse a la policía de la moral y terminar pagando el precio del baneo o la censura  de los algoritmos, lo que implica la necesidad de escribir de forma camuflada.  Aunque paradójicamente, al mismo tiempo, los famosos algoritmos están aumentando el riesgo de visionado por parte de los menores de edad de material p=rno*gráfico entre otros contenidos deformados sobre la se*x*ualidad humana. 

El conjunto de la información sobre se*xu*alidad que circula en nuestro entorno social, o es bastante retorcida o está sesgada por creencias limitantes. Pero aunque con suerte y buen criterio logres acceder a las fuentes adecuadas, todavía es poco lo que podrías hacer a favor de una educación se-x*uaI  sana  y oportuna para los niños, niñas y adolescentes a tu cargo si antes no detectas y te sobrepones a la propia vergüenza, la rigidez y el tabú que has internalizado.

Veamos cómo te sientes frente a los temas de se*x*ualidad.

Cuando se trata de acompañar o de hablarle a tus hijos sobre su propio desarrollo se-x*ual, ¿lo haces cómoda y fluidamente, sientes miedo, culpa, inseguridad, vergüenza o simplemente no hablas del tema...?
¿Puedes recordar cómo reaccionaban tus padres cuando descubriste que tus genitales producían placer y te tocabas o la represión y la culpa fue tal que ni siquiera lo recuerdas?, ¿qué pasaba si te pillaban durante los juegos se*x*uales con compañeritos y compañeritas?, ¿cómo fueron tus primeras relaciones se*x*uales: placenteras, libres, espontáneas, seguras o bajo presión, a escondidas, forzadas, con culpa, miedo, vergüenza, represión?, ¿pudiste recurrir a tus padres como base segura de confianza y apoyo emocional en medio de estas experiencias o te las arreglaste solo, sola...?

¿Cómo te sientes respecto a tu cuerpo, cómo es tu relación con las experiencias de placer, con tus fluidos, tu menstruación, tu leche materna?...  ¿Te duele la regla, te parece sucia, te duele amamantar?, ¿después de haberlo hecho todo sin ningún éxito para lograr amamantar, te has planteado que posiblemente sea la rigidez sexual hecha cuerpo lo que está detrás de la imposibilidad de una lactancia exitosa y placentera?... ¿Te molesta, avergüenza, enerva ver a una madre amamantando en público?.  ¿Prefieres cesárea porque tienes miedo al parto natural?

La educación se*x*ual consciente comienza desde el momento en que somos concebidos, y no se aparca en la infancia para reaparecer en la adolescencia con una charla sobre relaciones sexuales y prevención de embarazos o transmisión de enfermedades. Es muchísimo más que eso... Sepámoslo o no,  estamos educando se*x*ualmente cada día y de muchas maneras.

Necesitamos capacitarnos para capacitar a nuestros hijos e hijas de forma oportuna y consciente. No permitas que otras fuentes deformadas se encarguen por ti.

Taller Online Educación Sexual Consciente    No permitas que otros se encarguen por ti.  


Berna Iskandar

sábado, 3 de septiembre de 2022

Adultos, los más grandes maestros del bullying




¿Cómo hago para que mi hijo no se convierta en víctima o agresor del bullying?...  Preguntas como esta aumentan en frecuencia cada tanto, cuando aparece alguna tragedia vinculada con el acoso escolar en portadas o secciones de sucesos de los medios de comunicación. Sin embargo esta forma de violencia entre niños y adolescentes está ocurriendo cada día en las escuelas, desde sus manifestaciones más sutiles hasta las más cruentas, comportando un quebradero de cabeza que no vamos a solucionar si no lo atendemos desde la raíz. 

¿Por qué ocurre el Bullying? Porque vivimos en sociedades muy violentas, porque los modelos mayoritarios de crianza en el hogar y educativos en la escuela son autoritarios, basados en la imposición, la amenaza, la represión, el miedo, los castigos. Porque hay distancia afectiva por parte de los padres hacia los hijos, porque al no estar disponibles les damos pantallas para que nos dejen tranquilos y en ellas los menores quedan expuestos durante horas a contenidos muy adictivos y violentos… Todas estas experiencias se van incorporando como modelos de valoración, acción y resolución de conflictos en las relaciones y la vida de niños, niñas y adolescentes. Luego se reeditan en la escuela. 

Los adultos somos los más grandes maestros del bulliyng y no nos damos cuenta. Con demasiada frecuencia aparecen en redes videos con padres o madres que pegan o humillan a sus hijos bajo la excusa de que así les transmiten valores o extinguen conductas indeseadas o están aleccionando a sus hijos sobre moral y buenas costumbres. Ridiculizándolos, chantajeándolos, humillándolos, pegándoles creen que los están enseñando a respetar. Luego no ven el origen de la violencia de sus hijos o hijas contra sus coetáneos en la escuela. No lo ven. Por el contrario, a juzgar por estos videos en redes, la manera en que se viralizan y los comentarios de los usuarios, tenemos por una parte, al padre o madre en el rol de agresor que maltrata y humilla públicamente a un niño o adolescente, y por el otro lado, a los que comentan aplaudiendo o azuzando esta violencia encarnando el rol de testigos, siendo funcionales a este abuso de poder del agresor o agresora contra la víctima… y no nos damos cuenta, no somos capaces de tener registro sobre la violencia que infligimos a los niños a nuestro cargo. 

