CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.
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viernes, 19 de mayo de 2017

Crianza libre de castigos: En lugar de ordenar, estimula el deseo del niño a cooperar



Cuando un niño está pasándola bien haciendo lo que le gusta, y le decimos o le ordenamos desde la cocina o desde otra habitación que interrumpa su actividad para que cumpla con una obligación como ir a bañarse, a comer, a hacer las tareas, etc., es muy probable que no responda de buena gana o no sienta el deseo de cooperar. A nadie le agrada que le interrumpan cuando la está pasando bien y menos con una orden ¿cierto? 

En esos casos es más efectivo acercarnos, empatizar con el niño y comunicarle el evento por venir. Con niños menores de 3 a 4 años podemos usar el juego, la imaginación, la distracción y otros recursos creativos para redirigir su atención e interés hacia la tarea que toque realizar.

Con niños a partir de los 3 años, pero sobre todo en torno a los 4 a 5 años, podemos  además negociar y establecer un acuerdo sobre el tiempo que necesite para terminar con la actividad que están realizando (juego, pintar, ver la tele…) y pasar a la siguiente.

Si en lugar de orientarnos por el viejo vicio de intervenir con posturas educativas arrogantes, nos habituamos a comunicar  mediante un tono cercano y cómplice, si lo hacemos de forma clara, firme y coherente, si los niños se sienten escuchados, respetados, si perciben un clima que les genera confianza, si lo hacemos cuando no están cansados, con sueño o con hambre (recuerda anticiparte evitando llegar a ese momento) lo cual predispone a la alteración emocional de las criaturas impidiendo la comunicación activa… es muy probable que los pequeños respondan y acepten con naturalidad el diálogo y los acuerdos.


Es preciso aclarar algunos tópicos importantes sobre este tema. Los acuerdos no son instrucciones u órdenes, son negociaciones donde cada uno está dispuesto a ceder algo para llegar a un lugar común de ganancia mutua. A menudo los padres creemos que negociamos cuando en realidad estamos imponiendo o usando recursos punitivos: "Si quieres ir al parque, primero haces la tarea", “si quieres comer galletas, primero debes bañarte"... Esto no es negociación, es imposición mediante castigos y recompensas, es decir, usando el chantaje.

Por otra parte a los niños les toma tiempo interiorizar los acuerdos. Y no porque intencionalmente se nieguen a mantenerlos, sino porque debido a su inmadurez evolutiva los regula el principio del placer (leer mi post: los niños pequeños están en el placer)  Para integrar hasta donde sus posibilidades  madurativas lo permiten la responsabilidad que implica mantener un acuerdo apropiado y viable para su edad, necesitan tiempo, repetición, coherencia y paciencia.  Tengamos presente la importancia de hacer recordatorios amables una vez establecido el acuerdo. A los niños  les cuesta centrarse en un objetivo distinto al que sus mentes diseñadas para imaginar y jugar, les orienta.  Como aclaramos antes, puede ocurrir que el niño se encuentre  cansado, con hambre, alterado por exceso de consumo de azúcar, exposición a pantallas… lo cual provoca que se desborden las emociones y resulte inútil intentar que convenga o cumpla un acuerdo en ese momento. Recordemos que son niños, no podemos esperar que se comporten como adultos. Ya crecerán y alcanzarán la madurez racional necesaria para adaptarse mejor a las pautas adultas.

Muchos padres esperando resultados instantáneos, se impacientan al usar estrategias no punitivas para lograr que sus hijos cooperen, y terminan recayendo o validando las viejas estrategias basadas en la imposición, la obediencia y el adiestramiento. Llevamos tan integrados los propios automatismos educativos que no vemos el modo en que cotidianamente estos interfieren en la interacción con los pequeños a nuestro cargo dinamitando el establecimiento progresivo de un vínculo basado en la confianza y la comunicación activa con ellos. Es necesario repensar el objetivo de la educación  que desde la orientación ética del modelo democrático es elevar la consciencia del ser humano, y no robotizar o condicionar a través de métodos de entrenamiento canino. Esto toma tiempo, exige paciencia y compromiso emocional. Educar sin violencia, orientados por valores democráticos, exige robustecer nuestros propios recursos emocionales tales como la empatía,  la confianza en los niños y su capacidad de alcanzar los hitos madurativos biológicos, psicológicos y sociales, oportunamente, cada uno a su propio ritmo. Practicar la auto observación es fundamental para que nuestro propósito de educar sin castigos, sin condicionar con el miedo mediante gritos, amenazas, o usando chantajes como premios y recompensas, resulte sostenible.


