"...hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros..." Octavio Paz. El Cántaro Roto.

CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Gotas de agua. ¿Separar o no a los hermanos del aula?


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Hoy les traigo muy buenas noticias. Un estupendo documental de licencia libre   circula  en Internet. Se titula “Gotas de agua”.  La producción realizada con el propósito de reflexionar sobre la decisión de separar de aula o no a los hermanos múltiples (mellizos, trillizos, etc.) y que plantea preguntas sobre quiénes deben tomar dicha decisión, fue impulsada por Meritxell Palou (madre de gemelas) quien ha padecido la experiencia de separación de salón de sus hijas en contra de su voluntad y por imposición de la escuela.  

En “Gotas de agua”, participan excelentes especialistas. Algunos frecuentemente citados y recomendados por esta servidora, tales como, Elena Mayorga, Ramón Soler, Alejandro Busto Castelli, Rosa Jové, entre otros.   La tan necesaria iniciativa se constituye en un elemento educativo e informativo muy valioso, que bien merece la pena difundirse por todos los medios a nuestro alcance, para que llegue a la mayoría de las familias con múltiples y también a las personas que estén o no involucradas en la atención infantil,  en tanto que invita a cuestionar lo naturalizado y propone puntos de vista diferentes a los habituales en relación al modo en que construimos los vínculos desde  la educación y la crianza, tema que nos atañe a todos por su neurálgica importancia en la formación de sociedades sanas.

Vivimos rodeados e influidos por creencias falsas sobre lo que los niños necesitan.  La de separar a los gemelos o múltiples  en la escuela para que sean capaces de desarrollar su propia identidad, es una de ellas.  He hablado profusamente sobre la tendencia generalizada a dinamitar el vínculo de apego madre-bebé,  de patologizar el afecto y la dependencia de los niños con sus padres como si ello fuera la causa de toda suerte de males, cuando en realidad –tal y como lo dicta la intuición y lo confirma la neurociencia- es la fuente de seguridad y sano desarrollo de los pequeños. De hecho, si analizamos bien,  veremos que los seres humanos no alcanzamos a ser completamente independientes. Somos por definición seres sociales, por tanto interdependientes. Fruto de nuestra naturaleza gregaria nos necesitamos unos a otros para sobrevivir.  Sumemos a esto, el hecho de que en el caso de los múltiples el vínculo es íntimo y muy especial, porque se crea desde el vientre materno y se profundiza con el devenir del tiempo. Se podría decir que en el caso de múltiples, la simbiosis  no se establece únicamente entre mamá y bebé sino entre los hermanos, manteniéndose de por vida, incluso después del desprendimiento natural de la fusión con la madre, tal y como aclara en el documental, Elena Mayorga, terapeuta y directora de la revista Mente Libre.

El sistema educativo se empeña en separar a los múltiples, partiendo muchas veces de creencias atávicas, que responden a determinados intereses y a la comodidad adulta más que a la necesidad de los hermanos.  “…El sentir y estar cerca  a través de la piel, el estar rodeados de redes y de estructuras vinculares que nos apoyan, no puede ser un problema para el desarrollo de ningún ser humano… hay temor a la fuerza del grupo, a la fuerza del colectivo….ojalá vayamos despertando…”. Con estas palabras el psicólogo Alejandro Bustos, explica lo que pare él constituye la causa  subyacente  tras la decisión de separar múltiples por parte del sistema educativo.    En el mismo orden de ideas el psicólogo Ramón Soler habla sobre la relación de control y manipulación hacia los niños que opera en el sistema educativo.  Así es como separando a hermanos que tienen una relación tan especial, se logra manipularlos mejor, nos explica. Se trata del paradigma de  “divide y vencerás”.  Con mucho sentido común, Soler afirma que resulta más difícil doblegar a hermanos con una relación tan estrecha como es el caso de los múltiples.

En lugar de mantener prácticas sustentadas en mitos, la escuela podría tomar en cuenta la observación de las experiencias vitales del niño, señala para este documental,  la profesora de educación infantil primaria, Naira Alamo,  quien agrega “que a pesar de que no hay estudios que lo confirmen existe la creencia de que separar (a los múltiples) les ayuda a formar mejor su identidad porque al estar juntos en la escuela pueden llegar a desarrollarse como la mitad de uno… Afirma Alamo que jamás ha estado con múltiple en el aula que no te corrigiese si lo confundieras con su hermano o con su hermana… “ellos no necesitan estar separados para saber quienes son, cuántos son y qué es lo que les gusta”, asegura desde su experiencia con los niños.

