CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.
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jueves, 15 de agosto de 2013

Cuando un hijo o hija no es heterosexual



La Homofobia no es ignorancia, es falta de humanidad. Punto. 
Holanda Castro

Por Berna Iskandar.
Aquello de lo que no se quiere hablar, es lo que más necesita ser nombrado. Abordo este tema perfectamente consciente de que significa navegar en aguas turbulentas y picadas por huracanes de tabúes, por tormentas de prejuicios, por vientos de creencias que soplan en dirección contraria a la humanización del planeta. Y lo hago porque soy una convencida de que no podemos concebir un mundo más amable y justo sin que se respete la diversidad, y porque precisamente en el reconocimiento de la igualdad de derechos y de buen trato para todos y todas, es como se dignifican las diferencias. Lo contrario supone exclusión, violencia y maltrato hacia quienes repudiamos por considerar distintos, tal y como ocurre frecuentemente con las personas lesbianas, gays, bisexuales o transgénero (LGBT)  quienes forman parte de muchas familias en todo el mundo. 
Más fácil es dividir un átomo que eliminar un prejuicio, decía Albert Einstein. Estoy de acuerdo, aunque no es razón para darse por vencidos. Con suerte, en quienes aún se conservan resquicios de humanidad,  el prejuicio, el miedo y la ignorancia, podrían disolverse con suficiente información oportuna y veraz. Así que manos a la obra.  

Comencemos por explicar las distintas orientaciones sexuales reconocidas hasta ahora:   1. Heterosexual o personas que se sienten atraídas sentimental y sexualmente por el sexo opuesto (la mayoría de la población) 2. Homosexual masculina y femenina (Gays y lesbianas)  o personas que se sienten atraídas sentimental y sexualmente por otras personas del mismo sexo (12% de la población) 3. Bisexual o personas que se sienten atraídas sentimental y sexualmente por otras personas del  mismo sexo o el sexo contrario (20 %  de la población) 4. Transgéneros e Intersexuales o personas que no se identifican con el género asignado al nacer. Transgéneros (1% de la población) Intersexuales (uno de cada  4 mil nacimientos vivos) Si hacemos la raya y sumamos,  tenemos que más del 30% de la población del mundo, es LGBT. Se estima que una de cada cuatro familias nucleares tiene un miembro homosexual. Es decir que, podríamos estar hablando de mi propia familia o de la familia de cualquier lector de este post.

Frente a estas cifras, es lógico inferir que el primer traspié de los padres es dar por descontado que un hijo o hija es heterosexual. Asumirlo como un hecho, además de presuponer erróneamente que la homosexualidad es patológica, sienta las bases para que mostremos alarma y rechazo frente a la sospecha o ante la evidencia de la orientación  homosexual de los hijos lo cual contribuye a crear un entorno hostil.

Es importante saber que aún no se ha demostrado la razón de ser, ni de la heterosexualidad, ni tampoco de la homosexualidad, pero tras una completa revisión científica sobre la homosexualidad, la Organización Mundial de la salud y la Organización Americana de Psiquiatría la han dejado fuera de la lista de enfermedades. Por lo tanto, ser homosexual no se considera una patología. Ninguna persona debe ser tratada psiquiátricamente para dejar de ser homosexual y “convertirse” en heterosexual.  Padres y madres debemos comprender que la homosexualidad tampoco es algo que se escoge.  La persona no tiene opción sobre sus sentimientos afectivos. Si existe una opción justa y consciente, consiste en aceptarlos y respetarlos.  La decencia o indecencia tampoco depende de la orientación sexual de nadie. Siempre habrá personas honestas y civilizadas, miembros decentes de una comunidad, así como habrá delincuentes, corruptos y criminales, tanto en la población heterosexual como en la LGBT. Del mismo modo, es importante saber que la homosexualidad no es contagiosa. Ser gay o lesbiana al igual que ser heterosexual no depende del amigo, amiga, maestro, etc., que nuestros hijos e hijas tengan o elijan tener.

