"...hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros..." Octavio Paz. El Cántaro Roto.

CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.

sábado, 3 de septiembre de 2022

Adultos, los más grandes maestros del bullying




¿Cómo hago para que mi hijo no se convierta en víctima o agresor del bullying?...  Preguntas como esta aumentan en frecuencia cada tanto, cuando aparece alguna tragedia vinculada con el acoso escolar en portadas o secciones de sucesos de los medios de comunicación. Sin embargo esta forma de violencia entre niños y adolescentes está ocurriendo cada día en las escuelas, desde sus manifestaciones más sutiles hasta las más cruentas, comportando un quebradero de cabeza que no vamos a solucionar si no lo atendemos desde la raíz. 

¿Por qué ocurre el Bullying? Porque vivimos en sociedades muy violentas, porque los modelos mayoritarios de crianza en el hogar y educativos en la escuela son autoritarios, basados en la imposición, la amenaza, la represión, el miedo, los castigos. Porque hay distancia afectiva por parte de los padres hacia los hijos, porque al no estar disponibles les damos pantallas para que nos dejen tranquilos y en ellas los menores quedan expuestos durante horas a contenidos muy adictivos y violentos… Todas estas experiencias se van incorporando como modelos de valoración, acción y resolución de conflictos en las relaciones y la vida de niños, niñas y adolescentes. Luego se reeditan en la escuela. 

Los adultos somos los más grandes maestros del bulliyng y no nos damos cuenta. Con demasiada frecuencia aparecen en redes videos con padres o madres que pegan o humillan a sus hijos bajo la excusa de que así les transmiten valores o extinguen conductas indeseadas o están aleccionando a sus hijos sobre moral y buenas costumbres. Ridiculizándolos, chantajeándolos, humillándolos, pegándoles creen que los están enseñando a respetar. Luego no ven el origen de la violencia de sus hijos o hijas contra sus coetáneos en la escuela. No lo ven. Por el contrario, a juzgar por estos videos en redes, la manera en que se viralizan y los comentarios de los usuarios, tenemos por una parte, al padre o madre en el rol de agresor que maltrata y humilla públicamente a un niño o adolescente, y por el otro lado, a los que comentan aplaudiendo o azuzando esta violencia encarnando el rol de testigos, siendo funcionales a este abuso de poder del agresor o agresora contra la víctima… y no nos damos cuenta, no somos capaces de tener registro sobre la violencia que infligimos a los niños a nuestro cargo. 

Dejamos a los niños pequeños desde 1, 2, 3 años los primeros días de clase llorando, muertos de miedo, obligados a estar en un sitio extraño donde no conocen a nadie, con una inmadurez cognitiva que les impide saber que la mamá está en otra parte y va a volver, creyendo que no la verán más y entrando por consecuencia en una experiencia desesperante de angustia de separación. Esto desde el punto de vista del niño o niña es muy violento. Es quizás la primera experiencia de violencia escolar, generada por los adultos a los niños, pero no nos damos cuenta… Luego los mismos niños se comportan violentamente, pegando empujando y mordiendo a otros niños, y los culpamos, los sancionamos, expulsamos, los llevamos al psicólogo, los diagnosticamos con trastornos, los medicamos, sin registrar que el trastorno real es la cultura de educación y crianza en la que nos organizamos.  Esta y otras improntas hostiles provocadas por el sistema escolar siguen luego su curso agravándose a lo largo de las siguientes etapas y manifestándose en distintas formas de bullying. 

En la escuela los profesores castigan, gritan, se burlan, humillan, amenazan, son sarcásticos con los niños y adolescentes, mandan a los alumnos al rincón de pensar o los mandan a salones de niños más pequeños para “escarmentarlos” de manera que terminan humillados y ridiculizados frente al resto de la clase, y no nos damos cuenta de que estas son lecciones de violencia que luego reeditan con sus compañeros de clase. 

