"...hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros..." Octavio Paz. El Cántaro Roto.

CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.

miércoles, 31 de julio de 2013

Adultos maestros del bullying

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La violencia es un  tema habitual y de enorme preocupación,  presente en las relaciones familiares, la escuela,  el trabajo, las calles... Vivimos envueltos en acciones que provocan daño físico y psicológico.  Aunque todos terminamos sufriendo por ello, muchas prácticas violentas han pasado a digerirse y tolerarse socialmente hasta el punto de ser entendidas como comportamientos normales e incluso deseables por el colectivo.  Esto obliga a comenzar por abrir ventanas que permitan identificar sus diferentes caras, expresiones y manifestaciones a fin de asentar el punto de partida  hacia la prevención. De manera que el trabajo educativo por hacer es enorme, todo un desafío, y la responsabilidad debe ser coproducida partiendo de la toma de conciencia individual,  el hogar, hasta llegar al lugar institucional como la escuela, la empresa, gobiernos encargados de crear estrategias de políticas públicas y por supuesto los medios de comunicación con su comprobado alcance masivo.

En esta oportunidad quiero referirme a una de las formas de violencia que muchas veces se presenta de un modo enmascarado, y que  resulta incluso popular, en algunas culturas más que en otras. Ejemplo de ello lo observo en Twitter, los domingos por las noches cuando comienzan a gotear  tweets procedentes de diferentes cuentas con toda clase de burlas, bromas y chistes contra el participante de turno en la versión venezolana del programa de concursos “Quién quiere ser millonario”,  manifestándose descarnadamente  esa forma de violencia que llamamos chalequeo. 

Chalequeo se le dice, en mi país,  a la costumbre de divertirse a costa de los demás, al juego, la chanza,  la broma, la burla o la descalificación insistente hacia alguien o hacia el compañero o compañera, por parte de un grupo de personas o de pares. El chalequeo es una de tantas formas de violencia naturalizada, una suerte de bullying sin ser visto como tal, asumido prácticamente como deporte nacional en mi país, respondiendo al carácter jocoso, bromista y burlón del venezolano.

Cabe aclarar que una cosa es reírse con los demás y otra muy diferente es reírse de los demás. Burlarse o ridiculizar a otros es violencia, invisibilizada, enmascarada, pero violencia a fin de cuentas.

Sin ser conscientes de ello, los adultos terminamos por convertimos en los principales maestros del bulliyng para los niños. Dentro del ámbito estudiantil,  los niños y jóvenes, entre compañeros de clase, reproducen el chalequeo como expresión de intolerancia y rechazo al diverso, como una forma de venganza que se vale de las descalificaciones,  ofensas y  burlas para obtener reconocimiento grupal. La organización venezolana CECODAP ha realizado estudios que confirman el hecho de que muchas de las agresiones verbales y físicas entre los escolares, tienen su origen en el chalequeo. Muchos de los actos vandálicos en la escuela,  comienzan a partir del chalequeo.  El chalequeo puede progresivamente convertirse en conflicto, agresión y hasta la muerte por homicidio o suicidio.

Ciertamente el humor, resaltar el lado cómico, risueño, divertido de la realidad, es deseable y forma parte fundamental de las personas, pero es necesario repensar sobre el modo en que lo usamos y expresamos, ¿lo hacemos como una forma inofensiva de diversión o lo hacemos para discriminar, excluir y burlarnos de otros?, ¿nos estamos riendo con los demás o nos estamos riendo de los demás?.

Enlaces relacionados:

Sin educación emocional, no hay cultura que nos salve 

Defender a tus hijos de otros niños por Ramón Soler via Mente Libre

 


Twitter. @conocemimundo

Resultado concurso #TallerCrianzaRespetuosa 3/8 en Caracas



El mejor regalo que podemos dar a nuestros niños y niñas es abandonar la visión adultocéntrica responsable de tantos malos tratos hacia la infancia.  Por eso, Conoce Mi Mundo sorteó un premio equivalente a dos cupos para #TallerCrianzaRespetuosa del 3 de agosto del 2013 en Caracas.

