CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.
Mostrando entradas con la etiqueta alimentacion infantil. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta alimentacion infantil. Mostrar todas las entradas

viernes, 6 de julio de 2018

Criterios mínimos para una alimentación respetuosa





A menudo las madres manifiestan preocupación porque sus pequeños no comen determinados alimentos, o no lo hacen en los horarios, cantidades y con el comportamiento esperado por los adultos. Como en el resto de los aspectos de  la crianza, la alimentación infantil se ve a menudo interferida por patrones educativos poco saludables y expectativas nada realistas sobre los procesos madurativos y las necesidades infantiles.  

A continuación resumo algunas consideraciones básicas a tener en cuenta para una alimentación respetada y consciente:


  • Guiémonos por el apetito del niño y no por nuestras expectativas o subjetividad para determinar en qué momento y qué cantidad necesita comer, entendiendo que el apetito de los niños (según Academia Americana de Pediatría), es ERRÁTICO E IMPREDECIBLE. Es el propio Niño o Niña y no el adulto quien regula sus ritmos de hambre y saciedad. La imposición siempre genera interferencias (conflictos, rabietas, aversión o rechazo a la comida...) 
  • Una buena alimentación depende en gran medida del estado emocional tanto del niño como de su adulto o adultos de referencia. Es fundamental procurar un ambiente emocional equilibrado y un trato respetuoso en general pero especialmente al momento de comer. Que la experiencia durante la alimentación sea de intercambio agradable, placentero y lúdico, con adultos dispuestos a acompañar pacientemente, sin presiones, ni amenazas, ni conflictos, ni sermones. 
  • Respetar la autonomía del niño para alimentarse por sí mismo usando sus manos o cubiertos cuando ya los pueda manipular, llevando a su boca los alimentos que elija en las dosis que decida, facilitando así el despliegue de su autoconocimiento (lo que le gusta o no, lo que le sienta bien o mal...) la sensación de capacidad e iniciativa de responsabilidad (puedo hacerlo y quiero hacerlo). 
  • Muchas veces las criaturas encuentran en el momento de comer la única oportunidad para establecer una interacción cercana con su madre  y manifestar  malestar, necesidades legítimas no satisfechas o desoídas, rechazando la comida o haciendo berrinches, a falta de recursos para expresar con palabras o de forma más elaborada lo que sienten. Revisar, detectar y cubrir dichas demandas es la forma de ayudar a las criaturas a retomar el equilibrio necesario para comer bien.
  • Presentarle siempre alimentos sanos. No ofrecer mi dejar a su alcance alimentos superfluos (chuches, alimentos procesados...). 
  • Revisar y si es necesario replantear y modificar, nuestros hábitos alimenticios para transmitir buenos hábitos de la forma más contagiosa, con el ejemplo.
  • El hábito de sentarse a la mesa y comer parecido a los adultos (sin salir a corretear, lanzar el plato, los cubiertos o los alimentos...)  se instaura progresivamente sin forzar y sin que nos demos cuenta, en la medida en que las criaturas adquieren hitos madurativos que permiten integrar normas (más o menos a partir de los cuatro pero más hacia los cinco años) y en la medida en que van aprendiendo por imitación y por motivación cuando ven y sienten que los adultos disfrutamos del momento de la comida sin tensiones ni presiones. 

Berna Iskandar @conocemimundo


Twitter. @conocemimundo
Instagram: @conocemimundo

miércoles, 11 de febrero de 2015

El momento de comer: placer o agonía





No son pocas las veces que las madres manifestamos seria preocupación porque el niño no come lo que queremos que coma, en las cantidades, horarios y de  la manera en que suponemos que debe comer. Sin embargo, comer al igual que respirar, amamantar, dormir, evacuar son funciones robustas. Salvo que se trate de una patología (lo cual resulta excepcional) venimos perfectamente dotados para hacerlo sin dificultad desde el momento en que nacemos y es que de otro modo sencillamente no sobreviviríamos como especie. 

