La periodista Isabel Dubuc, me hizo una entrevista para la elaboración de un reportaje que se publicó en el suplemento especial del Día Del Niño, en el diario venezolano El Nacional, el pasado jueves 14 de julio, titulado "Padres vigilantes, niños seguros". El texto pueden leerlo en este mismo blog a través de este enlace, o encontrarlo en la versión digital de El Nacional, para lo cual es necesario que sea usuario suscrito.
Por límites de espacio, entre otras razones propias de los requerimientos de construcción de un reportaje, quedó mucho material de la entrevista sin publicarse, así que me pareció oportuno aprovecharlo y por eso decidí compartir con los visitantes de mi blog, el cuestionario (con algunas ediciones y correcciones) que fungió como parte de las fuentes que usó Isabel para realizar el trabajo antes mencionado. Así que les dejo el documento donde podrán leer todas las preguntas que me hizo Isabel y mis respuestas.
Cuestionario de Isabel Dubuc a Berna Iskandar para la elaboración del reportaje "Padres vigilantes, niños protegidos". El Nacional, pp. E-2, 14/07.
Si no se atreve a dejarle a esa persona las llaves de su casa, las llaves de su coche
o su tarjeta de crédito, ¿cómo se atreve a dejarle a su hijo?
Pediatra Carlos González
Isabel Dubuc: Tal como me comentaste, cuando los niños son pequeños, siempre deben estar bajo la supervisión de un adulto. Pero hoy en día, ha crecido la necesidad de contar con otra persona para que cuide a los niños porque ambos padres deben salir a trabajar. Si esa persona no es de la familia, ¿qué información se debe indagar antes de contratar a una niñera?, además de las novedades tecnológicas, ¿cómo los padres deben supervisar la gestión de esta persona?
Berna Iskandar: Hay que comenzar por revisar cómo y por qué terminamos en este orden de vida que nos impone separarnos de nuestros hijos en la mayoría de los casos durante 8 , 10 , 12 horas diarias. Los dejamos a cargo de otra persona que a veces ni siquiera conocemos, personas completamente ajenas a la familia a quienes delegamos la importantísima función de constituirse en referentes determinantes para nuestros hijos e hijas durante los años en que se construye en ellos el bagaje emocional con el que enfrentarán el resto de sus vidas. Aquí es donde yo observo una de las razones neurálgicas del deterioro de la calidad de la crianza y de la calidad de vida. El mundo exterior, laboral, social… se está tragando a los padres en detrimento del vínculo y la conexión con los niños y adolescentes y por eso nos encontramos desbordados de problemas familiares y sociales. Me parece que la receta de indagación más eficaz para dar con la niñera confiable y de cómo supervisarla se la podemos pedir a un experto en materia de seguridad o gerencia de personal, pero si lo que realmente queremos es garantizar una crianza que llene satisfactoriamente las necesidades legítimas de nuestros hijos, debemos comenzar por preguntas como ¿qué estamos priorizando en la escala del diario vivir?, ¿qué importancia estamos dando a la crianza, al compromiso emocional, la conexión abundante en cantidad y calidad de tiempo con nuestros hijos? Y digo “cantidad de tiempo”, porque también es imprescindible. Ningún trabajo, proyecto o tarea puede arrojar buenos resultados si además de “tiempo de calidad” no invertimos en ello “cantidad de tiempo”. La crianza no es la excepción.
En esta vida moderna, que como dice Mafalda, tiene más de moderna que de vida, el territorio donde el hombre y la mujer logran ser más visibles, reconocidos, independientes y aplaudidos por la sociedad se encuentra en el exterior (la profesión, el trabajo, la política, los estudios…) y el ejercicio de la maternidad y la paternidad se desarrollan en el ámbito interior del hogar y los hijos donde abunda la subordinación con ninguna remuneración ni reconocimiento social, es decir, que nos volvemos dependientes e invisibles socialmente cuando nos dedicamos a criar. Esto lo explica muy bien la autora Laura Gutma. Por eso, cada vez nos cuesta más quedarnos en casa para cuidar a los propios hijos y, cada vez más, terminamos entregando el cuidado a otras personas. Socialmente no hemos cerrado filas para proteger y reconocer el valor de la crianza, llevarla al lugar de importancia que le corresponde por ser el desempeño más importante del mundo. Y esto no es retórica: de la calidad de la crianza dependerá que construyamos un mundo con más cárceles y hospitales o un mundo más humanizado.