Desde el miércoles 24 de julio hasta el martes de 30 de Julio del 2013, cada día  publicamos en nuestra cuenta en Twitter (@conocemimundo)  y en nuestro Fanpage de Facebook  una pregunta diferente, seguida de las claves para encontrar la respuesta. Muchos seguidores participaron enviando  la pregunta con la respuesta correcta, junto a sus datos (nombre y cédula de identidad) al correo conocemimundo@gmail.com 

Cada correo enviado que cumplió con las reglas del concurso fue numerado según el orden de ingreso. El día de hoy (31 de julio del 2013) se realizó la generación del número en www.ramdon.org dentro del rango de número total de correos recibidos.

... Y la ganadora de dos cupos para #TallerCrianzaRespetuosa del 3 de agosto del 2013 en Caracas es:

Olga A. Hernández M. 

Gracias a todos y todas por participar 

Twitter. @conocemimundo


miércoles, 24 de julio de 2013

Los estragos de la obediencia


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La obediencia es un principio supremo presente aún en la educación, no sólo militar, sino infantil. Se exige a los niños obediencia ciega bajo la amenaza de castigos, de la pérdida de aprobación o del amor en caso de rebelarse a las órdenes de padres o educadores, sin importar qué tan injustas y arbitrarias sean. Docilidad y  adiestramiento son las bases de la educación y la crianza.  Desobedecer entraña uno de los más grandes pecados en nuestra cultura patriarcal, y así nos lo dejan claro las escrituras de todas las religiones judeocristianas. La obediencia al adulto como uno de los ejes fundamentales de la crianza y de la educación tradicional,  aún hoy hegemónica en nuestro planeta, supone la represión de la expresión de las pulsiones y la sabiduría intuitiva del niño. La gran mayoría de los adultos hacemos énfasis en criar niños obedientes antes que poner el acento en cultivar la capacidad de autorregulación, comprensión,  reflexión y la construcción del deseo genuino del niño a cooperar,  respetando su propio criterio y su integridad como persona.  Este es el modelo que -lo aceptemos o no, lo registremos o no- en mayor o menor grado,  incorporamos durante la infancia y luego replicamos en la adultez, salvo que hagamos un esfuerzo consciente para observarlo y trascenderlo.

En este video que traigo hoy veremos un experimento espeluznante donde se desvelan los estragos de la educación autoritaria, que Alice Miller denomina la Pedagogía Negra, cuyo pilar fundamental es la obediencia a la autoridad.  Se trata de una versión reciente del famoso experimento de Milgram en el que se arroja el mismo resultado del original realizado durante la década del sesenta. Con lo cual queda en evidencia  que después de más de cuarenta años, nada ha cambiado.

Vean el grado en que hemos sido condicionados para la obediencia y la sumisión a las órdenes de un superior, desoyendo nuestro sentido común y sabiduría intuitiva. Vean y comprenderán por qué tantas personas terminan cometiendo despropósitos únicamente por el hecho de obedecer o seguir ciegamente el comando de alguien que consideren autoridad suficiente, incapaces de responder a su propio sentido común, enterrado desde la más temprana infancia  bajo capas de condicionamientos represores gracias a lo que hemos llamado buena educación. Miremos aquí lo acuciante que constituye la necesidad de plantearnos qué es lo que queremos lograr como educadores o criadores. Porque una cosa es un niño sumiso y obediente, y otra muy distinta es un niño empático, respetuoso, consciente, criado con la libertad de desarrollar su propio criterio para  autorregularse y tomar buenas decisiones en su vida presente y futura.  

Twitter. @conocemimundo
 


martes, 23 de julio de 2013

Concurso #TallerCrianzaRespetuosa 3/8/2013

Válido desde el 24 de julio hasta el 30 de julio del 2013
Concursa por 2 cupos para #TallerCrianzaRespetuosa 3/8/2013 en Caracas

El mejor regalo que podemos dar a nuestros niños y niñas es abandonar la visión adultocéntrica responsable de tantos malos tratos hacia la infancia.  Por eso, Conoce Mi Mundo sortea dos cupos para #TallerCrianzaRespetuosa del 3 de agosto del 2013 en Caracas.