Para finalizar,  en el documental “Gotas de agua”, se despunta y argumenta sobre la importancia de reivindicar el criterio de la familia, de los padres, quienes en todo caso son los que deben tomar la decisión y quienes además respondiendo al sentido común y al instinto, a menudo desean mantener a los múltiples juntos en el aula.    

Enlaces relacionados

El mito de los niños independientes
La angustia de separación, por Carlos González 
Reinicio escolar: no permitamos que los niños sufran


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miércoles, 18 de septiembre de 2013

Reinicio escolar: no permitamos que los niños sufran






"Cualquier cosa que provoque dolor en los niños es una pésima estrategia de crianza" Felipe Lecannelier 

Si los preescolares o escuelas infantiles estuvieran pensados por y para los niños, ¿por qué tendrían que sufrir para adaptarse a ellos?

Una mamá joven dejó a su hijo de dos años en su primer día de preescolar y cuenta desgarrada que se lo entregaron con los ojos hinchados y ronco de tanto llorar. Dice que pasó la noche prendido en fiebre. Otra mamá compara el aula del preescolar de su hijo con un pasillo del terror, relatando la horrible experiencia de escuchar llantos desgarrados de niños desesperados al verse arrancados de la presencia segurizante de sus padres y lanzados sin más a un lugar desconocido...  Historias así brotan a raudales durante el período de reinicio escolar.... sin embargo seguimos llamando a las guarderías y preescolares, lugares especializados en cuidado infantil...  

¿En qué momento se nos congeló el alma, para sentir como normal el llanto desgarrado de un niño durante una adaptación escolar irrespetuosa?

Hay cosas que por principio ético no se hacen, sea que den el resultado esperado o no. Pegarle a un niño para modificar un comportamiento no deseado, dejar a un niño reventándose en llanto para que duerma toda la noche sin molestar a los padres o para que no se malcríe o para que se acostumbre a quedarse en la escuela, constituyen abusos sistematizados y naturalizados socialmente. Niños forzados a quedarse en la escuela o guardería sin que respetemos sus tiempos ni sus necesidades, obligados a plegarse a la comodidad de un mundo adultocentrista que establece sus propias prioridades en detrimento de las necesidades biológicas y afectivas infantiles. Un mundo de adultos carentes de sensibilidad y de disposición para asegurar los medios necesarios que consoliden una transición suave, respetuosa y amable para nuestros pequeños.

La ocasión es auspiciosa para detenernos a reflexionar y poner sobre la palestra el neurálgico asunto de la carencia de períodos idóneos de integración o adaptación escolar.. Es hora de comenzar a indagar sobre lo que nuestros chiquitines están sintiendo. Hagamos el esfuerzo de establecer conexión con su alma infantil y entender cómo registran emocionalmente el inicio de la experiencia escolar desprendidos de su hogar y del contacto con su figura o figuras de apego principales para ingresar a una institución bajo el cuidado de personas desconocidas, con horarios y rutinas nuevas, basadas en exigencias desmedidas, alejadas de las necesidades naturales y propias de su momento evolutivo, donde además  deben soportar la experiencia sufriente de separación, sin un proceso previo, adecuado, real y cabal de integración.  

El período de adaptación escolar, debería constituirse en una norma, y debería contemplar un proceso que ayude realmente a los pequeños a digerir amablemente  la experiencia de la escolarización. Darles el tiempo que sea necesario con la presencia o en compañía de alguno de sus padres o de un familiar en el que el niño confíe dentro del aula y llevárselo más temprano si es necesario, hasta que progresivamente se quede tranquilo en la escuela, permitir que los padres ingresen al aula toda vez que el niño lo requiera, entre otras medidas, resulta crítico para elaborar la experiencia de integración, sin violencia. Se trata de tomar en cuenta y establecer como prioritarias las necesidades auténticas de niños que se encuentran aún en una etapa de desarrollo en la que no dominan  por completo el lenguaje verbal, en la que no han desarrollado la noción del tiempo y no saben diferenciar cuatro u ocho horas, durante las cuales deben separase de sus padres, de una vida entera. Niños que están acostumbrados a convivir en un ambiente familiar, a unas edades cuyo principal requerimiento es el de vincularse con una figura de apego que sepa interpretar y responder de inmediato sus necesidades, y que de pronto llegan a un lugar físico desconocido, donde se convierten en uno más entre muchos desconocidos sin la madurez cognitiva ni emocional para digerirlo.