En nuestro país cada vez se hace mucho más difícil y peligroso contratar personas ajenas a la familia para entregarle el cuidado de nuestros hijos. Creo que llegó la hora de comenzar a reinventarse y replantearse alternativas. Los seres humanos estamos diseñados para vivir en manadas, sin embargo cada vez nos aislamos más. Hemos perdido a la familia extendida, la “tribu” de abuelos, tíos, amigos, vecinos de confianza con los que compartíamos el cuidado de nuestros niños. Es importante rescatar o reconstruir una red de ayuda, crear la nueva tribu, acercarnos más entre amigos, padres y madres, vecinos, con posibilidades de acompañar respetuosamente, de ayudarse. Podemos fomentar la figura de “madres de día” que en algunos países de Europa están instituyéndose con mucho éxito. Las “madres de día”, son educadoras profesionales que atienden en su propia casa, debidamente equipada y en un ambiente hogareño, a grupos reducidos de niños pequeños durante algunas horas posibilitándose así una atención más parecida a la crianza afectiva y de apego que un niño requiere, sobre todo a edades tempranas, y que difícilmente puede encontrar en el lugar institucional que es la escuela o la guardería. También es muy importante que en la esfera laboral, en las empresas, se comiencen a establecer con urgencia y seriedad las prácticas de conciliación laboral-familiar que persiguen crear mecanismos para lograr un mayor equilibrio entre vida familiar y laboral de los empleados y trabajadores. En muchos países ya se habla de empresas Familiarmente Responsables. Se manejan opciones de horarios flexibles, de tele trabajo o trabajo remoto con la computadora desde casa. La cultura del “presentismo” comienza a cuestionarse. Ya no se mide la gestión del empleado por la temperatura de su silla en la oficina, sino por logros de objetivos. Esto contribuye que tanto padres como madres puedan acercarse más y por más tiempo a sus hijos sin abandonar las obligaciones laborales. Es un tema de Responsabilidad Social Empresarial que genera un alto impacto y muy positivo en la salud familiar, la crianza y por lo tanto en la sociedad.
Isabel Dubuc: En la medida que los niños crecen, crece también su exposición a medios de información, ¿cómo debe ser esa aproximación de los niños a la televisión por cable o a Internet?, ¿cuáles son los valores que los padres deben inculcar a los hijos para que estos se enfrenten con criterio al alud de información proveniente de esos medios?
Berna Iskandar: La TV, los juegos de video, la computadora, las redes sociales, son opciones que los niños y adolescentes consumirán en mayor o menor cantidad e intensidad y con mejor o peor criterio, dependiendo del grado y calidad de conexión y acompañamiento que sus padres hayan establecido o no con ellos. Si somos capaces de impartir una crianza con apego, respetuosa, empática, con presencia constante y cercana, el espacio emocional de nuestros hijos e hijas estará colmado de valores positivos y no quedará vacante para que ingrese la “mala influencia” del exterior, por muy fuerte que ésta sea y venga de donde venga (medios de comunicación, amigos, calle, escuela…)
Isabel Dubuc: Antes, quienes somos padres hoy en día, contábamos con un grupo de amigos que cabían perfectamente en la mesa del comedor de la casa, pero hoy, nuestros hijos, gracias a las redes sociales, cuentan con una lista de centenares de amigos, que no conocemos. ¿Qué deben entender los padres de estas relaciones virtuales, ya que no todas son nocivas?, ¿Cómo detectar que nuestros hijos están siendo mal influenciados por alguna amistad sea virtual o física? y ¿qué se debe hacer?
Berna Iskandar: Los padres debemos aprender a respetar y valorar las elecciones que hacen nuestros hijos desde pequeños. Deberíamos confiar en la educación y crianza que hemos impartido. Si ha sido sólida, basada en el respeto, el amor, la autoestima y los buenos valores a través del ejemplo, ellos contarán con una estructura emocional igualmente sólida para saber elegir con qué tipo de niño, niña o adolescente quiere estar y no dejarse contagiar o influenciar por conductas “dañinas” de sus amistades. Personalmente no creo que exista el amigo o amiga capaz de ejercer una influencia sobrenatural al mejor estilo del Flautista de Hamelín, sobre nuestros hijos, siempre que estos cuenten con una buena base emocional. Somos los padres los principales responsables de lograr que nuestros hijos se conviertan en guardianes de sí mismos y esto se logra volcándonos hacia una crianza respetuosa, no violenta, democrática y con abundante conexión. Claro que para ello hace falta mucho altruismo, empatía, tiempo y buena disposición, por parte de los padres.
Si prohibimos a nuestros hijos que se relacionen con determinados amigos, es muy probable que provoquemos rebeldía, que mientan o inventen triquiñuelas para continuar con el vínculo a nuestras espaldas. Así que, en los casos donde la única alternativa sea la prohibición (amigos o grupos con conductas delincuenciales, actos vandálicos, violentos, ilegales…) lo recomendable es comunicarse respetuosamente con nuestros hijos, conversar, dialogar sobre las razones que nos preocupan de la relación, escucharlos, acordar con ellos para llegar conjuntamente a nuevas alternativas de espacios, actividades y conexiones distintas donde construyan relaciones más seguras.