A partir del miércoles 24 de julio hasta el martes de 30 de Julio del 2013, cada día  publicaremos en nuestra cuenta en Twitter (@conocemimundo)  y en nuestro Fanpage de Facebook  una pregunta diferente, seguida de las claves para encontrar la respuesta. El mismo día debes enviar la pregunta con la respuesta correcta, junto a tus datos (nombre y cédula de identidad) al correo conocemimundo@gmail.com

Estos son los siete pasos para lograr el éxito ; ) 

1. Escribe la etiqueta #TallerCrianzaRespetuosa en el asunto o subject del correo.

2.  Escribe la pregunta del día que encontrarás publicada en nuestras redes sociales  (Twitter y Fanpage de Facebooken el texto del correo.

3. Escribe la respuesta correcta a la pregunta del día en el texto del correo. Las pistas y claves para que las encuentres se publicarán en nuestras redes sociales  (Twitter y Fanpage de Facebook)

4.   Escribe tus datos (nombre y número de cédula) en el texto del corrreo.

5. Entre las respuestas correctas enviadas desde el 24 al 30 de julio a conocemimundo@gmail.com, se sorteará un solo premio que consiste en dos cupos válidos únicamente para asistir a #TallerCrianzaRespetuosa del 3 de agosto del 2013 en Chacao, Caracas. 

6.    Válido un solo correo al día por participante.

7.  El resultado del concurso se dará a conocer en nuestras redes sociales y blog el miércoles 31 de julio del 2013.

Entérate aquí sobre detalles de horario y contenido del  #TallerCrianzaRespetuosa

 

Twitter. @conocemimundo

 

domingo, 21 de julio de 2013

Crianza Respetuosa: una inversión segura


Repito incansablemente que la crianza no es un tema menor, que es el epicentro de los problemas humanos y sociales. Digo casi a diario y por todos los medios de difusión a mi alcance  que de la calidad de la crianza depende que construyamos un mundo con más cárceles y hospitales o un mundo más humanizado. No exagero cuando insisto en que prodigar un trato digno, respetuoso, comprender y atender sin reparos todas las necesidades de nuestros pequeños, ahora cuando más lo necesitan, es la inversión más importante y segura a futuro.

Percibimos la realidad de un modo tan fragmentado que no somos capaces de registrar la relación entre desestimar los pedidos de brazos, consuelo, mirada de un niño y el hecho de que la depresión constituya hoy, una de las primeras pandemias mundiales. No alcanzamos a ver la conexión entre “nalgadas a tiempo” y ráfagas de pistolas disparadas por delincuentes o terroristas.  No  se nos ocurre identificar la falta de cuerpo materno, de compromiso emocional, de empatía o el trato autoritario hacia nuestros pequeños, como formas de abuso y desamparo transformados en las infinitas dosis de violencia a gran escala que hoy signan nuestro planeta.  

Decimos, “a mi me criaron así, mi mamá me dio unos buenos correazos cuando los necesité y fíjate que ahora soy una persona de bien”, sin reparar en que el mundo está poblado por “gente de bien” medicada para poder dormir, adicta al tabaco, al café, a las compras, al consumo desmedido, al alcohol, al éxito, al trabajo, a las redes sociales, a Internet… “gente de bien” que grita y pega a sus hijos y lo ven como algo normal o deseable,  personas “de bien” que en el territorio de sus relaciones personales sólo están dispuestas a dar cabida a su propio deseo negando y violentando el deseo del otro, o por el contrario, individuos incapaces de hacer valer su propio deseo o necesidad, devorados por las demandas desmedidas de sus parejas, familiares, compañeros.

Escuchamos, repetimos y nos creemos impenitentemente frases como “mis padres me pegaron, doblegaron con autoridad mi carácter incivilizado de niño, me dejaron llorando para que no me malcriara y funcionó, mírame ahora hecho un hombre o una mujer trabajadora, responsable, con familia”, sin reparar en el vasto desierto emocional que tratamos de llenar desesperada e inútilmente, demandando aún en la adultez, aquello que nunca recibimos cuando era verdaderamente urgente, cuando dependíamos enteramente de mamá y papá para sobrevivir. Pero mamá y papá no estaban disponibles para prodigárnoslo, porque ellos,  al igual que los abuelos y bisabuelos, aprendieron que el niño que pide atención, mirada, cuerpo materno, acompañamiento paterno… es excesivamente exigente, por tanto se le etiqueta de llorón, malo, desobediente, manipulador, tremendo, enfermizo, malcriado… y que reprimir sus necesidades y no molestar con sus “demandas agotadoras”, equivale a ser un niño bueno, tranquilo, "un niño que ni se siente"… y en eso nos convertimos. Y así acabamos como adultos eternamente necesitados, ceñidos de improntas alojadas en un lugar de nuestra memoria emocional sin tiempo ni registro consciente, apañados con el disfraz que nos acomode para sobrevivir y ser aceptados o nombrados, interpretando el personaje que nos “salve” de un mundo hostil y predador. Así crecimos alejados de lo que somos, extraviados de nuestro ser  esencial en medio de las sombras que devoran la conciencia y la posibilidad de hacernos libres. Una y otra vez nacidos para sobrevivir y no para ser amados.