Salvo contadas excepciones, ni las instituciones escolares, ni las leyes de protección a la infancia, ni la mayoría de padres y madres están conscientes de la importancia que entraña para el desarrollo de la salud física y emocional de los niños, establecer un correcto y cabal proceso de integración escolar, amable y consecuente con sus necesidades.

La psicóloga infantojuvenil Gladys Michelena, pionera y asesora en creación e implementación de períodos de integración escolar en preescolares de Venezuela, plantea la siguiente pregunta, "si se supone que los preescolares deberían ser lugares adaptados a sus necesidades, ¿por qué los niños tienen que llorar cuando ingresan?". Eso, queridos adultos, es justamente lo que permitimos que pase. En la mayoría de los casos dejamos a los pequeños reventándose en llanto hasta que se cansan y no les queda más remedio que resignarse, condenados a pasar por mucho miedo, desamparo, mucha angustia de separación, sin que repararemos que, para ellos, esta situación es vivida como una experiencia con una carga violenta importante, es decir, su primera experiencia de violencia escolar.

Y es que las guarderías y preescolares no han sido diseñados para cubrir las auténticas necesidades de los pequeños. Han sido pensados como elementos del engranaje de un sistema productivo que exige a los adultos salir a trabajar y dejar (en algunos casos, literalmente depositar) a los pequeños en lugares institucionales creados con presupuestos que no cubren los requerimientos de infraestructura, calidad y cantidad de servicios y de profesionales para satisfacer las verdaderas necesidades de los niños. Esto tiene que cambiar y el cambio depende de cada uno de nosotros.

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No te vayas a escondidas, despídete de tus peques
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Dos grandes vías de crianza
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jueves, 12 de septiembre de 2013

Un niño puede sentirse abandonado de por vida y por todas las mujeres


 
 
¿Vas de mujer en mujer? Comes sal para no tener sed. Alejandro Jodorowsky 

Hablando sobre conflictos de pareja, cierto amigo inteligente y consciente dijo alguna vez, "un niño puede sentirse abandonado de por vida y por todas las mujeres”.  Así fue como, en una sola frase, recogió la impronta del abandono materno grabada a fuego y que, desde un lugar sin tiempo, se aloja presta a actualizarse y causar toda suerte de accidentes emocionales llegada la adultez. Salvo, claro está,  que se haga lo propio para reconocer y sanar.

Al escuchar esta desgarradora sentencia  me sentí motivada a escribir mi propia reflexión apoyándome en  ideas personales, experiencias de vida y lecturas (principalmente de la autora Laura Gutman) como elementos que construyen esta mirada que comparto con ustedes.

Los niños que  nos ocupan en este post, aunque no lo reconozcan conscientemente, pueden sentirse abandonados incluso por madres físicamente presentes pero que no se comprometen emocionalmente.  Madres que esperan satisfacer sus propias necesidades infantiles  a través de sus hijos, discapacitadas para prodigar a raudales  e incondicionalmente cuerpo, brazos,  mirada,  alimento, el sostén, el respeto y la protección que estos necesitan, porque nunca lo recibieron de niñas, y por lo tanto, no encuentran referentes cuando les toca el turno de maternar.