Fuente Yolanda González Vara, Educar sin miedo a escuchar






jueves, 30 de mayo de 2013

La importancia de palabrear a los niños

Por Berna Iskandar


 “El niño que escucha las palabras que describen lo que está experimentando se siente profundamente consolado. Alguien ha reconocido su experiencia interna.” Faber & Mazlish


Me emociona  cada vez que recibo testimonios como el de este papá que asistió a uno de mis Talleres de Crianza Respetuosa y escribió en twitter lo siguiente: “¡Muy buenos días, Berna! Te cuento que practiqué la forma respetuosa de cambiarle el pañal que nos enseñaste el sábado en Maracay y mi hijo se portó genial, relajado y lo mejor de todo es que no tuve que gritarle.  Gracias.” Otras mamás y papás ansiosos por encontrar una fórmula para lograr el mismo resultado con sus peques,  al leer el comentario, me pidieron que les explicara el método. Pero, como no se trata exactamente de un método, ni tampoco de perseguir un único fin como cambiar pañales respetuosamente, sino que se trata de un principio que debería orientar nuestra aproximación en general hacia los pequeños, les prometí que se los explicaría en un post. Así me puedo extender un poco más y queda colgado en la web para todo el que quiera leerlo.

Veamos. La psiquiatra infantil Francoise Dolto, cuyo ideario sirvió de base a sus  discípulos quienes se constituyeron en los pioneros de la consolidación de los Derechos del Niño, partía del principio de que sin importar lo pequeño que fuera y al margen de que maneje o no el lenguaje verbal, un ser humano tiene la misma capacidad de compresión desde que está en el vientre de la madre hasta el día de su muerte. La terapia de Dolto con los niños,  consistía  en explicarles todo aquello que les circundaba, en informarles lo que ocurría en su entorno, en ayudar a poner palabras a todo lo que el niño podía estar sintiendo o deseando, etc.  Tal y como la psicopediatra francesa afirmaba de un modo sustantivo y preclaro, los adultos desestimamos las capacidades de entendimiento y el potencial de los niños para buscar por ellos mismos aquello que les oriente frente al mundo que comienzan a conocer y a explorar, lo cual nos lleva a dar sistemáticamente órdenes en lugar de comunicar e informar. Para ilustrarlo, Francoise Dolto usó el ejemplo de un turista japonés que llega por primera vez a París, explicando que, en ese caso, otro adulto no le daría órdenes sobre lo que debería hacer o los lugares que debería visitar. Simplemente le ofrecería la información necesaria (el funcionamiento del transporte público, los mejores lugares para comer, etc.) respetando su integridad y tomando en cuenta su deseo  para que pueda desenvolverse en una ciudad a la que acaba de llegar y que no conoce.

Si confiáramos en las capacidades intrínsecas y habilidades innatas de los pequeños para comprender, para co-producir, para crear y construir progresivamente el modo en que enfrentan, asimilan, se adaptan o modifican el mundo, si respetáramos y reconociéramos su integridad como personas, le informaríamos al niño en lugar de ordenarle e imponerle, además de que nos esforzaríamos por indagar su deseo y su opinión en cada situación. Y aquí viene el ejemplo del pañal:  en lugar de quitárselo directamente sin decir nada,  o sin dar ninguna explicación, le informamos al niño lo que está ocurriendo en ese momento, “mi amor, el pañal se ensució, debes sentirte incómodo, vamos a cambiarlo… ahora lo voy a retirar… en este momento te voy a lavar con agua… ahora vas a sentir un poco de frío, etc. ...”  Es muy importante reconocer y ponerle palabras a lo que el niño puede estar sintiendo. Por ejemplo, si llora o se incomoda le podemos decir, “yo sé que te molesta cuando hacemos esto… es lógico que llores… entiendo lo que sientes, a mi también me desagrada cuando me hacen algo que no me gusta…  ya va a pasar, vas a ver que luego te vas a sentir limpio y cómodo, etc.”  Y así, al igual que con el pañal, con todo lo demás. Cuando vamos a salir, explicarle a dónde vamos. Si lo dejamos a cargo de otra persona, en lugar de irnos sin avisar, explicarle con quién se queda, a dónde iremos y cuando regresaremos, etc. En resumen, informar, describir, apalabrar constantemente y con un discurso transparente lo que acontece alrededor, lo que el niño puede estar sintiendo, incluso lo que como adultos sentimos en un momento dado y que puede ser percibido por el niño, permite que, por pequeño que sea, aunque maneje  o no el lenguaje verbal,  el niño progresivamente vaya dando estructura a la experiencia que acontece en un mundo que comienza a conocer y que muchas veces puede resultarle inquietante. Y esto se logra, en primer lugar, en la medida en que  renunciemos a nuestro punto de vista adulto, arrogante y prepotente, desde el cual acostumbramos a imponer a partir de la creencia de que “niño no es gente”, ni es capaz de entender nada.  Y, en segundo lugar, cuando estamos en condiciones de establecer una mirada adulta  consciente capaz de nombrar la realidad emocional desde un discurso veraz, no distorcionado. 


Twitter. @conocemimundo