Si tan solo fuéramos capaces de darnos cuenta de que lo difícil no es satisfacer sin reparos las necesidades de los niños reales ahora, sino que lo verdaderamente difícil y extenuante es lidiar con un mundo lleno de adultos convertidos en niños eternamente heridos y carenciados.
Twitter. @conocemimundo

miércoles, 17 de julio de 2013

Conflicto: ¿bueno, malo, deseable?

¿Cómo vamos a aprender de nuestras equivocaciones si no admitimos nunca, o rara vez, que nos hemos equivocado? Eduard Punset.
Hay personas que viven en un eterno conflicto, como si no supieran hacerlo de otra manera. Hay otras que sistemáticamente huyen al conflicto convencidas de que es siempre malo y debe evadirse a toda costa. Hay quienes creemos que el conflicto, si bien pudiera prevenirse, a veces es inevitable e incluso deseable, siempre que se observe como un síntoma que avisa la necesidad de cambio y por tanto se utilice como oportunidad para reparar y renovar las relaciones.


Cuando mis necesidades se encuentran con las del otro, puede surgir el conflicto como señal para registrar la importancia de hacer autocrítica, de escuchar las demandas de los demás que quizás hemos desoído por distracción, por  falta de empatía o por vivir desconectados. Pero también cuando mis necesidades se encuentran con las del otro, puede surgir el conflicto como la campanada que despierta el valor de expresar nuestras necesidades y deseos para exigir asertivamente respeto a nuestra integridad.

Parafraseando a la autora Laura Gutman, en un territorio emocional, político, social, donde sólo hay cabida para el deseo de una persona o de una de las partes, hay violencia. Cuando ingresamos en la trinchera del “yo tengo la razón”,  cuando el dominador sobre el dominado, el superior sobre el inferior, desplaza la posibilidad de horizontalidad y de relaciones entre iguales, cerramos los canales de escucha y de reconocimiento de las necesidades o deseos del otro. Llegado a este punto, el conflicto pierde su potencial de oportunidad regeneradora para degenerar en una interminable cadena de dominación, abusos, imposiciones, violencia y destrucción.


Es imposible pretender vivir una vida libre de conflictos, pero podemos actuar con madurez, empatía y capacitarnos para resolverlos a través de los espacios de diálogo, reflexión, acuerdos, negociación, es decir, de un modo horizontal, respetuoso, cívico a fin de alcanzar una salida digna y favorable para todas las partes. Con lo cual hay que estar dispuestos, de lado y lado, a dar cabida al deseo de los demás. Necesitamos abandonar el esquema superior-inferior, dominador-dominado en el que hemos aprendido a organizarnos y abrirnos hacia nuevas formas más horizontales y cooperativas de vincularnos.

Comencemos a partir del vínculo con los hijos. Cuando sentimos que la relación con los hijos se convierte en un conflicto constante, es hora de plantearnos que los seres humanos, incluidos los niños y adolescentes, no respondemos ni con gusto, ni con placer a la coerción ni a la fuerza. En cambio el diálogo, los acuerdos y la negociación promueven la buena disposición y la cooperación porque “el otro” se siente tomado en cuenta. Con la negociación tratamos de alcanzar el consenso o aceptación de todas las partes. Esto puede convertirse en una tarea difícil, pero los resultados serán sostenibles y confiables. Encontrar soluciones con las que todos quedemos satisfechos fortalece el compromiso de cumplir los acuerdos. Con la imposición, sólo logramos obediencia a través del miedo, mas no por convicción. Con la negociación y el diálogo crece la oportunidad de construir en nuestros hijos el deseo genuino y sostenible de cooperar. La imposición es un recurso autoritario de educación y liderazgo. Cuando nos imponen o imponemos, se obedece por miedo y sumisión. Miedo y sumisión que deviene –más temprano que tarde- en odio, resentimiento, rebeldía y rechazo. La negociación y el diálogo, en cambio,  son recursos empáticos, democráticos, respetuosos capaces de construir familias y sociedades erigidas sobre la civilidad,  la calidad de vida y la cultura de paz.
Twitter. @conocemimundo