Es muy probable que el hombre que se siente  abandonado de por vida y por todas las mujeres,  desde algún lugar inconsciente espere ser maternado por su pareja, recibir de su pareja sexual o su compañera de vida el alivio a la tensión y al dolor producto del abandono y la falta de mirada de una madre sostenedora, nutricia, presente, capaz de conectar con sus necesidades y con su alma infantil. Posiblemente, cual niño reclamando pecho a demanda, aún espera siempre la comida caliente y servida,  la esposa o la pareja disponible 24x7, (en continuum  como bebé en busca de apego seguro) para el juego de seducción, para sentirse mirado, admirado y satisfecho…   Pero   ninguna mujer será suficiente para llenar el vacío, en primer lugar, porque así como él ya no es un niño real,  la esposa, pareja, novia, amante, amiga… tampoco es la mamá. En segundo lugar, por aquello del pedido desplazado del que tanto habla Laura Gutman y que consiste en que cuando una necesidad legítima es expresada a través de otro reclamo,  el pedido original nunca será satisfecho. Es decir, cuando se necesita madre sostenedora, nutricia, presente, pero se sustituye a través del pedido compulsivo de mirada, sexo, atención  o del cuidado maternal de la pareja  o de varias mujeres a la vez, porque es lo que se aprendió a obtener desplazadamente (sobre todo en sociedades machistas), la necesidad de contención y afecto nunca será satisfecha.  

Por eso insisto en decir que lo difícil no es  atender las necesidades de los niños reales ahora, que lo realmente agobiante es lidiar con un mundo de niños  eternamente carenciados dentro de cuerpos adultos viviendo en desiertos afectivos.

Hoy nos referimos a los niños abandonados buscando el amor de la madre en cada mujer o en varias mujeres a la vez, discapacitados para ser parejas maduras y relacionarse desde el ser adulto erigido sobre emociones conscientes. Varones  que sufren atascados a lo largo de sus vidas en la búsqueda del “amor romántico” y alejados de la posibilidad de madurar hacia el amor adulto, verdadero. Niños heridos e inseguros, en cuerpos adultos insaciables, devorando afecto, atención, presencia, mirada, contacto, sin lograr satisfacerse al margen de cuánto reciban, porque lo que necesitan, lo que buscan inconscientemente, no es a una mujer, sino a la mamá que no obtuvieron… y mamá es insustituible.  

Ciertamente la misma experiencia de niña eternamente abandonada ocurre a las mujeres, quienes por muy modernas e independientes que nos declaremos, a menudo desesperada e inútilmente vamos tras el varón que se dedique a satisfacer nuestras necesidades infantiles desplazadas. Como dice la Gutman, “El gran, gran problema, es que ya somos personas adultas. Pero funcionamos con nuestras necesidades infantiles insatisfechas.” Tal vez va siendo hora de reconocer que ya hemos crecido, y que por mucho que lo intentemos nadie nos va a dar el amor que no obtuvimos durante nuestra infancia. ¿La manera de sanar?,  en palabras del psiquiatra y maestro Claudio Naranjo, es forjar la virtud de “permitir que nuestra capacidad amorosa sea cada vez menos interferida por nuestra necesidades neuróticas”.   
 
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miércoles, 4 de septiembre de 2013

Sobre brujas, inquisidores y otros demonios




“Eppur si muove.” Galileo Galilei

La semana pasada circulaba en redes sociales un video que registra a cierto pediatra realizando examen médico brutal a un bebé de meses. Práctica que además,  el “reputado” profesional, en aclaratoria  ofrecida a  la prensa justificaba en nombre de la ciencia y de la detección oportuna de patologías.

Algunos seguidores y organizaciones no gubernamentales que defienden los derechos del niño indagaron mi opinión sobre este escándalo mediático. Entonces decidí publicar en mi muro de Facebook  una reflexión donde señalé  lo llamativo que lucía tanto horror, espanto y repudio social causados por dicho video,  en contraste con el silencio y el general encogimiento de hombros respecto a las intervenciones violentas hacia los bebés durante prácticas rutinarias que ni siquiera entrañan patologías o enfermedades, sino procesos naturales, fisiológicos como son el parto o nacimiento, por ejemplo. Es como horrorizarse cuando nos enteramos de una noticia de abuso sexual infantil, pero al mismo tiempo nos parezca normal y lógico pegarle a un niño para disciplinarlo.  Al parecer no somos capaces de registrar   violencia en el hecho de que casi todos los bebés que nacen por parto o cesárea convencional, apenas nacer, entre muchas otras prácticas cuestionables, son pinchados,  se les introducen sondas por el ano,  por la nariz, son manipulados de forma brusca para limpiar, medir, pesar, examinar... Es decir, que durante un momento tan crítico como lo es la llegada al mundo de un ser humano donde lo que más necesita es paz, respeto, silencio, que se proteja el ambiente para consolidar el apego temprano con la madre, éste es separado y expuesto a una ristra de shocks que quedan impresos a fuego en su memoria emocional por el resto de su vida, en nombre de la ciencia. Toda esta violencia y este abuso en los partos y nacimientos  está naturalizado e institucionalizado con el aval de "La Academia" que tanto aplaudimos, reverenciamos y a la cual obedecemossin chistar como autoridad suprema e incuestionable. 

