Agradezco infinitamente el honor que Enrique Ochoa Antich hace con esta columna publicada el 28 de mayo en El Diario Tal Cual, a mi programa de radio, a mi persona y a todas las personas e instituciones volcadas a promover crianza democrática y flexible. La calidad de la crianza no es un tema menor y por lo tanto es también un asunto político. Razón por la cual resulta esperanzador y gratificante verla expuesta dentro de un espacio público dedicado a la reflexión política, gracias a la sensibilidad de un gran venezolano.
Individuos, comunidades, gobiernos, medios de comunicación, empresas, todos, somos responsables de cerrar filas para proteger la calidad de la crianza.
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Esos locos bajitos
Los
niños son el futuro de nuestro país, por ende, la salud mental de los
integrantes del núleo familiar es vital, de lo contrario puede haber
trastornos de la personalidad que van desde la disminución sensible de
todas sus potencialidades hasta comportamientos anti-sociales
POR ENRIQUE OCHOA ANTICH
En
ellos, los niños, nuestros niños, a los que Serrat definiera con la
expresión que titula estas líneas, se cifra el futuro de la nación. La
forja de su personalidad determina lo que seremos. Doblegados y esclavos
o libres, creadores, emprendedores.
Los años 70, herederos de la turbamulta
de los 60 (primavera de Praga, mayo francés, protestas estudiantiles
contra la guerra de Vietnam, el Sargento Pimienta y el álbum blanco de
los Beatles, Cien años de soledad y todo el boom literario
latinoamericano, la muerte del Che, etc., etc., etc.), fueron el
escenario de tal vez la mayor tentativa libertaria en la historia del
planeta.
Desde diversas perspectivas políticas y
culturales, los seres humanos pretendimos entonces la superación de
cuatro dominaciones, a saber: la del ciudadano por el Estado, la del
trabajo por el capital, la de la mujer por el hombre, y, last but not
least, la de los niños por los adultos. La vía de esa liberación estaba
signada por la profundización de la democracia en todos los aspectos -el
político, el económico, el cultural- y no en su negación. Desde
entonces, el mundo no fue el mismo. Cada una de estas luchas, también la
relacionada con los derechos de los niños, se insertaba en ese contexto
mayor en que el sueño de un mundo libre y justo habitado por hombres
libres y justos fuese posible. Tal era nuestro credo.
Acabo de conocer a Berna Iskandar. Más
allá de sus hermosos ojos claros y de su personalidad arrolladora,
invita a admirarla la causa que justifica su vida. Como muchos otros,
anda procurando despertar la conciencia de las personas que habitamos
este pedazo de planeta que llamamos patria, acerca de una de aquellas
dominaciones, y procurando su superación: la de los niños por el adulto.
Desde un estupendo programa trasmitido
por la Emisora Cultural de Caracas, "Conoce mi mundo", alerta una y otra
vez de esas conductas que, aunque parezcan impensables, muchos todavía
consideran naturales: el desprecio al niño como si fuera un disminuido
mental, la disciplina mal entendida como excusa para la falta de afecto,
el castigo corporal incluyendo la violencia física, el insulto o el
grito como instrumento de sometimiento y de terror, y un ancho abanico
de rudezas que, aplicadas a un niño, ocasionan, ¿qué duda cabe?,
trastocamientos de la personalidad que van de la disminución sensible de
todas sus potencialidades hasta comportamientos anti-sociales
inclusive.
Ella lo dice muy bien: el asunto de la
relación de los padres con los hijos por privado que sea, involucra
asuntos trascendentes que atañen a las políticas públicas. Niños sanos
supondrán menos gastos en cárceles, policías, etc. Así que podríamos
llegar a una conclusión: la educación de los hijos es también la
educación de los padres. Y el objetivo es simple, de acuerdo a Berna
Iskandar: construir una relación democrática entre padres e hijos.
Ojalá que el esfuerzo de muchos como Berna Iskandar no sea en vano. Así tendremos un mejor país, una mejor vida para todos.
Enrique Ochoa Antich
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