miércoles, 10 de julio de 2013

Dar la teta salva vidas



¿Sabías que según declaraciones de UNICEF alrededor de un millón y medio de muertes de niños menores de cinco años en el mundo, son evitables con la lactancia materna?

¿Sabías que según cifras de UNICEF, un niño que no es amamantado, tiene catorce veces más probabilidades de morir durante los seis primeros meses?

¿Sabías que la Organización Mundial de la Salud advierte que sólo un tercio de los bebés en todo el mundo reciben lactancia durante los primeros seis meses?

¿Sabías que según UNICEF el principal obstáculo para la difusión de la lactancia materna es la comercialización agresiva de sucedáneos de la leche y que existe un Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche que dicta los parámetros para regular esta actividad y proteger la salud y la vida de millones de lactantes?  

La Organización Mundial de la Salud recomienda seis meses de lactancia materna exclusiva y, hasta los dos años o más, lactancia complementada con otros alimentos.

En las sociedades modernas se perdió la costumbre de amamantar.  Desde hace varias décadas se han ido creando condiciones que han minado la lactancia  y han incrementado  el consumo de sucedáneos de la leche materna de un modo alarmante, con altos costos para la vida y la salud infantil en todo el mundo. Circula información falsa a raudales, en relación a la lactancia materna.  Existen incontables mitos y dosis infinitas de ignorancia que nos alejan de la comprensión acerca de la verdadera naturaleza de esta robusta función humana (no puedes amamantar porque no te sale nada, mejor dale un tetero o biberón, tu leche no lo alimenta,  el niño está muy grande para pegarlo al pecho, etc.) Consciente o inconscientemente, establecimos un orden que ha contribuido a minar profundamente la confianza en la capacidad innata para amamantar de la gran mayoría de las mujeres.

Salvo contadas y honrosas excepciones, en los programas de las carreras de salud como pediatría, nutrición, enfermería… las horas dedicadas a la formación sobre lactancia materna son irrisorias.  En contraste, son muchas las horas dedicadas a la instrucción sobre fórmulas lácteas o sucedáneos de la lecha materna. Podemos concluir que los  profesionales de salud -salvo que tomen la iniciativa de formarse por su cuenta sobre lactancia materna- están precariamente capacitados para apoyar a las madres a mantener una lactancia exitosa.  En medio de este panorama,  ha surgido la figura de las asesoras de lactancia, que son personas certificadas con  formación y preparación especializada para acompañar y asistir a las madres a superar los obstáculos que impiden consolidar la lactancia de sus hijos.

El camino de retorno hacia la recuperación de la costumbre de amamantar requiere de la información, la protección y el apoyo necesarios para que cada madre tome sus propias decisiones desde el empoderamiento y la conciencia.   

Obtendremos resultados sostenibles en la medida en que hagamos énfasis en educar, para derribar los mitos y la ignorancia sobre la lactancia materna.

Una sociedad que apoya la lactancia materna, asegura a los niños la fuente óptima para construir aspectos neurálgicos de su salud emocional y física, presente y futura.