Con las redes sociales la posibilidad de relacionarse ciertamente se multiplica y cobra dimensiones extraordinarias, pero las relaciones “virtuales” de nuestros hijos tendrán que manejarse de la misma manera en que manejamos las reales: con presencia, acompañamiento, seguimiento, información, comunicación abierta, acuerdos, respeto, no violencia, confianza… Internet ha pasado a ser nuestra segunda piel y nos acompaña a todas partes. Este es un cambio que no tiene retroceso y con el que hay que aprender a convivir, sacando provecho a las ventajas y cuidándonos de los riesgos que toda herramienta trae consigo. Del mismo modo en que nos ocupamos de enseñar a los hijos que no deben abrir la puerta de la casa a ningún extraño y los adiestramos sobre los riesgos del mundo real, debemos intervenir cuando se trata de orientar sobre el uso de las nuevas tecnologías, el mundo virtual o la red. Estar claros en que a través de la red cualquiera puede hacerse pasar fácilmente por una persona que no es, entender que revelar datos privados como la dirección de la casa, el lugar dónde estudian, donde se encuentran en un determinado momento, montar fotografías, etc., en redes sociales equivale a decirlo en voz alta en medio de la calle frente a muchos desconocidos. Nosotros como adultos debemos comprender, y luego enseñar a nuestros hijos, que por Internet no se debe hacer lo que tampoco haríamos en el mundo real. Si no nos paramos en medio de un autobús lleno de extraños a contar nuestras intimidades en voz alta o a repartir fotografías de nuestro último viaje a Disney, tampoco deberíamos hacerlo en una red social. Existen múltiples herramientas para ejercer control parental sobre la navegación por Internet a fin de propiciar una experiencia segura a los hijos. Muchas pueden bajarse gratuitamente o ya vienen incorporadas en los diferentes programas o software. También hay configuraciones de seguridad para permitir o impedir acceso a nuestra información en redes sociales. En Venezuela hay una organización llamada “Grupo Manos” que se encarga de orientar a niños, niñas, adolescentes y sus padres sobre uso seguro de Internet. Tienen su sitio Web en http://www.grupomanos.org.ve/
Isabel Dubuc: En un mundo que se ha vuelto tan complicado y peligroso, ¿cómo debemos preparar a nuestros niños para que se sepan defender de los muy temidos "extraños"?
Berna Iskandar: Hablándoles claramente, sin ocultar la realidad y con un lenguaje concreto y adecuado a la compresión según su edad. Los niños también tienen derecho a saber la verdad. Desde nuestra visión adultocéntrica de la infancia, tenemos la propensión a subestimar las capacidades de los niños. Los niños entienden mucho más de lo que queremos reconocer los adultos. Incluso desde que están en el vientre y desde que nacen. El hecho de que un niño pequeño no maneje el lenguaje verbal no significa que no comprenda. A nuestros niños hay que explicarles, informarles, ponerle palabras constantemente a todo lo que sucede, lo que nos pasa, lo que sentimos, lo que esperamos, lo que va a suceder… poco a poco a través de las palabras, nuestro niños van dándole forma y sentido a la realidad que los circunda, la van comprendiendo, la identifican y en consecuencia logran estar más aptos para atravesarla. Según nuestros hijos son más dependientes de nuestros cuidados somos los padres y adultos responsables quienes debemos garantizarles un entorno seguro y, en la medida de lo posible, libre de riesgos. Durante un largo y gradual proceso ellos mismos irán ganando autonomía y lograrán las habilidades necesarias para cuidarse por sí mismos. Un niño que ha sido bien amado, mirado, sostenido y palabreado, será luego un adolescente y un adulto maduro, seguro, sano e independiente.
Isabel Dubuc: Ya en los inicios de la adolescencia, ¿cuál debe ser la actitud de los padres hacia esa independencia que los chamos necesitan?
Berna Iskandar: Los padres que críamos inmersos bajo el paradigma autoritario, que dicho sea de paso, es sostenido por el colectivo, tendemos a entrar en una guerra constante de deseos con los hijos. Desde que son pequeños vivimos a diario imponiendo, dando órdenes, exigiendo, en lugar de acordar con ellos, informar, negociar, comunicar qué nos pasa, qué queremos, qué esperamos, qué podemos o no dar, qué pueden ellos dar o que esperan de nosotros, en fin, escuchar lo que nuestros hijos tienen que decirnos tratándolos como un igual, con el mismo respeto y consideración con el que esperamos ser tratados como adultos. No les dejamos elegir ni siquiera algo tan inocuo como la ropa que desean ponerse (¿qué importa que vayan "disfrazados", si les dejamos ejercitar el desarrollo de su libre personalidad siempre enmarcado dentro del respeto a sí mismos, a los demás y a las leyes?), les gritamos, les pegamos para que hagan lo que esperamos, porque partimos del principio de que el niño no sabe lo que le conviene. La frase nefasta “niño no es gente” es prueba de la visión autoritaria y descalificadora que el colectivo asume frente a la infancia. Luego, el niño un día amanece adolescente, con tamaño y autonomía suficiente y ya no puede ser sometido por los padres del mismo modo como cuando era pequeño. Entonces se hace socialmente visible todo el ejercicio autoritario y represivo de la crianza durante la infancia a través de las respuestas violentas de los adolescentes que hoy día tienen tan mala fama.
