En todos los estudios serios sobre bienestar de la primera infancia se considera indicador de factor protector de riesgo o de bienestar infantil el tipo y la frecuencia con que los pequeños participan con su adulto significativo en actividades de estimulación y juego. Otro factor de protección e indicador de bienestar básico establecido por organismos internacionales de salud o vinculados con el desarrollo de la primera infancia, es la presencia de la madre disponible para amamantar, como mínimo hasta los seis meses en exclusiva y hasta los dos años o más con alimentación complementada. Sin embargo, paralelamente en nuestra civilización, dominan doctrinas educativas, médicas, psicológicas e intereses económicos que establecen un orden de menoscabo a estas condiciones de protección para el desarrollo saludable de la infancia. Un orden hegemónico que conduce a la separación o desapego precoz de la díada mamá-bebé/niño pequeño. Que establece la pretendida independencia del niño (no lo cargues, déjalo llorar, que duerma en solitario, destétalo ya...) para un supuesto beneficio de la criatura pero que en realidad solo pretende beneficiar al sistema productivo en detrimento de la importante función biológica y social que comporta la crianza de calidad.
La realidad es que en nuestra civilización se incita, favorece, se ordena que los niños se alejen tempranamente del cuerpo de la madre con teteros, cunas, coches, chupones, que duerman en solitario, que se alimenten con fórmula, que jueguen solos con sus juguetes o pantallas, que los cuide una institución o personas distintas a la madre, niñeras, guarderías, preescolares junto a diez, quince, treinta niños más, bajo la mirada de un par de adultos que escasamente pueden cubrir sus mínimas necesidades de estimulación, juego, vínculo amoroso, fundamentales para su desarrollo.
La realidad es que en nuestra civilización se incita, favorece, se ordena que los niños se alejen tempranamente del cuerpo de la madre con teteros, cunas, coches, chupones, que duerman en solitario, que se alimenten con fórmula, que jueguen solos con sus juguetes o pantallas, que los cuide una institución o personas distintas a la madre, niñeras, guarderías, preescolares junto a diez, quince, treinta niños más, bajo la mirada de un par de adultos que escasamente pueden cubrir sus mínimas necesidades de estimulación, juego, vínculo amoroso, fundamentales para su desarrollo.
Qué
será lo que tiene que pasar a la humanidad, hasta dónde habrá que llegar para
que nos demos cuenta de una buena vez que los niños necesitan estar más tiempo
con sus padres, y que estos estén disponibles emocionalmente para ellos. Diga
lo que diga, mande lo que mande la civilización y sus intereses económicos, la
realidad es que los niños no necesitan más tiempo bajo el cuidado de una
institución, niñeras, pantallas o atendidos por terceros que no sean cuidadores
primarios. Que crecer alejados de sus padres para los niños supone una
experiencia de abandono.
¿Por
qué no preguntamos a los niños su punto de vista? ¿Por qué no hacemos el
esfuerzo de conectar con la percepción real de las criaturas? Ellos saben y nos dan las pistas de lo que realmente esperan y cómo necesitan ser amados y cuidados. ¿A qué esperamos para organizar nuestras prioridades como sociedad en función de
dichas necesidades? Si queremos un mundo más humanizado, un mundo con menos
cárceles y hospitales, hay que comenzar a revertir este orden patas arriba
AHORA.
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