Enlaces relacionados:

El rapto de la lactancia materna 

Autoregulación o entrenamiento  


Twitter. @conocemimundo

lunes, 8 de julio de 2013

Patologización del afecto

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Artilugio del desapedo. Sustituto plástico made in China, del cuerpo y el pecho materno

A menudo me piden opinión sobre publicaciones como esta que salió recientemente en una cuenta de Twitter, supuestamente dedicada a temas de cuidados  y educación infantil:  “Antes de doblegarte con algún berrinche de tu hijo, recuerda:  amar no significa provocar alegría infinita”. Esta frase viene a ser algo así como prima hermana de la conseja popular que reza, “la letra entra con sangre” y  tantos otros dichos, refranes, mitologías y creencias del acervo de la puericultura y la pedagogía represiva y autoritaria cuyo mecanismo consiste en demonizar la complacencia,  patologizar el afecto, hacernos pensar que negando el placer y el deseo de los niños, provocando frustración e incluso dolor, se forja la virtud del carácter. Pero yo me pregunto, ¿no será precisamente en este forma de entender la crianza donde se encuentra el origen del orden social patológico en el que se ha sumido el mundo y que provoca tanta depresión, sufrimiento, violencia e incluso el consumo desesperado, devastador e insostenible que nos está llevando -y esto no es retórica- a nuestra propia aniquilación como especie?
Los últimos hallazgos de las neurociencias han demostrado  que durante la crianza, la complacencia es la fuente principal de seguridad y de felicidad para nuestros pequeños.  Es decir, que para la conciencia y el sentir del niño, la complacencia es igual a amor  y la represión o negación de sus necesidades auténticas de afecto, mirada, compromiso emocional es igual a violencia. Muchos especialistas lo confirman. De Alice Miller, Casilda Rodrigáñez, Sue Gerhardt y la autora argentina Laura Gutman, por ejemplo,  encontramos una extensa bibliografía en la que se explica la relación entre privación del placer físico sensorial durante la primera infancia y violencia social.   Sin embargo la misma sociedad nos ha hecho creer que negar sistemáticamente el deseo de los niños es hacerles un bien, porque así les estaríamos enseñando a tolerar frustraciones. Como que si ya, de por sí, no existieran suficientes circunstancias naturales que entrañan frustración para que el niño aprenda a manejarse frente a ellas. Entonces, nos negamos a complacerlo cuando nos dice de tantas maneras que no quiere dormir solo en la cuna  o cuando pide cuerpo, mirada, atención, brazos, tiempo compartido con sus padres. Nos volvemos muy creativos a la hora de echar mano a un sin fin de argumentos que degradan el deseo del niño a la condición de capricho o mala crianza. No notamos (tal vez por falta de referentes en nuestra propia infancia)  que justamente la teta, el cuerpo,  la contención, los brazos, la mirada, el tiempo y la disposición emocional de los padres, son las formas en que el niño siente y construye las nociones del amor.
Pero, ¿que hacemos en lugar de dar incondicionalmente teta, brazos, atención, nuestro cuerpo, nuestro tiempo…?, ofrecemos objetos de consumo, substitutos fríos y plásticos. Al principio un tetero en lugar de teta,  un chupón en lugar del pezón, un oso de peluche o el cochecito en lugar de brazos, luego chucherías, video juegos o cualquier objeto de consumo que consiga “apaciguar”, según sea la moda o la edad del niño. Todos, artilugios de la cultura del desapego, que favorecen el desarrollo de un mundo lleno de seres carenciados de amor y consuelo humano. Puede ser que esta estrategia de substitución resulte cómoda para los padres, porque exige menos tiempo, esfuerzo y preserva eso que con tanto afán reclamamos con el nombre de “nuestro propio espacio”. Pero no es lo que el niño realmente necesita, ni tampoco lo que hubiera preferido, porque como bien  afirma Ileana Medina Hernández, coautora del libro Una Nueva Maternidad, “la naturaleza no crea niños que necesiten chupetes y ositos, crea niños que necesitan el contacto físico con sus progenitores”.  
“Cuando decimos que los niños no tienen límites, piden desmedidamente o no se conforman con nada, es porque están reclamando desplazadamente presencia física y también compromiso emocional”, aclara la autora argentina Laura Gutman. “Un niño que nos exaspera es simplemente un niño necesitado”, agrega. Por eso subrayo que cuando hablo de complacencia no me refiero a llenar a nuestros hijos de objetos, golosinas, cosas materiales o dejarles “hacer todo lo que les de la gana”. Hablo de llenarlos de encuentro con sus progenitores, de contacto humano y de amor.  Porque llenar a los niños de juguetes, comida chatarra,  televisión, actividades extraescolares… en lugar de ofrecer cuerpo materno, mirada y  vínculo, es justamente el mecanismo que hemos establecido los adultos  a partir de nuestra falta de disposición emocional para suplir las lagunas afectivas de nuestros pequeños.
Otra cosa es, cuando las razones que siempre existirán en un mundo con limitaciones, nos impidan satisfacer en un momento determinado a nuestros pequeños. En ese caso, en lugar de responder al niño con un no rotundo, podríamos reconocer, nombrar y darle importancia a su deseo, aun cuando realmente no podamos complacerlo (se que te encanta ese objeto, pero ahora no podemos comprarlo, pero podemos jugar con este otro y  mami te va a dar muchos  abrazos y besos…) Con ese simple gesto, haremos que nuestro hijo crezca sabiéndose amado y reconocido.
Cuando por fin comprendamos que amar, mimar, consolar el llanto, comprender y contener con afecto una rabieta, dar cuerpo y mirada a nuestros pequeños, no es malcriar,   la crianza dejará de ser enemiga  de la felicidad.