Decir algo así me costó caro. De pronto me sentí como bruja perseguida por la inquisición. Si bien muchas madres  se identificaron con lo dicho y aprovecharon la oportunidad para sacar su dolor y expresar el abuso del que se sintieron víctimas junto a sus bebés durante sus propias experiencias de partos o cesáreas, no se dejaron esperar las expresiones de incredulidad seguidas de ofensas, reclamos e insultos por parte de profesionales de la salud quienes me llamaron a mí y a quienes opinaron como yo,  ignorantes, legas en la materia (como si parir no fuera cosa de mujeres),  irresponsables por pensar como lo hacemos e incitar a otras mujeres a cuestionar y rechazar procedimientos diseñados para “salvar vidas”.  Y es que, ciertamente –tal y como el doctor Michel Odent tituló alegóricamente en el ensayo que invito a leer a propósito del debate sobre uso de rutinas injustificadas durante el parto o nacimiento- nos encontramos ante "La Principal Verdad Incómoda". 

En todo caso el tristemente célebre video del pediatra practicando el examen brutal a un bebé, y que dio origen a este debate, debería tomarse como punto de partida, como un "a propósito de..." para llevarnos a la reflexión sobre la naturalización de infinitas  dosis de violencia durante las prácticas que en nombre de la ciencia y la prevención de patologías,  se ejercen sobre los bebés,  especialmente durante partos y nacimientos masificados. Se trata de un hecho (moleste a quien moleste) que no se puede ocultar. Yo misma he sido una victima de estas rutinas médicas. No necesito ser especialista en la materia para conocer en su justa dimensión, cuán violenta fue la experiencia y cuán honda la herida para mí y para mis hijas. Todavía después de más de veinte  años  lloro por ello y me duele no haber contado con la información para elegir otra forma de traerlas al mundo. Y aclaro que no se trata de satanizar la medicalización de los nacimientos cuando estas son realmente necesarias para salvar vidas. Con lo que no puedo estar de acuerdo es con la patologización sistemática de procesos fisiológicos como son los partos y las consecuentes intervenciones violentas que estas entrañan  para madre y bebé.  Y es que incluso cuando resulta indispensable intervenir medicamente se podría hacer de un modo mucho más amable y más respetuoso.

Formarse como profesional de salud no puede limitarse a repetir lo que se aprende de los profesores en la universidad. Es importante pensar por sí mismos,  ser autocríticos,  bajarse del pedestal, escuchar a los pacientes,  ser capaces de cuestionar el sistema y  emprender los cambios necesarios para ofrecer un servicio profesional humanizado, basado en el respeto y la sensibilidad.

La buena noticia es que desde hace más o menos dos décadas, ha surgido un movimiento importante que demanda un cambio encaminado hacia la humanización de los nacimientos. Son núcleos de personas vanguardistas, que como el mismo Michel Odent ha dicho,  “tienen la capacidad especial de llegar a una nueva conciencia antes que los demás y cuya  responsabilidad consiste en ayudar a través de la iniciación y la divulgación de nuevas conciencias.”  Frente a este escenario, los profesionales de la salud identificados con el sistema tradicional hegemónico, en lugar de reaccionar cual inquisidores y emprender una cacería de brujas sobre quienes se dedican a la tarea de señalar "La Principal Verdad Incómoda", podrían desautomatizarse,  ser capaces de dejar de repetir lo aprendido en la academia como si se tratara de verdades reveladas  y hacer el esfuerzo de observar, investigar, indagar más allá.  

Mientras tanto, suscribo cada palabra de mi querida amiga y psicóloga Alicia Núñez, quien durante el debate en mi muro de Facebook agregó: “violencias invisibles hay muchas, nuestra tarea es que se evidencien y dejen de ejercerse”.  Pues así lo he hecho y seguiré haciendo… y si se presenta la necesidad,  no tengo ningún problema en montarme en mi escoba para escapar de la hoguera.

 
Twitter. @conocemimundo