Dejamos a los niños pequeños desde 1, 2, 3 años los primeros días de clase llorando, muertos de miedo, obligados a estar en un sitio extraño donde no conocen a nadie, con una inmadurez cognitiva que les impide saber que la mamá está en otra parte y va a volver, creyendo que no la verán más y entrando por consecuencia en una experiencia desesperante de angustia de separación. Esto desde el punto de vista del niño o niña es muy violento. Es quizás la primera experiencia de violencia escolar, generada por los adultos a los niños, pero no nos damos cuenta… Luego los mismos niños se comportan violentamente, pegando empujando y mordiendo a otros niños, y los culpamos, los sancionamos, expulsamos, los llevamos al psicólogo, los diagnosticamos con trastornos, los medicamos, sin registrar que el trastorno real es la cultura de educación y crianza en la que nos organizamos.  Esta y otras improntas hostiles provocadas por el sistema escolar siguen luego su curso agravándose a lo largo de las siguientes etapas y manifestándose en distintas formas de bullying. 

En la escuela los profesores castigan, gritan, se burlan, humillan, amenazan, son sarcásticos con los niños y adolescentes, mandan a los alumnos al rincón de pensar o los mandan a salones de niños más pequeños para “escarmentarlos” de manera que terminan humillados y ridiculizados frente al resto de la clase, y no nos damos cuenta de que estas son lecciones de violencia que luego reeditan con sus compañeros de clase. 

Es muy fácil encontrarse en redes y en la vida real casos de adultos polarizados, atacándose entre sí de forma irreflexiva, incapaces de llegar a acuerdos, ni respetar opiniones contrarias o manifestar las propias opiniones contrarias a los otros sin agredir, sin herramientas para resolver conflictos de forma democrática… pero no nos damos cuenta de la relación entre este comportamiento y el bullying entre niños y adolescentes. 

Volvamos a la pregunta de ¿cómo hago para evitar que mis hijos se conviertan en víctimas, agresores o testigos de la violencia escolar? Resolver el problema de raíz comienza por detectar la violencia, desde la más perceptible (golpes, amenazas…) hasta la que menos se percibe (gritos, burlas, humillaciones, chantajes, excluir, ignorar, cerrar la comunicación…) Reconocer  y dar identidad a la violencia es el primer paso para saber cuán funcional eres con estas dinámicas, cómo eres violento con otros, con tus hijos o alumnos, cómo permites que sean violentos contigo. Solo desde esa consciencia es posible abandonar el rol de maestro del bullying en cualquiera de sus roles (agresor, víctima o testigo) para convertirte en referente de valores democráticos, buenos tratos, autoprotección o respeto hacia ti mismo y los demás. 

Los buenos apegos en la crianza como  factor de prevención y protección

Un vínculo de apego seguro permite que te conviertas en la base a la que tus hijos recurrirán para confiarte lo que les pasa y así poner en marcha los mecanismos de protección necesarios para ofrecer seguridad y calma. Un vínculo de apego seguro te mantendrá bien conectado con tu hijo o hija, te permitirá interpretar bien sus necesidades y señales, incluida una mínima mueca cuando algo no está yendo bien y alertarte, indagar e intervenir el problema a tiempo. En el vínculo de apego seguro se habilita la confianza de tu hijo para abrirse contigo y contarte lo que le pasa. Si lo sermoneas, lo regañas, castigas, le impones sistemática y arbitrariamente las cosas, si le haces sentir que debe comportarse de una determinada manera para que lo aceptes o lo quieras, tu hijo temerá recurrir a ti. En cambio cuando de manera coherente tu trato lo hace sentirse aceptado y amado incondicionalmente, cuando lo escuchas sin juzgar y le acompañas a buscar soluciones de forma amorosa y respetuosa a sus problemas y necesidades, confiará y recurrirá a ti en busca de ayuda y refugio. 

Sin un vínculo de apego seguro, los niños, niñas y adolescentes corren mucho mayor riesgo de quedar a merced de la hostilidad de depredadores o atrapados en dinámicas violentas. 


La importancia de la detección e intervención temprana 

Por pequeñas que sean o nos parezcan las agresiones, apenas estén comenzando hay que actuar. Las familias y los responsables del centro escolar deben ocuparse de crear los mecanismos para detectar e intervenir de inmediato cualquier situación de violencia escolar.  

Hay que tener muy claro que no "son cosas de niños" y que no debemos dejarlos solos resolviendo la violencia en la escuela. Ellos no están en capacidad de resolver estos conflictos sin la supervisión de los adultos responsables. 

Cabe destacar que pretender acabar la violencia con más violencia es un contrasentido. Algunos padres mandan a sus hijos víctimas de bullying a resolver el asunto por ellos mismos bajo amenazas del tipo, "o te defiendes y le pegas tú, o te pego yo más fuerte". Sean víctimas, agresores o testigos, los niños, niñas y adolescentes deben ser atendidos y asistidos de inmediato sin recurrir a mecanismos punitivos o excluyentes que generen mayor malestar con lo cual se agravaría la situación en el corto o mediano plazo provocando una inminente escalada de violencia. 

Aunque ante cualquier agresión es siempre necesaria la intervención oportuna y apropiada, no podemos perder de vista que para solucionar de raíz el acoso escolar debemos enfocarnos en la prevención identificando las causas que en general se encuentran en la violencia estructural dentro del sistema familiar, escolar y social.  Sin no nos ocupamos de resolver el entramado social y subjetivo que produce la violencia, no habrá solución real y sostenible para este flagelo.


Berna Iskandar