Es muy fácil encontrarse en redes y en la vida real casos de adultos polarizados, atacándose entre sí de forma irreflexiva, incapaces de llegar a acuerdos, ni respetar opiniones contrarias o manifestar las propias opiniones contrarias a los otros sin agredir, sin herramientas para resolver conflictos de forma democrática… pero no nos damos cuenta de la relación entre este comportamiento y el bullying entre niños y adolescentes. 

Volvamos a la pregunta de ¿cómo hago para evitar que mis hijos se conviertan en víctimas, agresores o testigos de la violencia escolar? Resolver el problema de raíz comienza por detectar la violencia, desde la más perceptible (golpes, amenazas…) hasta la que menos se percibe (gritos, burlas, humillaciones, chantajes, excluir, ignorar, cerrar la comunicación…) Reconocer  y dar identidad a la violencia es el primer paso para saber cuán funcional eres con estas dinámicas, cómo eres violento con otros, con tus hijos o alumnos, cómo permites que sean violentos contigo. Solo desde esa consciencia es posible abandonar el rol de maestro del bullying en cualquiera de sus roles (agresor, víctima o testigo) para convertirte en referente de valores democráticos, buenos tratos, autoprotección o respeto hacia ti mismo y los demás. 

Los buenos apegos en la crianza como  factor de prevención y protección

Un vínculo de apego seguro permite que te conviertas en la base a la que tus hijos recurrirán para confiarte lo que les pasa y así poner en marcha los mecanismos de protección necesarios para ofrecer seguridad y calma. Un vínculo de apego seguro te mantendrá bien conectado con tu hijo o hija, te permitirá interpretar bien sus necesidades y señales, incluida una mínima mueca cuando algo no está yendo bien y alertarte, indagar e intervenir el problema a tiempo. En el vínculo de apego seguro se habilita la confianza de tu hijo para abrirse contigo y contarte lo que le pasa. Si lo sermoneas, lo regañas, castigas, le impones sistemática y arbitrariamente las cosas, si le haces sentir que debe comportarse de una determinada manera para que lo aceptes o lo quieras, tu hijo temerá recurrir a ti. En cambio cuando de manera coherente tu trato lo hace sentirse aceptado y amado incondicionalmente, cuando lo escuchas sin juzgar y le acompañas a buscar soluciones de forma amorosa y respetuosa a sus problemas y necesidades, confiará y recurrirá a ti en busca de ayuda y refugio. 

Sin un vínculo de apego seguro, los niños, niñas y adolescentes corren mucho mayor riesgo de quedar a merced de la hostilidad de depredadores o atrapados en dinámicas violentas. 


La importancia de la detección e intervención temprana 

Por pequeñas que sean o nos parezcan las agresiones, apenas estén comenzando hay que actuar. Las familias y los responsables del centro escolar deben ocuparse de crear los mecanismos para detectar e intervenir de inmediato cualquier situación de violencia escolar.  

Hay que tener muy claro que no "son cosas de niños" y que no debemos dejarlos solos resolviendo la violencia en la escuela. Ellos no están en capacidad de resolver estos conflictos sin la supervisión de los adultos responsables. 

Cabe destacar que pretender acabar la violencia con más violencia es un contrasentido. Algunos padres mandan a sus hijos víctimas de bullying a resolver el asunto por ellos mismos bajo amenazas del tipo, "o te defiendes y le pegas tú, o te pego yo más fuerte". Sean víctimas, agresores o testigos, los niños, niñas y adolescentes deben ser atendidos y asistidos de inmediato sin recurrir a mecanismos punitivos o excluyentes que generen mayor malestar con lo cual se agravaría la situación en el corto o mediano plazo provocando una inminente escalada de violencia. 

Aunque ante cualquier agresión es siempre necesaria la intervención oportuna y apropiada, no podemos perder de vista que para solucionar de raíz el acoso escolar debemos enfocarnos en la prevención identificando las causas que en general se encuentran en la violencia estructural dentro del sistema familiar, escolar y social.  Sin no nos ocupamos de resolver el entramado social y subjetivo que produce la violencia, no habrá solución real y sostenible para este flagelo.


Berna Iskandar

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