En pleno siglo XXI es un anacronismo rocambolesco llamar castigo físico infantil a lo que debería llamarse, con todas sus letras, maltrato infantil. No hay forma de pegar a un niño que no resulte maltrato o abuso. Siempre que se pega a
un niño o niña es abuso y es maltrato infantil. No existe intención (educar,
corregir, hacer entender, mitigar conducta no deseada…) ni intensidad (una palmadita sin trauma físico o con
moretones o lesiones graves) que justifique pegar o que le quite rigor a la
acción de pegar a un niño. Golpear a un niño o niña siempre es abuso, como lo
es cuando ocurre entre adultos, como lo es cuando un marido golpea a su mujer, como
lo es cuando un jefe le pega al empleado, como lo es cuando un ciudadano le
pega a otro.
Si aún nos quedaran dudas sobre el hecho de que pegar a un niño o niña es inadmisible bajo todo punto de vista ético, moral, físico, metafísico… veamos a continuación algunas de muchísimas consecuencias devastadoras que nos han provocado nuestros padres al pegarnos, y que provocas ahora a tus hijos cuando les pegas “para educar” o por cualquier otra razón:
• El llamado castigo físico infantil provoca rebeldía y conductas de riesgo. Muchos progenitores observan que sus hijos logran detener la conducta no deseada en el momento, pero luego se tornan más agresivos, aumentando las conductas disruptivas, rabietas, agresiones a otros y autoagresiones.
• Provoca retraimiento, miedo, sumisión indefensión aprendida. Al ser golpeados por sus progenitores, no se atreven a confiar en ellos para pedir ayuda cuando quedan expuestos a riesgos como el abuso sexual infantil.
• Promueve la mentira infantil. Los niños que son golpeados o castigados mienten por temor al abuso de sus padres.
• Provoca problemas sexuales. El daño ejercido con golpes sobre el cuerpo de un niño o niña por la persona que más ama y que debería protegerle, se relaciona con perversiones o trastornos como supeditar las relaciones sexuales a hacer o hacerse daño, con la obsesión por el placer sexual, la anorgasmia y la eyaculación temprana.
• Provoca tendencia a la depresión, la ansiedad, el consumo de substancias (tabaco, alcohol, drogas ilegales, fármacos).
• Provoca insensibilidad en el propio cuerpo como mecanismo de defensa para no percibir el dolor físico y emocional del abuso, lo cual conlleva a desconectarse de las sensaciones de hambre, cansancio, exceso de consumos de comida, de substancias, sobre dosis de drogas…
• Los niños y niñas aprenden que cualquiera (inclusive él o ella misma) puede abusar de su cuerpo, que pueden dejarse abusar por quienes consideren más fuertes o que pueden abusar a quienes consideren más débiles.
• Provoca la normalización del abuso infantil. Cuando hemos sido abusados recibiendo palizas y golpes de nuestro padre o madre, por lealtad a ellos, terminamos creyendo que el maltrato físico es admisible como herramienta para educar o vincularnos con los niños.
• Provoca que los hijos e hijas rechacen los valores familiares y abandonen tempranamente el hogar.
• Provoca daños en el desarrollo de la zona del cerebro que gestiona las emociones y el estrés, condicionando caracteres explosivos, agresivos con discapacidad para las funciones reflexivas.
¿Has vivido o sufrido alguna de las consecuencias que acabo de enumerar? La próxima vez piénsatelo dos veces antes de decir la famosa frase “mis padres me educaron con golpes y no estoy traumatizada o traumatizado”.
Berna Iskandar
Divulgadora y asesora de crianza alternativa
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