Enlaces relacionados:

Para un cerebro sano, mucho amor, mimos y brazos  

Mi letra para un Rap 

¿Malcriar o Biencriar? Cuidado con esta trampa  

Crianza con apego y crianza respetuosa ¿son la misma cosa?


miércoles, 3 de julio de 2013

La crianza como portal de sanación


 
(...) Y si uno se fija bien, se da cuenta de que los niños son bajitos, eventualmente bajitos, pero bajitos. Y están locos... viva con ellos y sabrá lo maravillosamente locos que están los niños. Lo que pasa -pobrecicos - es que caen en manos de los adultos. Y los adultos les recortan estas alas mágicas con las que los niños vienen de fábrica y los convierten en algo a su imagen y semejanza, con el evidente deterioro de la especie que uno encuentra andando por la calle...   Joan Manuel Serrat
La llegada de un hijo o hija, viene junto a la oportunidad de replantearnos el modo en que hemos encarado la vida, nuestro cuerpo, nuestras emociones, nuestros pensamientos, acciones y relaciones. El niño real que llega a nuestros regazo despierta al niño que fuimos. Atrevernos a mirar cómo fuimos amados  o desamparados durante nuestra propia niñez y cómo desde ese amor o ese desamparo estamos criando en el presente, con mayor o menor disponibilidad emocional hacia nuestros hijos, es condición indispensable para tomar decisiones conscientes sobre la aproximación y trato hacia los pequeños a nuestro cargo.  Cada niño o niña que traemos al mundo, que adoptamos o que nos toca criar por la razón que sea, nos abre una puerta hacia la transformación y el crecimiento. Dependerá de nosotros aprovechar o dejar pasar las señales.
Dicen por ahí que la mente es como un paracaídas: funciona mejor cuando se abre. Yo agregaría que el corazón y la mente, son como un paracaídas, ambos funcionan mejor cuando se abren. La llegada de un hijo o una hija a nuestras vidas, nos impone testarudamente llevar esta máxima a la acción. Con el hecho de la paternidad o la maternidad, el terreno queda abonado,  todo se sincroniza para que salga el buscador que llevamos dentro y emprendamos el trabajo de expansión de la conciencia hasta ubicarnos en la perspectiva desde la cual estar mejor capacitados para acompañar a nuestros hijos e hijas de un modo respetuoso y empático.  
Comprometernos a enmendar los estragos transgeneracionales de abusos, malos tratos, violencia y desamparo, significa honrar y curar al niño o la niña que fuimos, pero sobre todo es una deuda urgente con el niño y la niña presente,  que es nuestro hijo, nuestra hija, y por añadidura, un regalo para los niños y niñas que algún día serán nuestros nietos y nietas…
La maternidad y la paternidad son auspiciosas para  darse cuenta  de que ya no somos niños vulnerables, indefensos ni  dependientes. Ahora estamos en capacidad de encontrar recursos propios para criar a nuestros hijos con afecto, respeto y contención, para abrirles camino hacia una vida plena de sentido, amor, conciencia despierta y en libertad. Ahora podemos detener la aciaga poda de alas mágicas que los pequeños traen de fábrica. Ahora podemos evitar el evidente deterioro de la especie que se encuentra andando por la calle.