Un padre o una madre no es culpable ni ha hecho nada mal como para que un  hijo o hija sea gay o lesbiana. La diversidad sexual ocurre independientemente de la educación.  Lo realmente pernicioso y patológico sobre  la homosexualidad es la exclusión social, institucional y familiar de la que son objeto sistemáticamente las personas LGBT. Infinitas dosis de violencia, dolor y sufrimiento emocional padecen estas personas al ver censurada la libre expresión de lo que son y lo que sienten. El niño gay o la niña lesbiana frecuentemente está consciente de su orientación sexual a muy temprana edad y pasa por mucho desprecio, maltrato e indiferencia. Muchas veces se convierten en seres escondidos con temor al rechazo, a la burla y al desamor. Son ellos quienes engrosan la tasa más alta de suicidio infantil y juvenil así como también de adolescentes en situación de calle por haber sido excluidos del hogar. No debemos perder de vista que nuestro propio hijo o hija podría ser una de las víctimas de esta situación de injusticia que puede prevenirse con una actitud consciente, inteligente y respetuosa.  

Finalmente debería bastar con asumir que un hijo o una hija no llega a nuestras vidas para ser lo que sus padres quieran que sea. Ellos están allí para ser lo que vinieron a ser. Los padres que están conectados a través del amor, que están allí para ocuparse de su bienestar, simplemente los aceptan como son, al margen de que sean más o menos inteligentes, bonitos o feos, tranquilos o tremendos, médicos o carpinteros, homosexuales o heterosexuales… Los aman, respetan y aceptan simplemente porque son sus hijos y son sus hijas, y punto.    
Twitter. @conocemimundo

viernes, 11 de enero de 2013

No hay familia modelo, hay modelos de familia




El modelo único conformado por un matrimonio heterosexual vitalicio con hijos biológicos como estructura ideal de familia nuclear,  hace tiempo dejó de serlo. Cada día más, lo común pasa a ser la diversidad de estructuras familiares.
La fórmula madre-padre-hijo biológico se convierte en otra opción dentro del universo de modalidades entre las cuales encontramos familias con un solo progenitor donde por lo regular predomina el binomio madre-hijo, familias con hijos adoptivos, familias homoparentales con hijos biológicos o adoptados,  familias con hijos de uniones anteriores más hijos de la unión actual denominadas ensambladas, familias solo constituidas por una pareja (homosexual o heterosexual) sin hijos,  y otros modelos más que existen a lo largo y ancho del mundo y que estarán por crearse en el decurso del tiempo. Como es natural, la familia se adecúa y varía orgánicamente según evoluciona la historia y según sea el contexto cultural donde se nutra.
En este orden de ideas todos los modelos de familia merecen ser legitimados y valorados de antemano con el mismo potencial de ser funcionales. Ninguno por definición debe considerarse una desviación. No se trata, por lo tanto de entrar en juicios de valor, ni patologizar un modelo determinado que no encaje con los parámetros reduccionistas de familia tradicional instituidos por un orden predominante e incuestionable al servicio de intereses particulares,  sino de respetar la diversidad  como una realidad que, lejos de perjudicar, construye y enriquece.
Lo sustantivo es honrar, reconocer y dar el lugar que corresponde a cada uno de los miembros de cada familia (presentes o no), y sobre todo que cultivemos vínculos con abundante compromiso emocional, solidaridad, honestidad, respeto, altruismo y empatía, en especial con los niños, quienes para desarrollarse sanos, libres y felices, necesitan la contención de un grupo de personas cercanas y significativas, responsables de su crianza.   
La  humanización de la crianza exige el esfuerzo constante de expandir nuestra conciencia, de cultivar nuestra salud emocional, de  prepararnos y estar disponibles frente al desafío y la entrega  que implica la inmensa responsabilidad de cuidar a nuestros niños y niñas.  Esto pudiera ocurrir o no en cualquier modelo familiar.  De modo que, en definitiva,  lo que realmente importa para lograr funcionalidad, no es el formato de familia, sino la calidad humana y la calidad del vínculo entre las personas que la constituimos.
Al margen de las propias valoraciones subjetivas, es nuestro compromiso ético como seres humanos conscientes, evitar las enormes dosis de injusticia y sufrimiento provocados por la exclusión de una inmensa cantidad de seres humanos, adultos, jóvenes y niños, integrantes de modelos de familia no apegados al esquema tradicional.
 “Si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias”, dice el teorema del sociólogo norteamericano William I. Thomas. Es decir, si un grupo de personas da por hecho que el niño perteneciente a una familia de padres divorciados o de padres homosexuales es un individuo que por descontado será un inadaptado, lo tratarán como a un inadaptado y el resultado será una profecía autocumplida.  De manera que vale la pena cuestionarnos, ¿se encuentra en determinado modelo familiar el verdadero origen del problema o es mi prejuicio hacia dicho modelo familiar  lo que lo convierte en un problema?