Cabe preguntarse cuándo y cómo fue que los seres humanos creamos tantas interferencias hasta convertir el momento de alimentar a los peques en una experiencia llena dificultades, de tensión, represiones y exigencias desmedidas, en lugar de fluir dejándonos llevar por el placer compartido al ritmo pausado, juguetón y relajado que supone acompañar a los más pequeños.

Para comer sanamente y en armonía, un niño aún muy dependiente de los cuidados parentalesnecesita de la intermediación de un adulto significativo con disposición emocional y ganas de estar, de acompañar sin presionar.  Sin embargo la mayoría de las veces  nos encontramos apurados o agobiados con lo cual hacemos que el momento de la comida sea rápido, bajo presión, ceñido a un tiempo que responda a la velocidad del adulto y no a los tiempos de las criaturas.

Muchas veces  pretendemos que el niño coma las cantidades que nosotros decidimos unilateralmente, sin tomar en cuenta las pistas que él nos indica sobre lo que necesita para saciarse. A menudo les servimos platos que para un adulto, proporcionalmente, suponen una olla entera de comida, y pretendemos que se lo coman todo.

Al igual que en otros aspectos de la crianza como el sueño infantil, el control de esfínteres, etc., asumimos la alimentación de nuestros pequeñines desde  expectativas irreales sobre lo que ellos están o no en condiciones de alcanzar de acuerdo a su madurez evolutiva. Pretendemos que se queden sentados en la mesa  durante un tiempo establecido con modales y comportamientos  de adultos que no corresponden con el carácter juguetón, movedizo e inquieto de un pequeño, o siguiendo horarios rígidos  que no se acoplan a los tiempos en que la criatura siente genuinas ganas de comer.

Tal y como refieren autores como Laura Gutman y Carlos Gonzáles, con frecuencia  alimentamos a los pequeños con papillas o purés porque con ello podemos llevar mayor control de los cubiertos para evitar que ensucien, así como de las dosis que entran en la boca del niño. Nos cuesta mucho admitir que desde muy pequeños los niños, si bien no pueden manipular los cubiertos, sí que  son capaces de comer  por ellos mismos agarrando con las manos un trozo de verdura, de carne o de fruta   o  alimentos en forma de bollos, croquetas, pastelitos, ganado así cierta autonomía que les motiva a comer. En  la medida en que el pequeño siente que es dueño de comer como quiere y que puede jugar mientras lo hace, no ofrecerá resistencia, desarrollará  la capacidad de manipular directamente los alimentos mientras experimenta texturas, olores, colores, sabores y se va preparando mejor para comer sólidos. Para más información podemos indagar a través de la búsqueda sobre alimentación autorregulada o Baby Led Weaning. 

Es más fácil ofrecer dulces y chucherías con el propósito de que el niño nos deje tranquilos cuando estamos agobiados o no nos sentimos disponibles para ofrecer mirada, vínculo y compromiso emocional. Quizás allí se arraiga la causa de que los pequeños pidan  tantas chucherías, siendo que los padres les hemos enseñado a sustituir nuestro afecto y presencia consumiéndolas.

Muchas veces las criaturas encuentran en el momento de comer la única oportunidad para establecer una interacción cercana con su madre o padre, para manifestar el malestar fruto de necesidades legítimas no satisfechas o desoídas, rechazando la comida o haciendo berrinches, a falta de recursos para expresar con palabras lo que sienten.  

Los adultos perdemos de vista que el hábito de que los niños se sienten a comer en la mesa con el resto de la familia se instaura progresivamente sin forzar y sin que nos demos cuenta, en la medida en que ellos van aprendiendo por imitación y por motivación cuando ven y sienten que los adultos disfrutamos del momento de la comida como una experiencia de intercambio agradable. 

Twitter. @conocemimundo
Instagram: @conocemimundo