Cada día, y especialmente en estos, se acentúa un sentimiento general de indignación y frustración en nuestro país lo cual se agrava por la falta de liderazgo con capacidad de convocatoria que canalice acciones colectivas de modo que constituyan un contrapeso importante para la transformación del caos que ha provocado y provoca tales sentimientos. Quizás los líderes en potencia pululan por ahí pero, sordos, ciegos e inconscientes, no les damos el reconocimiento y por lo tanto el poder que necesitan para saltar a la palestra.
Tal vez la indignación y la frustración rebasan la capacidad de dar respuestas y soluciones porque no estamos listos aún para darnos cuenta de la verdadera causa que origina este estado general de insatisfacción, perdidos como andamos en la tarea de buscar responsables fuera de nosotros mismos y de nuestro ámbito inmediato, que a fin de cuentas, es el único que podemos modificar.
El desafío es entonces encontrar las causas que dependen de nosotros como individuos, miembros de una familia, de una empresa o una comunidad donde sí que tenemos el poder para ejecutar la transformación efectiva. La demanda es de autocrítica individual, de evolución personal de conciencia, de educarnos para escuchar, ver y reconocer las necesidades colectivas, de aprender a identificar cuándo y de qué modo dañamos a otros y sensibilizarnos en la necesidad de evitar ese daño, para incorporar en nosotros los valores ciudadanos, los valores de respeto, de ética para la convivencia y por lo tanto prepararnos para reconocer a los líderes capaces de orientarnos hacia esa meta.
Si no somos capaces de comenzar por ponernos de acuerdo dentro de nuestros núcleos familiares a través de formas respetuosas y democráticas porque la vía más fácil, conocida y expedita es la del autoritarismo. Si nos negamos a negociar la necesidad de autosatisfacción inmediata tomando en cuenta el interés y las necesidades del sistema familiar y sus miembros. Si no tenemos la iniciativa de cooperar con las tareas y responsabilidades del hogar, si no ponemos todos y cada uno de nuestra parte en lugar de dejar el mayor peso sobre un solo par de hombros. Si no podemos darnos cuenta cuando actuamos desde el sentido de uso y no de pertenencia dentro de nuestro ámbito más sagrado e importante como lo es el hogar (entro y salgo cuando quiero, consumo, produzco basura, ensucio, uso los servicios pero que otro se encargue de limpiar, pagar y mantener o sino de resolver quien lo haga, mientras no doy nada o doy lo menos posible en términos de tiempo, de esfuerzo, de cooperación y dinero para participar de las responsabilidades del hogar).
Si nadie nos inculcó la noción o simplemente no nos da la gana de tener la madurez de esperar a que los otros salgan primero del ascensor, del autobús o del vagón del metro para hacer más fácil y menos atropellada la entrada. Si no podemos esperar a que el semáforo se ponga en verde para pasar, o ser amables y ceder el paso a otro carro en el tráfico atascado, o respetar la cola en el banco. Si robamos “tonterías” en las tiendas. Si usamos el hombrillo como canal rápido de la autopista. Si echamos el papel, el vaso, la lata de cerveza por la ventanilla del carro o en la acera de la calle o el piso del hospital, la plaza, el parque. Si ponemos la música que nos gusta a todo volumen en cualquier parte, insensibles frente a la perturbación que causamos en los vecinos. Si cuando pagamos una compra nos quedamos con el cambio de más, aunque nos damos cuenta del error .
Si validamos y consentimos hechos delincuenciales como si fueran normales y deseables... ¿cómo podemos entonces pedir, clamar, exigir por un país donde los líderes no enseñoreen el abuso, la arbitrariedad, el caos y el autoritarismo? ¿es que si saltara a la palestra un líder sensato, inteligente, con las cualidades para orientarnos hacia un modelo más cercano al democrático que respete el Estado de Derecho y conlleve a una mejor calidad de vida, lo reconoceríamos y lo seguiríamos? ¿cómo podemos
re-conocer lo que no conocemos de antemano, lo que no nos es familiar, las cualidades que no hemos incorporado a nuestra forma de vida, los valores que no hemos practicado antes? ¿Cuándo vamos a despertar, cuándo vamos a hacernos conscientes de que vivimos en un sistema y que cada uno de nosotros es una unidad de este sistema, estrechamente vinculada al resto de los componentes (desde el más próximo al más lejano) de este vasto agregado que constituye una familia, un país, un planeta y que cualquier cosa que hacemos u omitimos afecta al conjunto y se revierte hacia nosotros?
Somos, cada uno de nosotros una expresión individual de la inconsciencia, que sumada, da como resultado este caos a gran escala que nos lleva a tanta frustración e indignación y estamos como la serpiente que se muerde la cola, encerrados en el círculo de nuestra propia aniquilación.
Berna Iskandar
Fracaso (...) Cuando ponías tu marca en mi frente, jamás pensé en el mensaje que traías,
más precioso que todos los triunfos.
Rafael Cadenas
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