jueves, 6 de septiembre de 2012

Una nueva cepa de padres: el papá moderno

 
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Los tiempos cambian y el rol de papá en la crianza, también.  En la última década los hombres se han ido zafando del papel de padre meramente proveedor o reproductor,  para conquistar un vínculo más fértil, nutritivo y enriquecedor, basado en mayor compromiso emocional y disfrute de sus hijos y sus hijas. Vemos como crece el número de progenitores varones más participativos e implicados en la crianza. Muchos hombres comienzan a involucrarse emocionalmente con los hijos desde el momento mismo de la concepción y embarazo, acompañando y apoyando de cerca y constantemente a la madre gestante. Los días en que los papás ni pensaban en ocuparse de alimentar, higienizar o llevar al pediatra a sus hijos, van quedando atrás.

Según estudios realizados por la  Oficina de Censos del Gobierno de Estados Unidos, los papás que se quedan en casa, (stay-at-home dads) se han duplicado en la última década. En muchos países, aumenta el número de papás que optan por empleos de tiempo flexible para trabajar desde el hogar  o , que previo acuerdo y evaluación con sus parejas, deciden hacer pausa en sus carreras para ocuparse de la crianza de los hijos.  En Europa y algunos países de Latinoamérica se han hecho estudios que miden el cambio del modo en que los nuevos papás se están vinculando con sus hijos. La tendencia es que los  hombres están disfrutando con la experiencia de ser padres, se muestran muy cariñosos y están implicados al cien por ciento en la educación de sus hijos. Incluso se registra un porcentaje importante de papás que está de acuerdo en sacrificar su sueldo o su desarrollo profesional para dedicar más tiempo a sus familias.  

 
El cambio generacional es inminente. Muchos hombres perciben que tienen una relación bastante más cercana con sus hijos respecto a la que tuvieron con sus progenitores. Así mismo, sienten necesidad de que se aumenten los permisos laborales para estar más tiempo con sus hijos tras el parto o nacimiento, y están muy interesados en que se establezcan políticas reales de conciliación laboral familiar que les permitan pasar más tiempo con su familia.
Hombres y mujeres se hacen conscientes de que las labores o roles de padre y madre, no siempre ni necesariamente dependen del género. La mujer ha conquistado  espacios públicos (estudio, trabajo, profesión, política, deporte…) con lo cual se abren espacios  dentro del hogar para que el hombre también participe de las funciones, que sólo se atribuían al sexo femenino, como es el caso de las tareas domésticas y la crianza de los hijos.
Poco a poco vamos avanzando hacia una nueva paternidad.   Y pese a que aún la mayor carga de trabajo doméstico y la crianza sigue bajo la responsabilidad de las mujeres, ciertamente avanzamos hacia la materialización de la corresponsabilidad y la equidad, no sólo en beneficio de la mujer, sino también del hombre al que se le abren las posibilidades de enriquecer su experiencia humana a través del encuentro y el disfrute más cercano e íntimo con los hijos y la familia.
Es inminente el surgimiento de un modelo que rompe con el arquetipo de padre tradicional para dar paso a una nueva cepa de padres: el papá moderno más comprometido y activo con la crianza y que además disfruta del vínculo con sus hijos e hijas. Demos la bienvenida a la nueva paternidad. ¡Que se riegue como flores por el mundo!...

Enlaces relacionados

Papá no es prescindible
Familia matricentrada Venezolana (Entrevista al Dr Alejandro moreno Olmendo)
El lugar de papá en la crianza

viernes, 4 de septiembre de 2009

Competencia,celos, envidia: cuando las mujeres se dañan entre sí

Competencia, celos, envidia, versus cooperación, solidaridad y lealtad entre mujeres. De dónde surge este comportamiento y porqué. Los daños y perjuicios que produce al mismo género y por ende a quien lo causa. Herencia de estos patrones insanos a las hijas... con Teresa Egaña, psicoterapeuta, fundadora y directora de Proyecto Mujer.


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Una escena clásica de los celos y la rivalidad femenina, esta vez sublimada en duelo de tacones, palmas y mirada, bajo la creación y dirección de dos grandes maestros: Antonio Gades y Carlos Saura, en su versión para el cine, de Carmen, de Prosper Merimee.



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