Una máxima esencial para educar con respeto, es comprender la naturaleza de cada etapa evolutiva del niño y el adolescente y responder según las reales necesidades que esta naturaleza reclama (abunda información y creencias que nada tienen que ver con las verdaderas necesidades de los niños, niñas y adolescentes). Es parte del proceso evolutivo en la adolescencia que el muchacho o la muchacha quiera medir el río con sus propios pies, sea que los padres lo permitamos o no. Si hemos criado a nuestros niños con abundante amor, democracia, comunicación, acuerdos, respeto y no violencia, llegada la adolescencia los muchachos y muchachas no necesitarán rebelarse destructivamente. La disciplina no punitiva, la erradicación del castigo físico y humillante en la crianza, enseña a los niños a respetar sus propios cuerpos, a no dañarse con el consumo de substancias o prácticas violentas. Un niño pequeño que ha sido sostenido, consolado, amado, mirado, abrazado, atendido sin reparos en todas sus necesidades, estará preparado para ser independiente y cuidarse por sí mismo llegado el momento de medir el río con sus propios pies. Sabrá reconocer la diferencia entre riesgos perniciosos y desafíos sanos… A lo largo de la infancia la negociación, el acuerdo y el diálogo, son fundamentales para una crianza no violenta, pero llegada la adolescencia, no hay otra vía posible si queremos que nuestro hogar no se convierta en un auténtico infierno. De modo que resulta mucho mas eficiente comenzar desde el principio, desde que los hijos son pequeños. Esto hay que aprender a hacerlo porque casi todos venimos de hogares donde los recursos propios del enfoque flexible y democrático de crianza no fueron los que usaron nuestros padres.
Isabel Dubuc: Para cerrar, me gustaría incluir una reflexión acerca de que independientemente de la edad, la supervisión paterna y la independencia de los hijos parecen siempre chocar. Sin embargo, hay incluso estudios científicos que demuestran que los niños y adolescentes que han sido acompañados por sus padres durante su desarrollo (aunque se hayan cometido errores por exceso de cuidado u omisión) están mejor preparados para la vida adulta y son más felices.
Berna Iskandar: Sin duda la presencia constante de los padres capaces de establecer un vínculo de calidad, es determinante para echar al mundo adultos felices erigidos sobre lo mejor de sí mismos. La supervisión es necesaria, pero más que supervisón a mi me gusta llamarla acompañamiento, conexión empática, esa que nos permite ponernos en los zapatitos de nuestros niños. Supervisar puede interpretarse como “yo padre soy tu jefe, tú hijo eres mi subordinado y por lo tanto haces lo que te digo y además me rindes cuentas”, volvemos al paradigma adulocéntrico y los vínculos autoritarios donde padre y madre son reyes y reinas y los hijos súbditos obedientes. Tampoco se trata de ingresar al territorio del “dejar hacer, dejar pasar”, el de la educación sin límites ni disciplina que tiene el mismo origen de la educación represiva: la comodidad de los adultos quienes prefieren, o bien desentenderse, o bien recurrir a métodos rápidos para modificar la conducta, pero que en ambos casos resultan perjudiciales a largo plazo para los niños. No es la idea promover padres permisivos ni represivos o excesivamente autoritarios. De lo que se trata es de promover métodos humanizados de disciplina, estrategias respetuosas para conducir y acompañar a nuestros niños a reconocer conscientemente los límites razonables y por ende respetarlos, lo cual supone por supuesto, más tiempo, más comunicación, más conexión y compromiso emocional por parte de los padres y adultos involucrados.
Nota: Además de mi propia experiencia como madre, muchas de las opiniones emitidas en las respuestas a este cuestionario se basan en lecturas de autores como Laura Gutman, Carlos González, Violeta Alcocer, Aleta Solter y otras investigaciones, talleres, simposios, así como entrevistas a especialistas en mi ejercicio como periodista, realizados a lo largo de más de cinco años de investigación y trabajo de divulgación sobre crianza respetuosa.
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El reportaje completo titulado "Padres vigilantes, niños protegidos", elaborado por Isabel Dubuc para El Nacional, pueden leerlo en este enlace
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